viernes, 24 de diciembre de 2010

El Apocalipsis Oculto

Jesús Trillo-Figueroa, ed. Sekotia, 2010

Es una semi novela, una trama sin desarrollar y una edición nejorable para un fin: denunciar la Nueva Tirania de hoy, el gobierno global laicista, cosa que hace de manera clara, amena, profunda, muy documentada... e inquietante; porque es muy actual, una realidad de aquí mismo y de hoy mismo.

Los hechos comienzan en 2009, con motivo del estreno de la película Ágora, y quita la careta a los apóstoles del Nuevo Orden Mundial laicista, además de sacar del silencio y la oscuridad esa otra realidad de rabo y cuernos de los cultos luciferinos.

El Apocalipsis oculto - Una novela de Jesús Trillo-Figueroa


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ISLAM Y OCCIDENTE: Jamón, jamón

Por Narcio Álvarez Quintana, escritor, ex preso político cubano.

La mesa está servida nuevamente. La noticia es simple y nada sorprendente: un alumno musulmán se siente ofendido porque su profesor se refiere al jamón durante una clase para ilustrar una explicación. Éste le aclara que no se trata de una alusión religiosa. Bien aleccionado al parecer, el alumno cuenta la anécdota a sus padres, que se apresuran a denunciar al profesor por un presunto delito de "maltrato de obra con motivaciones xenófobas" .

Es de notar que, en los últimos tiempos, los musulmanes parecen tener los nervios algo tensos, y acusan de xenofobia, de herir su sensibilidad y hasta de blasfemia a quien se atreve a hablar delante de ellos de tradiciones culinarias ajenas a las suyas, de fiestas cristianas o de la presencia de crucifijos en las aulas. Siempre han asistido a clase hijos de padres librepensadores, ateos, judíos o con cualquier otra concepción del mundo, sin que ninguno se molestara por alusiones a la Navidad o a la Semana Santa, a la cría de cerdos, a productos obtenidos de dicho animal, etcétera, ni concediera importancia alguna a éstas u otras cuestiones. No se saque a relucir al franquismo y todas sus parafernalias reales o ficticias, porque durante la transición a la democracia y hasta hace poco nada así sucedía.

Gonzalo Guijarro, portavoz de la Asociación de Profesores de Institutos de Andalucía (APIA), considera que se trata de unas de las nefastas consecuencias de la doctrina del multiculturalismo. Tiene razón, pero eso no es todo. Lo triste es que existe una gran confusión conceptual: muchas personas creen de buena fe que por multiculturalismo se entiende la convivencia pacifica de las distintas culturas. Nada más lejos de la realidad: el multiculturalismo consiste en considerar equivalentes todas las culturas, darles idéntico valor, de modo que es preciso respetar todos sus principios, leyes y costumbres. Por este camino, habrá que respetar la práctica de la antropofagia o del incesto entre los inmigrantes que tengan ambas prácticas por tradicionales.

No hace mucho tiempo se entablaron descabelladas discusiones en el seno de la Unión Europea a propósito de la ablación del clítoris de las niñas. Hubo quien no se limitó a exigir respeto para tan abominable práctica, sino que reclamó que se practicara en los hospitales con el fin de que se observaran las necesarias reglas de higiene. Otros insólitos defensores de semejante barbaridad llegaron a compararla con la circuncisión que en el judaísmo (y en el islam, por si lo han olvidado) se practica a los varones, absurdo explicable sobre todo por la creciente judeofobia europea: pues, a diferencia de lo que ocurre en la clitoridectomía, esa operación no consiste en la eliminación de órgano alguno, ni afecta de ningún modo la salud o la estabilidad emocional y sexual del circuncidado.

Algunos padres que no profesan la religión islámica han manifestado su desacuerdo con la presencia de crucifijos en las aulas. Eso no cambia las cosas. La intolerancia no es un defecto exclusivo del islam. Todos ellos, profesen o no alguna religión, se niegan a aceptar algo establecido desde épocas lejanas y que, quieran o no, es propio de la mayoría de la población española. El caso es que exigen para sí mismos lo que son incapaces de brindar a otros.

La tolerancia, según estas personas, parece consistir sólo en que se respeten sus propios sentimientos, pruritos y reticencias. Ellos no ofrecen lo mismo a cambio, ni en los países islámicos ni, por lo visto ahora, en los restantes: quienes piensan de otro modo no pueden manifestar sus ideas y creencias, so pena de ofender a una minoría que pretende imponer sus leyes en un país que ha acogido a inmigrantes de creencias y concepciones muy diversas. En el caso que ha motivado estas reflexiones, el niño que dio lugar a la denuncia contra el profesor es español por nacimiento, pero no sus padres. Fueron acogidos por una sociedad de credo y organización diferentes a las suyas. Una sociedad a la que pretenden transformar.

Es curioso que, junto a fenómenos semejantes, subsista la discriminación hacia los iberoamericanos en algunos sectores de la población española. Y más curioso aún es que no se haya oído hablar nunca de denuncias de ecuatorianos o de peruanos porque se les llame "sudacas"; o porque, ante alguna injusticia o actitud incomprensible, se les diga que se vuelvan a "su país", posean o no la nacionalidad española; o porque se les considere menos cualificados que los nativos en cualquier materia, o porque las peculiaridades de su español susciten burlas.

La inmigración musulmana de la pasada década no criticaba los símbolos religiosos ni las costumbres de los cristianos. Ahora está haciéndose cada vez más agresiva.
Tenemos mucho que aprender sobre tolerancia, porque no tenemos en lo absoluto claro en qué consiste esa virtud. Por lo demás, ha llegado el momento de que el gobierno establezca con claridad los límites de dicha tolerancia, que precise los derechos y deberes de las minorías. No se aduzca que la religión debe ser un asunto privado, porque el menor y los padres del caso del jamón no parecen compartir esa consideración. El respeto y las exigencias que de esta sagrada noción se derivan son un derecho de todos, no sólo de ciertos grupos.

Ha llegado la hora de que España –y el resto de Europa– deje claro qué lugar corresponde a cada grupo en la sociedad. Es tiempo de decir al islam que no tiene derecho a exigir a Occidente lo que no permite en sus países. No debe existir tolerancia con quienes no son tolerantes, ni cabe el respeto al que no respeta. ¿Han venido a crearse una vida nueva? Pues se les ha acogido bien. No pueden pretender imponer sus costumbres ni sus leyes, ni intentar destruir la columna vertebral de nuestro modo de vida. ¿Son ajenos al mundo occidental? Tienen países de sobra en los que imperan sus leyes y costumbres. Si no les gusta nuestro modo de vida, es hora de que, en lugar de intentar modificarlo a su manera, se replanteen su permanencia entre nosotros, que no vamos a sus tierras a imponernos ni a decirles qué deben hacer. Y que no se nos eche en cara la historia de las Cruzadas: podríamos replicar, por nuestra parte, y por sólo citar un ejemplo, con el asedio otomano a Viena.
Creo que vivimos momentos de decisión; y, como creía Oriana Fallaci, hay momentos en la vida donde hablar es una obligación, un deber civil, un desafío moral, un imperativo categórico al cual uno no puede sustraerse.

