sábado, 26 de febrero de 2011

Dos caras de la misma moneda. Libertad religiosa y libertad de conciencia

Por Rafael Navarro-Valls
Catedrático de la Facultad de Derecho de la Universidad Complutense de Madrid, y secretario general de la Real Academia de Jurisprudencia y Legislación de España.

La libertad religiosa es la primera de las libertades, pero la libertad de conciencia es la estrella polar que orienta a las democracias. Dos caras de la misma moneda. Baste un ejemplo. No hace mucho, se reunían en Roma el primer líder político del mundo (Barack H. Obama) y la primera autoridad moral de la tierra (Benedicto XVI). El encuentro –en tiempo útil - duró unos veinte minutos. De ellos, ocho se dedicaron a la objeción de conciencia, en el marco de la libertad religiosa.

Es sintomático que, a la hora de destacar un tema que preocupe hoy a los dos núcleos más intensos de poder de la Humanidad, sea precisamente el de los choques entre conciencia y ley, que pone cada vez más de manifiesto los oscuros dramas que se generan en algunas minorías por leyes de directo o indirecto perfil ético. Un modo de decir que no es la objeción de conciencia una especie de ‘delirio religioso’, un subproducto jurídico que habría de relegarse a las catacumbas sociales. Al contrario, es una clara especificación del derecho fundamental a la libertad religiosa y de conciencia.

Esto es precisamente lo que acaba de concluirse en zonas muy diversas de dos continentes. Por un lado, en el marco de la objeción de conciencia al aborto, la Asamblea Parlamentaria del Consejo de Europa (Resolución 1763, 2010), ha proclamado vigorosamente la “ obligación de garantizar el respeto del derecho a la libertad de pensamiento, de conciencia y de religión de los proveedores de asistencia sanitaria”, Por otro, Perú promulga su primera ley de libertad religiosa (diciembre 2010), dedicando su artículo 4 a la tutela de objeción de conciencia, cuando alguien se ve constreñido a incumplir una obligación legal «por causa de un imperativo, moral o religioso grave o ineludible.

La razón de esta especie de contra-ataque de los derechos humanos trae su causa en dos razones. Las primera, los vientos de fronda que soplan en algunos países de Oriente contra la libertad religiosa. La segunda, una concepción del poder – sobre todo en Europa- que está convirtiendo la ley en un “simple procedimiento de gobierno, para transmitir consignas ideológicas con precipitación y, a veces, con vulgaridad.

Cuando se pide, en nombre del Papa, a la comunidad internacional que intervenga “de forma fuerte y clara” en la tutela de la libertad religiosa, se está poniendo en juego la primera cara de la moneda, “atónitos ante la intolerancia y la violencia”. Y cuando se denuncia la incontinencia normativa del poder, que intenta imponer por vía legislativa una filosofía beligerante con las conciencias, la moneda es vista desde su otra cara, aquella que legítimamente multiplica las objeciones de conciencia como reacción. Hace tiempo en América se desató la caza de brujas. Uno de sus objetivos fueron los actores de Hollywood. Esta fue su reacción : “hay muchas maneras de perder la propia libertad. Puede sernos arrancada por un acto tiránico, pero también puede escapársenos día tras día, insensiblemente, mientras estamos demasiado ocupados para poner atención, o demasiado perplejos, o demasiado asustados". Tenían razón.

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viernes, 18 de febrero de 2011

Laicidad y ciudadanía

Entrevista a publicada en Magisterio Español.
“Si alguien cree que EpC es mala debe ir a la desobediencia civil”
Andrés Ollero, catedrático de Filosofía del Derecho de la Universidad Rey Juan Carlos. Este experto constitucionalista aclara algunos términos sobre la actuación de los objetores ante Educación para la Ciudadanía y en general sobre la libertad de enseñanza y el papel de los padres.

Por José Mª de Moya xjmoya@magisnet.com
Última actualización 26/10/2010

Con el trasfondo de la reciente sentencia del TSJA contra el adoctrinamiento de la asignatura de Educación para la Ciudadanía, abordamos en esta entrevista algunos aspectos de esta controvertida materia con Andrés Ollero, experto jurista, ex diputado del PP y portavoz de Educación y autor de “Un estado laico. La libertad religiosa en perspectiva constitucional” (Editorial Aranzadi Thomson).