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jueves, 23 de diciembre de 2010

Feliz Navidad

Un año más, y van seis, todos los que hacemos este blog (o sea, yo) queremos desearos a todos una muy felices y santas fiestas de Navidad.

El motivo escogido es, esta vez, un fresco del claustro de la Colegiata de Alquézar, Huesca, siglos XV a XVI. Esta población, curiosamente, está ligada para mí al verano, pues ha sido punto de partida y llegada de mis tres descensos del río Vero. La otra razón por la que lo empleo es que la foto está hecha por mi hermano Carlos, que es quien, con su familia, me la ha enviado.

Estoy casi seguro de que muy pocos más han felicitado la Navidad con esta pintura:

¡FELIZ NAVIDAD!

© Carlos Tarifa Valentín-Gamazo



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domingo, 12 de diciembre de 2010

"El profesional es sujeto de derechos y debe ser consciente de que puede exigir"

Entrevista publicada en Diario Médico,

OLLERO CODIRIGE EL MÁSTER DE BIOÉTICA Y BIOJURÍDICA

Por segundo año consecutivo la Universidad Rey Juan Carlos, en colaboración con el Colegio de Médicos de Madrid, inicia su máster de Bioética y Biojurídica como título propio de dicha universidad.

Marta Albert, María Dolores González y Andrés Ollero.

Andrés Ollero, profesor de Filosofía del Derecho de la Universidad Rey Juan Carlos y codirector del máster junto con Manuel de Santiago, presidente de la Comisión de Deontología del Colegio de Médicos de Madrid, afirma que este año "se ha mantenido que las clases se impartan la tarde los viernes y la mañana del sábado". Además, durante el curso "se acentúa el análisis de los casos clínicos y los talleres que los alumnos trabajan en casa y que periódicamente se debaten".

María Dolores González, secretaria del máster y exalumna, afirma que desde su experiencia el máster contribuye a "ver la Medicina desde un segundo plano. El teórico hace referencia a la formación técnica del profesional, pero en un segundo nivel estaría la relación médico-paciente, la vinculación del mundo jurídico con el médico, etcétera, ámbitos que el facultativo desconoce".

La dirección del máster no se olvida de los cambios normativos y las implicaciones éticas que han tenido hechos como la entrada en vigor de la nueva ley del aborto.

Mayor protagonismo
Marta Albert, subdirectora del máster, dice que este año "se ha intensificado el módulo sobre objeción de conciencia. El médico se enfrenta todos los días a decisiones no sólo técnicas sino también relacionadas con la ética y el derecho para la que no tiene respuesta".

En este punto, Ollero afirma que "el médico tiende a situarse como objeto de la norma jurídico y no como sujeto activo". Por eso "son importantes los conocimientos en materia jurídica, ya que el médico debe saber qué puede exigir, pues de lo contrario estará sujeto a lo que dispongan los políticos de turno. No se puede ser sujeto pasivo, sino activo, de tal forma que el facultativo forme su propio criterio sobre temas éticos y jurídicos y no los transfiera a otros ámbitos". Albert afirma que "lo que se detecta entre los profesionales es un déficit de conocimiento, pues tiene una visión distorsionada del Derecho. Tienen en el Derecho una fe que luego no cubre las expectativas".

La falta de formación del profesional es algo en lo que coincide María Dolores González, pues es necesaria para "humanizar la medicina y ver de forma más justa la relación médico-paciente".


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viernes, 26 de noviembre de 2010

Persecución religiosa en la Universidad de Barcelona

Más sobre el laicismo reptante y reptilente que crece entre los hierbajos y amenaza con quemarnos en la hoguera de su fanatismo.

Lo que he encontrado hoy procede de Barcelona y cuenta con testigos oculares de mi más total confianza, la burricie laicista inflama a los jóvenes cachorros de la Universidad de Barcelona con la misma pasión que en el pasado envenenó de marxismo las aulas universitarias. Observen el contraste con el lema que campea en su escudo...

La noticia esta obtenida en Forum Libertas.

Persecución religiosa en la Universidad de Barcelona
Movimientos y asociaciones de estudiantes de la Zona Universitaria incitan al boicot de las celebraciones eucarísticas en las capillas de las diversas Facultades. Un grupo prometió “acabar con la capilla” si salía elegido en las elecciones al Consejo de Estudios.

Por Juan Francisco Jiménez Jacinto

La Pastoral Universitaria (SAFOR Diagonal) ha denunciado la persecución religiosa a la que se está sometiendo a las capillas ubicadas en las Facultades de Económicas y Química de la Universidad de Barcelona (UB) y al propio organismo católico.

El SAFOR Diagonal es el Servicio de Asistencia y Formación Religiosas que promueve la Pastoral Universitaria del Arzobispado de Barcelona en la zona del Campus Diagonal que aúna facultades de las universidades de Barcelona y Politécnica de Cataluña.

El organismo denuncia que varios movimientos y asociaciones de estudiantes de la Zona Universitaria están llevando a cabo varias iniciativas contra la libertad religiosa. La última de éstas ha sido la distribución de carteles por las universidades para incitar a que se acuda todos los miércoles a la Capilla de la Facultad de Química para boicotear la celebración de la Misa.

Este hecho supone un escándalo, no solamente por la iniciativa de esos grupos en sí, sino por el inmovilismo que hasta ahora han demostrado las autoridades universitarias, que no han intervenido en nombre de la libertad de culto.

La promesa electoral de “acabar con la capilla de la universidad

Un alumno de Económicas de la UB, Juan Miguel Borda, escribió una carta al diario La Vanguardia avisando de las consecuencias del laicismo agresivo que se están dando en la UB. El estudiante explicaba que en las elecciones al Consejo de Estudios de la Facultad, un grupo de personas pertenecientes a una candidaturairrumpió” en la clase para explicar “lo que harían en caso de salir elegidos”. Al parecer “su gran promesa” consistía “en acabar con la capilla de la facultad.

Según explica en la misiva el estudiante, el representante finalizó su discurso visiblemente emocionado afirmando: “Las confesiones privadas no tienen sitio en nuestra universidad pública”.

El estudiante reconoce que se asustó al ver en los pasillos carteles que convocaban al debate sobre el tema en los que aparecía una iglesia ardiendo.

Parece que una religión moderna llamada laicismo se está extendiendo actualmente –constata el autor de la carta-. En mi opinión, imponer el laicismo a todos es igual de aberrante, inquisitorial y tiránico que imponer una sola religión a todo el mundo”.

Borda concluye que el laicismo va en contra de la libertad e “impone su creencia laica igual que el fundamentalismo obliga a practicar su credo.

El laicismo arremete en la universidad

El SAFOR explica que junto con varios profesores y estudiantes se están llevando a cabo los y trámites oficiales correspondientes “para que toda esta persecución cese”. Al cierre de esta noticia los representantes de SAFOR se están reuniendo con la decana de la Facultad de Económicas y después se dirigirán, como cada miércoles, a celebrar la liturgia de la eucaristía. Se ha pedio puntualidad a los asistentes porque “quizá cerraremos con llave” debido a que “se prevé que haya altercados”.

La asociación afirma que “con todo esto, no queremos crear miedos y temores al asistir a la Santa Misa” y explica que lo que pretenden es “haceros partícipes de una realidad existente, a la cual tenemos que combatir del mismo modo que tantos y tantos católicos han combatido a lo largo de toda la historia de la Iglesia”.

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martes, 23 de noviembre de 2010

Laicismo reptante

La gente nos acusa de exagerados, que no hay ninguna persecución, que vivimos en un mundo de libertad inconmensurable, que somos unos paranoicos, etc. Bueno, cada uno es muy libre de pensar lo que quiera, como yo de pensar que sí hay una persecución, si no de la Iglesia -que también-, por lo menos de la fe, de cualquier fe; pero especialmente, en España, por razones obvias, de la cristiana, mejor dicho, de la católica.

Yo aviso, y el que quiera oír que oiga. Hay una ofensiva ensordecedora, que copa la atención periódicamente: la guerra de los crucifijos, la reforma de la ley de libertad religiosa, la casilla de la renta para la Iglesia, etc. Pero hay multitud de operaciones de comando, escaramuzas, acciones de sabotaje, que van minando posiciones y construyendo muros de sectarismo ladrillo a ladrillo, tan imperceptible como sólida y constantemente.

A veces me siento como esos departamentos de las agencias de espionaje que monitorizan los medios de comunicación en busca de mensajes en clave de las agencias rivales. Veamos mi penúltimo descubrimiento: Granada Hoy del viernes 19 de noviembre de 2010, página 31, tres columnas con foto, mitad de abajo a la izquierda: "Córdoba quiere anular las ayudas a grupos de mujeres confesionales". La entradilla dice: "El Consejo Municipal [de las Mujeres] intenta identificar las creencias de las componentes de las asociaciones".

El objetivo es excluir a los colectivos confesionales de las ayudas que reparte la Delegación de Igualdad; para esto, se acordó que en la próxima sesión "se presenten propuestas sobre cómo identificar a las asociaciones de mujeres". En una reunión del pasado 20 de marzo, la presidenta de la Plataforma de Apoyo al Lobby Europeo de Mujeres propuso que las mujeres que pertenezcan a los colectivos que reciban las ayudas "no representen a ninguna Iglesia". Se afirmó la "necesaria laicidad" de todo colectivo femenino que aspire a las ayudas, para lo que hacen falta los mentados mecanismos de inquisición de creencias.

Los reptiles venenosos
serpentean entre los matojos
si no queréis que os muerdan
abrid bien los ojos.

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martes, 16 de noviembre de 2010

Cómo convertirse en un icono progre

Pijoprogres, por Fernando Díaz Villanueva

El mejor y más decoroso modo de ser pijo a la moda hoy en día es ser, al mismo tiempo, un progre de manual. Este axioma podría reformularse a la inversa y seguiría siendo válido: el mejor y más decoroso modo de ser un progre de manual es ser un pijo a la moda. Y no porque todos los progres sean pijos, ni todos los pijos progres, sino porque la fusión de ambas condiciones se ha demostrado una fórmula magistral.

No es casualidad que ya sean legión los que, venidos de un lado y del otro, hayan decidido convertirse en pijoprogres, último eslabón de una virtuosa cadena que ha conseguido, al fin, aunar tranquilidad de espíritu y de bolsillo.

Hace sólo unos años eso parecía imposible. Ser de izquierdas requería la exteriorización de ciertas actitudes, y sobre las opiniones políticas aleteaba amenazador el fantasma de la coherencia. De ahí que los ancestros ideológicos del progre actual, los pelmazos setenteros de Cuadernos para el Diálogo y Temas , se preocupasen tanto de parecer pobres, de ir hechos unos adefesios y, sobre todo, de pasar largas y provechosas horas en compañía de los obreros en tascas del extrarradio, dándole a los callos guisados y al vino peleón.

Ser izquierdoso consistía, aparte de en profesar un odio africano a los Estados Unidos y al capitalismo, en semejarse a un currela, evitando así cualquier concesión a la moda (burguesa), al buen gusto (burgués) o a la ostentación (burguesa). El Alfonso Guerra de la Transición, Arfonzo, era su santo varón, y la insufrible y repipi Rosa León su modelo de elegancia y compostura femeninas.

Eso, evidentemente, ya es historia. Hoy, lo normal para los apóstoles del Progreso es gastar trajes italianos de mil euros, vivir en lujosos apartamentos de barrios exclusivos y, como principio y motor primero, no privarse nunca y bajo ninguna circunstancia de nada. En nombre del Progreso, claro. El pionero fue el mismo Arfonzo, que pasó de las gafotas cuadradas y la trenca raída al peluco suizo y el terno de alpaca en un pispás. Pero le sobraba osamenta y le faltaba elegancia y hondura intelectual. Por suerte, ahí estaban los protoprogres actuales para enderezar el rumbo, dando a luz una nueva casta que es la que hoy domina esta parte del mundo que aún llamamos España.

Pablo Molina, que ha dedicado varios años al estudio de la clase emergente –ya dominante–, ha encontrado ciertos patrones de conducta que se repiten en toda la población observada. Desde el más humilde gafapasta imitador de Pablo Motos que se pasea arrastrando su ejemplar de Público por las exposiciones de arte de vanguardia con aire de suficiencia hasta la aristocracia del gremio, que se muestra exuberante en la gala de los Goya, todos comparten un interés común: el dinero, la pasta, la guita, el parné, los billetes verdes que todo lo pueden y a todos contentan.

Esa fijación ha obrado la maravilla de que entre la alta progresía española se dé una concentración de capital equivalente a la que, en tiempos, disfrutaban los magnates de la industria pesada vizcaína y los empresarios del textil catalán juntos. Eso es mucho dinero, de ahí que la tele sea suya (en todos los sentidos), que los bancos de inversión les adoren, que los chefs y los diseñadores de postín se los rifen y que hasta la derechona de la que echan pestes caiga rendida a sus encantos.

Pero no son despiadados estraperlistas como los que triunfaban en la posguerra trapicheando con sacos de garbanzos y bidones de gasolina. Nada de eso. Son la conciencia de la sociedad, el tejido sano sin el cual el cáncer del embrutecido egoísmo capitalista se habría extendido ya por todo el cuerpo social. Son necesarios, y así nos lo hacen ver. Si viven a todo trapo es porque se lo merecen, lo que no significa, obviamente, que los demás podamos hacer lo mismo. Ellos, nosotros, simples zánganos que trabajamos para llevar un mediano pasar, son, somos, la verdadera amenaza.