¿Cuáles son los planteamientos de fondo que hay detrás de las dos posiciones en clave política mediática en torno a la Educación para la Ciudadanía?
-Se ha dado un cambio que supone el paso de la laicidad positiva que hay en la Constitución a un planteamiento únicamente laicista. Se ha pasado de una alternativa a la Religión a una asignatura obligatoria que entra absolutamente en terrenos morales debatidos en donde las posturas de la sociedad son particularmente polémicas como es lógico en una sociedad plural. Entonces, lo que no tiene ningún sentido es, en vez de respetar lo que dice la Constitución y que sean los padres los que elijan la formación moral de sus hijos, imponer una determinada formación moral, además obligatoria.

Algunos creen que una alternativa del tipo “hecho religioso” sería perjudicial para los que eligen Religión.
-No, porque los que estudian Religión están estudiando esos mismos problemas desde la óptica de la confesión determinada. La idea de la alternativa es la enseñanza aconfesional del fenómeno religioso. El laicismo se convierte en religión civil, con una intención sustitutiva, aunque, a la hora de la verdad no pueden eliminar la enseñanza de la Religión dado que lo dice la Constitución en los artículos 16 y 27.3 y los acuerdos con la Santa Sede.

Entonces, ¿considera que de algún modo es el PSOE el que ha cambiado?
-Evidentemente sí. Por ejemplo, tendiendo a relativizar el papel de la transición democrática, desmitificándola y, lo que se había presentado como un consenso, ahora es una especie de apaño que no hubo más remedio que tolerar.

En esta línea, la actual portavoz socialista de Educación, Cándida Martínez, nos comentó en una entrevista que ella consideraba que la Concertada era coyuntural...
-El consenso de la transición, lógicamente, obligó a ceder a unos y a otros. Entonces, el punto más crispado –hasta el punto de que Peces Barba se levanta de la mesa de negociación– fue con motivo del artículo 27 [sobre el Derecho a la Educación]. Entonces hubo un intento de los socialistas para provocar sentencias del Tribunal Constitucional que interpretaran esos artículos en la vía en la que ellos lo habían concebido. Ellos tenían la idea, por ejemplo, de que los centros concertados fueran un aspecto más del sector público. Por tanto, no había carácter propio del centro, ni ideario propiamente dicho, sino en todo caso una situación coyuntural que iría cambiando según los padres dijeran blanco o negro, o lo que fuera. Y la solución que da el Constitucional es contraria a esos planteamientos.

Ha comentado antes que ahora mismo el Estado se está metiendo en cuestiones morales, pero hay quien defiende que la escuela tiene derecho a enseñar valores y que no es solamente una transmisión de conocimientos.
-Por supuesto que sí, y está contemplado en la Constitución. Precisamente porque la escuela no sólo puede, sino que debe. ¿Cómo vas a formar sino en valores? Precisamente porque puede y debe ocuparse de los valores, debe ocuparse de los valores como los padres quieran. El problema se plantea en la medida que se hace obligatoria la asignatura, ahí es cuando viene el lío.
Por tanto, podía haber dos caminos: uno, el no hacerla obligatoria; y otro, haberla hecho suficientemente neutra como para no invadir terrenos de la moral.
Se podía haber hecho una asignatura que informara a los jóvenes sobre la arquitectura constitucional, de manera general. Pero entrar en el estudio de todos los temas polémicos morales es un verdadero disparate, sobre todo, marginando lo que los padres opinen.

¿Cree que la Educación sexual que presenta el Gobierno se ha pretendido desvincular de lo afectivo?
-A mí me llamó la atención que el informe del Consejo de Estado dijera que es totalmente constitucional porque la información que se va a dar sobre ese tema es objetiva y científica, cuando eso es sencillamente imposible. O sea, la ciencia no puede dar Educación sexual. La ciencia puede dar anatomía de la relación sexual, o fisiología, pero la Educación no describe elementos físicos, sino que se dedica a exponer su sentido, y eso la ciencia no lo puede hacer.

Volviendo a Ciudadanía, ¿quizá se planteó mal la campaña en contra de la materia cuando en realidad debía haber sido en contra de sus contenidos?
-Lo que alguien tiene que tener claro es que si uno objeta una ley, tiene que estar dispuesto a ir a la desobediencia civil, que consiste en que uno se niega a cumplir una norma, asume la sanción y convierte esa sanción en una especie de revulsivo moral de la sociedad. Entonces, yo creo que lo que ha habido con respecto a Educación para la Ciudadanía ha sido una objeción de conciencia generalizada, pero al parecer, no muy dispuesta a llegar hasta la desobediencia civil de verdad. Un objetor es un ciudadano que pide una excepción para él, pero que no tiene en cuenta la norma, mientras que la desobediencia civil lleva a cuestionar la norma.