Que se lo digan a Al Gore, que vela por la limpieza de los cielos contaminándolos sólo lo justo con su avión privado para transmitirnos, cheque mediante, la buena nueva. O a Noam Chomsky, incansable batallador anticapitalista que, sin embargo, procura colocar su bien ganado dinerito en los mercados especulativos, para que pase a sus hijas con algún cero de más. O a Ana Belén, santa madre del pijoprogrerío patrio, que lucha denodadamente por un mundo más justo desde su mansión de La Moraleja. La lista es tan larga como un chorizo de Cantimpalo, dicho sea esto sin segundas intenciones.

Pablo, que nunca ha permitido que una prosa coñazo e inaccesible le estropee un buen análisis, da cuenta de todo y de todos. Se pregunta, además, el porqué y el cómo para que usted, o yo, o nuestro respectivo vecino, pueda llegar también, si así le place, a alcanzar la magistratura pijoprogre, que en justicia merecemos todos. Tan sólo debe cumplir una condición: coja sus principios, métalos en una botella y arrójelos al océano, a ser posible el Pacífico.

Pensándolo bien, a mi ya se me han quitado las ganas. ¿Y a usted?

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martes, 12 de octubre de 2010

Objetores criminales

Juan Manuel de Prada en Religión en Libertad el 10 de octubre de 2010

En unos pocos años, los objetores de conciencia se convertirán en seres asociales, en peligrosos criminales.

La Asamblea Parlamentaria del Consejo de Europa aprobaba el otro día una resolución por la que solicita a los Estados miembros que respeten el derecho a la objeción de conciencia de los médicos que se nieguen a perpetrar abortos. Tal resolución se adoptó después de una votación apretadísima; y como resultado de la tramitación de sucesivas enmiendas a un texto originario que proponía exactamente lo contrario: es decir, exhortar a los Estados miembros a impedir el ejercicio de tal derecho, convirtiendo a los objetores en criminales. Ingenuamente, podríamos creer que se trata de una victoria de la objeción de conciencia; cuando, en realidad, se trata de una paso más en la paulatina conculcación de este derecho, que se ha convertido en una suerte de «concesión graciosa» que los Estados permiten, cuando y como les apetece o conviene. Pues desde el momento en que aceptamos que los derechos humanos, «indivisibles, inviolables e inherentes» a la persona, pueden ser remodelados, redefinidos, desnaturalizados o simplemente negados mediante votaciones o mayorías parlamentarias, hemos aceptado su conculcación.

Quienes promueven esta desnaturalización actúan de forma muy astuta, en su propósito de crear artificialmente una «opinión pública» favorable a sus manejos. Para lograr sus propósitos, desarrollan un activismo incansable en los organismos internacionales, donde se redactan textos en los que se redefinen constantemente los derechos humanos. Tales textos carecen de valor jurídico, pero tienen una gran importancia política, pues —por estar bendecidos desde instancias de tanto «predicamento»— crean un espejismo de «consenso internacional» y aparecen revestidos de una legitimidad de la que en realidad carecen. El Consejo de Europa es uno de los centros favoritos de los promotores del Nuevo Orden Mundial, desde el que se evacuan documentos sin valor jurídico que luego son asumidos por el activismo proabortista e introducidos en el lenguaje político, hasta que acaban siendo adoptados por los Estados, que a la vez que fingen obedecer una instrucción internacional pueden presumir de respetar los procedimientos democráticos (votaciones, mayorías parlamentarias, etcétera). Así se impone una nueva y más sibilina forma de totalitarismo que, a diferencia de los totalitarismos antañones, ya no actúa desde una esfera política exterior, sino modelando a su gusto y conveniencia la esfera interior o conciencia del individuo, mediante la manipulación de la «opinión pública» (que es como eufemísticamente se llama al rebaño sometido y adoctrinado).

En esta votación los promotores del Nuevo Orden Mundial no consiguieron aprobar un texto que satisficiera sus propósitos, por un levísimo error de cálculo. No importa: volverán a intentarlo en unos pocos años, y lograrán aprobar la ansiada resolución que exhorte a los Estados miembros a impedir el ejercicio de la objeción de conciencia. Cuando los Estados miembros la incorporen decididamente y sin ambages a sus legislaciones (en España ya la están incorporando sibilinamente, convirtiendo a los objetores en apestados), la «opinión pública» habrá dejado de resistirse. En unos pocos años, los objetores de conciencia se convertirán en seres asociales, en peligrosos criminales que pretenden impedir el libre ejercicio del sacrosanto "derecho al aborto". Así actúa el Nuevo Orden Mundial: con la irreprochable lógica del Mal.

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martes, 5 de octubre de 2010

Religión y sociedad civil

Dio que hablar el pasado mes de septiembre este artículo de Monseñor Jaume Pujol Balcells, Arzobispo de Tarragona, dirigido a los fieles de su diócesis, y por lo de siempre:

Todo ello implica también la obligación de no obedecer en conciencia cuando las leyes de las autoridades civiles se oponen a las exigencias del orden moral: “Hay que obedecer a Dios antes que los hombres” nos recuerdan los Hechos de los Apóstoles. Y ello es especialmente grave si esas leyes van en contra de la vida humana, desde la concepción hasta su fin natural.

Cuánto cuesta a algunos aceptar que se proponga esta visión de la vida humana junto con las suyas; para mí es que en el fondo les produce remordimientos, y no quieren ni oírla.

Naturalmente, los mismos pasaron de puntillas u obviaron olímpicamente lo que precedía inmediatamente al texto anterior:

Pero en toda relación humana hay contrapartida; por tanto, los ciudadanos tienen también unos deberes en relación a las autoridades civiles: han de considerar a sus superiores como representantes de Dios —así lo recuerda el Compendio—, ofreciéndoles una colaboración leal para el buen funcionamiento de la vida pública y social. Esto conlleva el amor y el servicio de la patria, el derecho y el deber de voto, el pago de los impuestos, la defensa del país y el derecho a una crítica constructiva.
A ver quien dice cosas así hoy día...

A continuación, el texto completo:

Además de recordarnos las obligaciones entre padres e hijos y las que surgen de las relaciones familiares el Compendio del Catecismo de la Iglesia Católica, al estudiar el cuarto mandamiento de la ley de Dios, nos recuerda también las obligaciones inherentes a las relaciones entre las personas y las autoridades civiles.

A este respecto habría que recordar que la palabra ministro —y bajo esta expresión hay que considerar a todos aquellos que detentan algún poder público— deriva del latín y significa “servidor”. Por lo tanto, a la hora de pensar cómo se ejerce la autoridad en los diversos ámbitos de la sociedad civil, hay que tener esa referencia. Se trata de un servicio que está obligado a respetar los derechos fundamentales del hombre, una justa jerarquía de los valores, las leyes, la justicia distributiva y el principio de subsidiariedad.

Recuerdo como una persona que pasaba unos días de descanso en Suiza, me decía que le explicaba orgulloso a un amigo que los funcionarios de ese país tienen muy claro que su función es la de servir a los ciudadanos que se acercan para solucionar alguna dificultad administrativa, lo que hace que el ciudadano no tenga miedo de enfrentarse a la administración pública y, al mismo tiempo, valora y respeta el trabajo del funcionario que intenta ayudarle. Puede parecer utópico, pero es lo que sería de desear. Después de todo, a los ministros y a los trabajadores de la administración pública los ponen y los pagan los ciudadanos. Cada uno, en el ejercicio de la autoridad, debe buscar el interés de la comunidad antes que el propio —lo que se llama el bien común—, y debe inspirar sus decisiones en la verdad sobre Dios, sobre el hombre y sobre el mundo.

Pero en toda relación humana hay contrapartida; por tanto, los ciudadanos tienen también unos deberes en relación a las autoridades civiles: han de considerar a sus superiores como representantes de Dios —así lo recuerda el Compendio—, ofreciéndoles una colaboración leal para el buen funcionamiento de la vida pública y social. Esto conlleva el amor y el servicio de la patria, el derecho y el deber de voto, el pago de los impuestos, la defensa del país y el derecho a una crítica constructiva. Todo ello implica también la obligación de no obedecer en conciencia cuando las leyes de las autoridades civiles se oponen a las exigencias del orden moral: “Hay que obedecer a Dios antes que los hombres” nos recuerdan los Hechos de los Apóstoles. Y ello es especialmente grave si esas leyes van en contra de la vida humana, desde la concepción hasta su fin natural.

Toda esta doctrina se encuentra ampliamente desarrollada en las cartas de San Pablo y también en las de San Pedro. Así, pues, los cristianos no hemos aprendido todo eso como una novedad de los últimos siglos con los avances que han traído el sistema democrático y el desarrollo de las libertades individuales. Se trata de una doctrina de ley natural que también nos recuerda el Nuevo Testamento. Lo que hace falta es que todos, unos y otros, la vivamos responsablemente.

lunes, 27 de septiembre de 2010

La valentía de Benedicto XVI

No es que yo sea un fan del diario La Vanguardia (Barcelona), tal y como es en la actualidad; pero ha sido el periódico con el que he echado los dientes en esto de la comunicación y, de vez en cuando, te sorprende, como con este editorial del día 19 de septiembre de 2010, que debieron encargarle a quien yo me sé.

La valentía de Benedicto XVI

EL papa Benedicto XVI acaba de realizar un valiente viaje a Inglaterra. El Papa alemán (el "pastor alemán", tituló un tabloide inglés poco después de la elección de Joseph Ratzinger como pontífice), el papa de Roma, ha visitado durante cuatro días el país que se enfrentó a muerte a Alemania en la Segunda Guerra Mundial; el país que hace cuatrocientos sesenta y siete años rompió puentes con la autoridad pontificia romana, promoviendo una iglesia nacional, coincidente en el tiempo con la reforma luterana.

Claves del viaje. Comencemos por la dimensión histórica que acabamos de citar. Ha sido la primera visita oficial del papa de Roma a Inglaterra desde que Enrique VIII decretase en 1534 el Estatuto de Primacía (Acts of Supremacy) que declaraba a la corona de Inglaterra como "única cabeza suprema en la tierra de la Iglesia de Inglaterra, llamada Ecclesia Anglicana". Un anterior viaje de Juan Pablo II no tuvo carácter oficial. La reaproximación de Roma a Inglaterra es un hecho histórico de primer orden que ninguna persona que tenga una mínima noción de los fundamentos europeos puede ignorar o minimizar. Por debajo de la confusa espuma de los días, las capas tectónicas de Europa se están moviendo.

La segunda clave podríamos decir que es de orden intelectual. Benedicto XVI ha sido la tercera personalidad extranjera invitada a hablar ante las autoridades británicas en el Westminster Hall, lugar de las primeras sesiones del Parlamento inglés. Antes lo hicieron Charles de Gaulle y Nelson Mandela. En su discurso, que conviene releer, el Papa realizó una decidida defensa del papel de la religión en la vida pública, tomando como referencia la figura de Tomás Moro, condenado a muerte en aquel lugar por defender sus ideas ante el dictado de la autoridad política. "Para los legisladores la religión no debe ser un problema que resolver, sino un contribuyente vital a la conversación nacional", dijo Benedicto XVI. En ese importante discurso, Joseph Ratzinger alertó contra la irrupción de un laicismo agresivo que pretende borrar las huellas de la religión en el espacio público. Dijo el Papa en Westminster: "Cada generación debe preguntarse ¿cuáles son los requerimientos que los gobiernos pueden imponer razonablemente a sus ciudadanos?". Los anglicanos escucharon con mucha atención las palabras del Papa. Estaban presentes en Westminster, David Cameron, Gordon Brown, Tony Blair y Margaret Thatcher. Tercera clave: el diálogo ecuménico con la Iglesia Anglicana, en el marco de la lenta pero posible reaproximación de las diferentes confesiones cristianas. El sector anglicano contrario a la ordenación de mujeres y homosexuales ya ha llamado a la puerta de Roma. Y por último lugar, aunque no lo último -en absoluto- la radical autocrítica por los casos de pederastia en la Iglesia y su encuentro con víctimas de las agresiones sexuales. La Iglesia católica se halla ante un grave asunto que está dañando su credibilidad y su autoridad moral. Esa es la realidad, pero sólo desde la más absoluta mala fe puede afirmarse o sugerirse que Benedicto XVI sea cómplice de tal situación. Al contrario, el mundo hoy conoce lo que ha pasado gracias a la firme determinación del Papa de reparar el grave pecado cometido por ministros de la Iglesia.

Un viaje valiente que ayuda a entender la importancia de la próxima visita de Benedicto XVI a Barcelona.

viernes, 24 de septiembre de 2010

En Westminster Hall

Por Jorge Hernández Mollar, en Málaga, el 24 de septiembre de 2010

La visita del Papa al Reino Unido nos ha dejado, en particular a los católicos, todo un legado doctrinal sobre los complejos y conflictivos debates que sobre materias éticas o morales, se producen en el seno de las sociedades democráticas occidentales.

Acertadamente escogió el Palacio de Westminster, lugar donde fue juzgado y condenado santo Tomás Moro por oponerse a Enrique VIII para no traicionar su conciencia. El contenido de su discurso no era otro que hacer unas profundas reflexiones sobre el vasto campo de la política y la incardinación o, mejor dicho, la proyección personal de las creencias religiosas en esa noble y secular actividad del ser humano.

Lo primero que hizo el Papa fue elogiar el parlamentarismo del que Gran Bretaña es ejemplo y referencia universal, como "democracia pluralista que valora enormemente la libertad de expresión, la libertad de afiliación política y el respeto por el papel de la ley…". No caben, pues, en esa loa a la democracia, a las libertades y a la propia ley, signos de autoritarismo doctrinal ni radicalismo conservador en la mente de quien, por su suprema autoridad, está obligado a defender los principios doctrinales y morales sobre los que se asienta la sociedad humana.

Benedicto XVI plantea como reto para la democracia si el consenso social es suficiente para avalar los principios éticos que sostiene el proceso democrático. La vida política no es un valor absoluto. La persona no puede perder su "individualidad" en su actuar político, en aras de aquellas decisiones colectivas que no tengan un sustento moral o ético aunque cuenten con el consenso social.