¿Qué opina del entramado que ha creado el PSOE para modificar la sociedad?
-Yo creo que es fruto de un planteamiento según el cual el que gana unas elecciones tiene derecho a cambiar el código moral de la sociedad, lo cual me parece un disparate en una sociedad de pluralismo democrático. El intento de utilizar el derecho para imponer pautas de normalidad social, distintas de las que la sociedad viene suscribiendo, es un desastre.

Las frases
-Sobre la conciencia
“La gente espera que le digan qué debe hacer en conciencia, lo cual es totalmente contradictorio con la conciencia”.
-Conciencia y verdad
“La conciencia está vinculada a la verdad y, por tanto, para actuar en conciencia primero hay que tener la preocupación de enterarse de las exigencias de la verdad respecto a un aspecto determinado”.
-Objeción de conciencia
“Decía Mª Teresa Fernández de la Vega que una ley no se puede objetar. ¿Me quiere decir usted entonces qué se puede objetar en una democracia? Si a mí lo único que me vincula en una democracia es la ley. No tiene pies ni cabeza”.
-Desobediencia civil
“Si alguien piensa que Educación para la Ciudadanía, tal y como está planteada, es mala en sí misma para cualquiera, desde luego debería ir a la desobediencia civil, porque lo que está pidiendo es una excepción para él, y el resto que se las apañen. El problema es que, desde el punto de vista práctico, una objeción de conciencia generalizada en el fondo se convierte en una estrategia de desobediencia civil”.


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domingo, 6 de febrero de 2011

Los integrismos

Por Rafael Navarro Valls, para la Agencia Zenit

En rápida sucesión, el Senado español (18 enero) y el Parlamento europeo (20 enero) acaban de aprobar dos resoluciones condenando los ataques en Egipto, Nigeria, Filipinas, Chipre, Irán e Irak contra las minorías cristianas. Antes, lo había hecho Francia. Implícita o explícitamente, en esas declaraciones se rechaza la instrumentalización de la religión en conflictos de naturaleza política, al tiempo que se hace una vigorosa defensa de la libertad religiosa.

Los redactores lo que repelen – en mi opinión – es esa visión ingenua del estado de salud de los derechos humanos, que suele tomar la parte por el todo. Creer que, ya que Occidente goza de un aceptable reconocimiento de los derechos humanos, eso acontece en todas partes. Es lo que viene llamándose el «síndrome Internet»: la confortable ilusión de un mundo gratamente globalizado, que ignora que más de la mitad de los habitantes de la tierra desconocen las nuevas tecnologías.

En realidad, el integrismo es una sombra amenazante que se extiende en amplias zonas del planeta, erosionando los derechos humanos. Su existencia es tentacular, pues tiene varias versiones. Existe un integrismo supuestamente religioso que, en realidad, es una forma de fanatismo irreligioso. El fanático es irreligioso, en la medida en que recurre a la violencia, que una visión razonable de la religión rechaza y detesta. Por eso mismo, las recientes condenas de Occidente contra los ataques integristas a los cristianos de Oriente no pueden ser interpretadas como formas de islamofobia, precisamente por que lo que se rechaza es la oscura vertiente política de los fanáticos, que suelen ampararse en cortinas de humo supuestamente religiosas. Se entiende así que 70 personalidades musulmanas hayan publicado un manifiesto con el expresivo título «El Islam, escarnecido por los terroristas». Se refiere expresamente a las «atrocidades cometidas en nombre del Islam» contra los cristianos en Egipto y en Iraq. Afirma que «estos asesinos no son del Islam y no representan en absoluto a los musulmanes». Rechaza en concreto la que consideran usurpación de la propia identidad religiosa por parte de «falsarios» que esgrimen la religión como un arma destructiva. El mejor test para evaluar el grado de respeto de los derechos humanos es la libertad religiosa. De ahí que la alarma de Occidente sea justa.

Pero junto al fundamentalismo supuestamente religioso existen otros más subterráneos, que suelen expandirse en zonas de Occidente presuntamente respetuosas con los derechos humanos. No me refiero tanto al fundamentalismo de base freudiana, que disuelve la religión en ilusorias manifestaciones psíquicas, sino al que Jorge Semprún llama «fundamentalismo de la purificación social». Aquel que, si en el día a día tiende a eliminar lo discrepante, en el complejo marco de las relaciones conciencia civil /conciencia religiosa ha decretado dictatorialmente que la segunda es sólo un residuo en un horizonte agnóstico.

Unos y otros fanáticos –los de Oriente y Occidente - son los mismos que han puesto en circulación una especie de policía mental, cuyos agentes se dedican a una caza de brujas, en la que la primera baja es siempre la libertad. Como dijo Holmes hace tiempo: «La mente del intolerante es como la pupila de los ojos, cuanto más luz recibe, más se contrae».

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