El nudo gordiano de la cuestión radica, pues, en una pregunta central: "¿Dónde se encuentra la fundamentación ética de las deliberaciones políticas?". Aquellos que excluyen al individuo como ser integral capaz de proyectar sus principios, sus pensamientos, sus convicciones religiosas en su trabajo ordinario sea la política o cualquier otra, pretenden que su conciencia personal se supedite y se diluya en favor de lo social, lo colectivo, en definitiva en favor del Estado.

El discurso del Papa en Westminster Hall clarifica cuál es el papel de la religión en estas cuestiones: "El papel de la religión en el debate político no es… proponer soluciones políticas concretas, algo que está totalmente fuera de la competencia de la religión. Su papel consiste más bien en ayudar a purificar e iluminar la aplicación de la razón al descubrimiento de principios morales objetivos".

En definitiva, no hay contraposición entre razón y moral, razón y religión. Las dos se necesitan e incluso se corrigen en determinados supuestos. Tan distorsionador, según algunas reflexiones del Papa, es la razón cuando es manipulada por las ideologías como cuando la religión se deforma bajo fórmulas de sectarismo y fundamentalismo. Una y otra pueden actuar de elementos correctores para paliar sus excesos.

Sus palabras alcanzan también al creciente laicismo que, desde la llegada al poder del actual Gobierno socialista, se detecta en la sociedad española: "Desde este punto de vista no puedo menos que manifestar mi preocupación por la creciente marginación de la religión, especialmente del cristianismo, en algunas partes, incluso en naciones que otorgan un gran énfasis a la tolerancia. Hay algunos que desean que la voz de la religión se silencie o al menos que se relegue a la esfera meramente privada".

Huelga decir que recientes debates de la vida política nacional han provocado declaraciones de políticos de la izquierda socialista y comunista en este sentido. Se trata de silenciar a los católicos y que dejen al salir de casa colgadas en el ropero, sus ideas, sus creencias y sus principios y que acepten sin rechistar la aplicación de las leyes que, aun siendo moralmente injustas, tienen la legitimidad de una mayoría que se hace portavoz de un consenso social sin más fundamento que un relativismo materialista y consumidor en todas sus acepciones.

Vale la pena pues, que no sólo los católicos, leamos y estudiemos los discursos y reflexiones de un Papa que, como Benedicto XVI, tratan sólo de aportar serenidad, sensatez y profundidad teológica a las grandes cuestiones que hoy preocupan y angustian a la sociedad en el mundo: los pecados y errores de la propia Iglesia, la crisis económica y moral, los movimientos migratorios y la pobreza, el terrorismo y el fundamentalismo integrista, los conflictos bélicos, las catástrofes medioambientales, etcétera.

domingo, 19 de septiembre de 2010

La dimensión ética de la política

Lo he explicado en cambiaelmundo: como uno siga el viaje del Papa Benedicto XVI al Reino Unido por la mayoría de los medios de comunicación, le habrán escamoteado todo lo verdaderamente importante, por ejemplo, el Encuentro con exponentes de la sociedad civil, del mundo académico, cultural y empresarial, con el Cuerpo Diplomático y con líderes religiosos en el Westminster Hall (City of Westminster), el 17 de septiembre pasado.

Es un discurso importante, en el que el Papa hace un servicio impagable a la moderna sociedad occidental, yendo a la raíz de los males y de las esperanzas de nuestra convivencia. Leerlo, meditarlo, tomar nota y traducirlo en acción política, cultural y religiosa en su más amplio sentido, es la gran aportación que los católicos y las personas de buena voluntad de Gran Bretaña, de Europa y de occidente, comprometidos con la mejora del mundo, pueden hacer.

Copio algunas frases:

En particular, quisiera recordar la figura de Santo Tomás Moro, el gran erudito inglés y hombre de Estado, quien es admirado por creyentes y no creyentes por la integridad con la que fue fiel a su conciencia, incluso a costa de contrariar al soberano de quien era un “buen servidor”, pues eligió servir primero a Dios.

La tradición parlamentaria de este país debe mucho al instinto nacional de moderación, al deseo de alcanzar un genuino equilibrio entre las legítimas reivindicaciones del gobierno y los derechos de quienes están sujetos a él.

Si los principios éticos que sostienen el proceso democrático no se rigen por nada más sólido que el mero consenso social, entonces este proceso se presenta evidentemente frágil. Aquí reside el verdadero desafío para la democracia.

Ya que “toda decisión económica tiene consecuencias de carácter moral” (Caritas in veritate, 37), igualmente en el campo político, la dimensión ética de la política tiene consecuencias de tal alcance que ningún gobierno puede permitirse ignorar.

La tradición católica mantiene que las normas objetivas para una acción justa de gobierno son accesibles a la razón, prescindiendo del contenido de la revelación. En este sentido, el papel de la religión en el debate político no es tanto proporcionar dichas normas, como si no pudieran conocerlas los no creyentes. Menos aún proponer soluciones políticas concretas, algo que está totalmente fuera de la competencia de la religión. Su papel consiste más bien en ayudar a purificar e iluminar la aplicación de la razón al descubrimiento de principios morales objetivos.

lunes, 13 de septiembre de 2010

Pañuelo verde

Por Andrés Ollero, en ABC de Sevilla e Ideal Granada (por lo menos), el 29 de agosto de 2010.

Los Verdes de Andalucía han remitido un escrito a la Ministra de Defensa, pidiéndole que impida la beatificación de Fray Leopoldo de Alpandeire en la base aérea de Armilla, por considerar que es "un acto religioso ajeno al Ejército".
(IDEAL 12 agosto 2010)

El albero ha sido siempre tierra acogedora. No sólo presta su color para suavizar un marco que exige sol y moscas; se ofrece también sin tasa como generoso espacio público. Puedo presumir de haber pisado el de la Maestranza ya de niño, y no precisamente en un festival para promesas. Se celebraba un festejo vaticano en el que abría cartel Domingo Savio (con falta de ortografía, pensaba yo, ajeno a influjos salesianos); allá que fuimos desde Portaceli los alumnos de los jesuitas, movilizados al efecto, a una liturgia sin toros ni toreros.

Habrá quienes hayan pisado algún ruedo como palmeros de un mitin electoral, en el que ni siquiera se controla si los candidatos se han sometido o no a alguna suerte de afeitado; otros para seguir de cerca un doble de la Copa Davis. Nada digamos de esos ruedos multiuso, con derecho a claraboya, que han acabado proliferando. No hay severo maestrante que, viendo peligrar el tarro de las esencias, ponga el grito en el cielo. Si exige, para evitar profanaciones, que sólo quepa pisar el albero tocado de montera, castoreño, gorra o, al menos, con presentable cornamenta, se lo achacará a resabio de sectarismo excluyente, propio de tiempos felizmente superados por el «tó pal pueblo».

Quien no piensa así es una de esas tribus de verdes que, en régimen de minifundio, aspiran a repoblar la arena política española; así les va. Al parecer, han tropezado con algún exótico mosto y la han cogido laicista. Habían conseguido convencer de que donde esté el amor se vaya al cuerno la guerra, pero ahora proponen una variante: si se trata de amor de fraile, los pacifistas habrán de travestirse en militaristas de estricta observancia. Vaya por Dios…

Estos verdes están en efecto muy verdes. Su portavoz alega que el nuestro es un Estado «aconfesional». Esto impediría, a su errado juicio, beatificar a Fray Leopoldo en unas instalaciones públicas adscritas al Ministerio de Defensa; o sea, celebrar un popular homenaje a Santa Ángela de la Cruz en Tablada. No saben que el Tribunal Constitucional, con motivo de un pedazo de parada militar organizada en Valencia, con ocasión de un centenario de la advocación Virgen de los Desamparados, dejó el asunto bastante claro: las Fuerzas Armadas no sólo pueden participar en actividades religiosas sino incluso organizarlas; no en vano la Constitución obliga a los poderes públicos a tener en cuenta las creencias de la sociedad y cooperar consiguientemente con las demandas ciudadanas.

La verdad es que a mi buena amiga Carmen Chacón la traen loca. Un día le obligan a convertir la salve marinera en himno subversivo; no mucho antes, a que los militares figuren en la procesión del Corpus de Toledo sin bandera, como si fueran un grupo de excursionistas; pero, semana y pico después del Carmelo, el Rey de España da un abrazo de colega al mismísimo apóstol Santiago, como si fuera uno más de los millones de europeos que así vienen haciéndolo desde hace siglos. A dónde vamos a parar, le habrá dicho más de uno a la ministra… Cómo es posible que sigamos esclavizados por estos fetichismos, a pesar de la incansable militancia de las logias de la religión civil. A quien habría que dar culto es a la inmaculada concepción de la neutralidad laicista, convertida ahora en pachamama de esos verdes que intentan desagraviar su enojo.

Hay que reconocer que a la ministra esta vez el alto mando le ha permitido acertar. Ha sacado solemne el pañuelo verde y ha devuelto al portavoz al corral; con la esperanza de que, en su hábitat natural, reflexione con más serenidad que en las áridas pistas de Armilla.

viernes, 10 de septiembre de 2010

Laicismo y neopaganismo

Artículo de Carlos Colon, profesor de la facultad de Comunicación de la Universidad de Sevilla, en Diario de Sevilla, el martes 24 de agosto de 2010

No comparto la idea cada vez más extendida de que la ausencia de símbolos religiosos, y su sustitución por otros de carácter poético o vagamente pagano, baste para unir a creyentes y no creyentes en una especie de simbología laica no connotada. Especialmente en lo que se refiere a los ritos funerarios o la conmemoración de las víctimas de alguna desgracia. Porque si resulta abusivo para los no creyentes que se diga una misa o se coloque una cruz allí donde se recuerda la tragedia, igualmente abusivo me parece que las víctimas creyentes tengan que ser despedidas o recordadas en los actos colectivos con ritos, símbolos o frases supuestamente neutrales, por así decir aptas para todos los públicos, pero en realidad cargadas de connotaciones.

Estoy seguro de que se trata de una cuestión muy personal que no sólo no compartirán los no creyentes, sino muchos creyentes políticamente correctos que han sido convencidos de que son más tolerantes y progresistas cuanto más disimulen sus convicciones o escondan sus símbolos en los espacios públicos supuestamente neutrales. Sin embargo no creo que, como ha sucedido con los monumentos recientemente inaugurados para recordar a las víctimas de una tragedia aérea, sea necesario, para no herir sensibilidades, recurrir a frases como: "En algún lugar. Siempre en nuestros corazones". O epitafios como: "Que no quede el vacío mientras la luz eterna, como las olas, ilumine el instante efímero de tu partida", escritos con mejores intenciones que resultados para crear un espacio neutral.

Algo parecido sucede con la moda de los Jardines de los Ausentes que, aunque quienes lo promuevan no lo sospechen, recuerda la retórica y mitología pagano-fascista. ¿O no recuerdan como llamaban los falangistas a José Antonio Primo de Rivera? El Ausente.

En España, como Franco se inventó con tanto provecho para él aquella menestra de falangistas, tradicionalistas y conservadores de todo signo a la que llamó el Movimiento, tal vez no se tenga memoria de la fuerza que tuvieron los ritos antijudeocristianos y esotérico-neopaganos entre los nazis (corriente ariosófica y völkisch) y los fascistas (el Imperialismo Pagano de Julius Evola o el fascio-paganismo de Giuliano Kremmerz). Las actuales manifestaciones enlazan, sin quererlo, con ellas; no por la vía del nazismo o el fascismo, afortunadamente, sino por la del neopaganismo, esta vez en versión New Age.

Confundir un espacio público común y asépticamente racional con estos ritos supuestamente laicos está más cerca de estos precedentes neopaganos que de la razón kantiana que alumbró la Ilustración.

sábado, 14 de agosto de 2010

József Mindszenty

Esta mañana mi estima intelectual ha remontado varios sótanos, gracias a la lectura del último artículo de mi admirado de Prada en XLSemanal: Todo un personaje, aún no subido a la web de la revista.

Reconoce de Prada no haber oído hablar hasta ahora mismo de József Mindszenty, el Cardenal Mindszenty, mientras que yo ya leí sus memorias en mis tiempos universitarios. Fue durante mi etapa más activamente anti comunista, los primeros 80 del siglo pasado, cuando los misiles estaban en ristre, el tiempo en que me emocionaba con el martirio de Popieluszko, seguía con atención y criba las informaciones de las guerras de Angola y El Salvador, y leía a Solzhenitsyn, Valladares y, por supuesto, Mindszenty; cuando, en 1980, hice descorchar una botella de cava a mi padre para celebrar la elección de Ronald Reagan como Presidente de los Estados Unidos.

De Prada imagina al Cardenal Mindszenty un poco turbulento, un tanto impulsivo, un mucho tozudo y discutidor (...) esa voluntad acérrima de enfrentamiento con el poder temporal. Yo, sí y no, aunque mi recuerdo es vago transcurridos tantos años; pienso que, como a Fisher y a tantos otros antes y después que él, le consumía el Honor de Dios, que es la salvación de las almas, y que actuó con la tozudez y la valentía de la santidad pura.

En todo caso, una figura que rescatar del olvido, para que sirva de inspiración y nos de el coraje que piden los tiempos.

domingo, 1 de agosto de 2010

Laicidad y Laicismo

Andrés Ollero es de sobra conocido por los lectores de este blog, como lo es su empeño por explicar la diferencia -importante-, entre laicidad y laicismo, por activa, pasiva y perifrástica.

El tema lo ha abordado desde multitud de perspectivas, predominantemente jurídicas, con rigor y con humor; pero en su obra Laicidad y laicismo lo hace por la directa.

Ahora, acaba de publicarlo la Universidad Nacional Autónoma de México y, como es habitual en esta institución, se halla disponible en la red, en el enlace antes citado.

Espero -como el autor-, que resulte de interés.

viernes, 23 de julio de 2010

Menos progres de lo que aparentan

Los boletines de la agencia ACPRENSA son siempre interesantes; pero, con frecuencia son, además, estimulantes para la razón y la argumentación. El siguiente artículo es, en mi opinión, una prueba antológica, otra vuelta de tuerca de la "espiral del silencio".

Las personas con mayor nivel educativo que se declaran de izquierdas son en realidad más conservadoras de lo que parece. Así lo muestra un estudio de la Universidad de Leicester (Reino Unido), que acaba de sacar los colores a los llamados “socialistas de champán”: esos cuya confortable posición les permite difundir estilos de vida en los que la mayoría de la gente no se reconoce.

Firmado por Juan Meseguer
ACEPRENSA: 20 Julio 2010

El estudio, realizado por el profesor James Rockey, del Departamento de Economía de la Universidad de Leicester, se basa en los datos de las cinco primeras oleadas de la Encuesta Mundial de Valores y abarca un período de más de 20 años. A partir de estos sondeos, Rockey examina las ideas políticas de unos 136.000 ciudadanos de 82 países.

De esta manera, trata de discernir entre los verdaderos izquierdistas y los que creen que lo son… pero no lo son tanto. Una de las variables clave del estudio es la percepción que cada individuo tiene de sus ideas políticas; es decir, cuánto de izquierdas o de derechas se consideran ante determinadas cuestiones.

En una escala de 1 a 10, los encuestados tenían que señalar el número que mejor reflejaba sus ideas. Por ejemplo: “Los ingresos deberían ser más equitativos” (1 = la posición más a la izquierda), en comparación con “Necesitamos diferencias de ingresos más grandes como incentivos” (10 = la posición más a la derecha).

La conclusión más sorprendente del estudio es que las personas con mayor nivel educativo tienden a pensar que son bastante de izquierdas, y así lo declaran. Pero si se comparan sus respuestas con las del resto de la población, lo cierto es que piensan cosas que en realidad les sitúan a la derecha.

¿A qué se debe esta falta de realismo? El profesor Rockey apunta dos posibles explicaciones: “Un primer factor es que la gente se compara con los de su entorno, no con la población global. El segundo es que las ideas políticas evolucionan con el tiempo”.

La moda del “marxismo Gucci”
Que las ideas de una persona evolucionan a lo largo de la vida no es un gran descubrimiento. Es conocida la hipótesis formulada en el siglo XIX por el historiador francés François Guizot, y popularizada más tarde por Georges Clemenceau y Bernard Shaw: “Si a los 20 años no eres socialista, te falta corazón. Si a los 40 no eres conservador, te falta cabeza”.

Lo curioso del asunto es que quienes se declaran de izquierdas no reconozcan ese cambio. Al revés, ahora se apuntan a la moda del “marxismo Gucci”; una tercera vía muy prometedora que te permite calzarte unos manolos, mientras sigues pensando que eres aquel rebelde que militaba hace décadas en contra del sistema.

Ahí tenemos a Jaume Roures, dueño de Mediapro, que nos deleitaba hace unos meses con una perla: “Si hay algo que se ha puesto de actualidad con esta crisis es lo que Marx decía hace 150 años: que la avaricia de unos pocos lleva a la pobreza de todos, o que los ricos cada día serán más ricos y los pobres, más pobres”. Completamente de acuerdo.

Por qué se extiende lo progre
En un comentario al estudio de la Universidad de Leicester, el columnista Ed West abunda un poco más en lo que dice Rockey sobre la influencia del entorno social en la configuración de las propias ideas políticas.

En su blog del Telegraph, relata su experiencia: “Conozco a muchos izquierdistas que no tienen ni un solo amigo conservador, ni siquiera les han escuchado explicar directamente o a través de la radio sus puntos de vista, ni tampoco han leído una sola opinión que discrepe de las suyas”.

A West le sorprende que cada vez que entra en una librería de Londres, no encuentra un solo libro representativo de sus ideas. “Los tories siempre llevamos bajo el brazo un puñado de libros de izquierdas. Y no es porque seamos especialmente abiertos de mente, sino porque ésta es la cultura dominante y no tenemos elección”.

West recurre a las ideas de Cass Sustein, profesor en la Escuela de Derecho en Harvard, para explicar por qué los políticos se han apuntando con entusiasmo durante las últimas décadas a las causas más radicales: las creencias extremistas se convierten en ortodoxas, cuando nadie está dispuesto a plantarles cara.

De manera que lo que hace unos años era impensable, termina convirtiéndose en algo de dominio público. “El proceso se acelera por cascada”, dice West. “La gente empieza a pensar de una forma y a expresar sus nuevos puntos de vista, sólo porque presupone que los demás piensan lo mismo”.

En otras palabras, la suposición de que uno vive rodeado de izquierdistas convencidos lleva a los conservadores a no expresar sus verdaderas ideas en público. Esta actitud acomodaticia es lo que alimenta una estructura de corrección política, de la que no conviene discrepar.

Si llevamos la tesis de West (o de Sustein) hasta sus últimas consecuencias, al final queda una pregunta en el aire: ¿no nos habrán metido los conservadores en todo este tinglado progre?

domingo, 4 de julio de 2010

Bosque



Aquí es donde pienso perderme durante unos días; offline. Volveré antes de que acabe el mes (D.m.). Hasta entonces, que os vaya bien a todos.

viernes, 25 de junio de 2010

Laicidad y libertad religiosa

Por Juan Moya, Doctor en Medicina y en Derecho Canónico, en Análisis Digital, hoy, 25 de julio de 2010

El arzobispo Dominique Mamberti, encargado de Relaciones Exteriores de la Santa Sede, ha intervenido en La Habana en unas jornadas sobre la laicidad del Estado. Nos vienen muy bien en nuestro país algunas de las cosas que allí ha dicho.

En primer lugar conviene recordar que tanto el término como la realidad misma de la “laicidad” no existiría sino fuera por el cristianismo, pues sin la distinción fundamental que Jesucristo hizo entre lo que el hombre debe a Dios y lo que debe al “César” no podríamos hablar de laicidad. Como ha dicho Benedicto XVI, desde su origen el cristianismo es una religión universal y por tanto “no identificable con un Estado; presente en todos los Estados y distinta de cada uno de ellos. La religión y la fe no están en la esfera política sino en otra esfera de la realidad humana; y la política, el Estado, no es una religión sino una realidad profana con una misión específica. Y las dos realidades deben estar abiertas una a la otra”.

El término “laicidad” ha sido desvirtuado por el uso que se le ha dado en el ámbito político. “Laicidad” deriva de “laico” y tiene su origen en el ámbito eclesial, como cualquier persona medianamente informada sabe. Y el “laico”, en su acepción más elemental era y es “el que no es clérigo”, pero no como realidades contrapuestas, sino simplemente distintas y complementarias. Ahora –en realidad desde el Iluminismo de la revolución francesa- algunos emplean ambos términos con un sentido de oposición neta entre la vida civil y la vida religiosa o eclesial, como si se tratara de dos enemigos incompatibles. Señala el Papa que “en los tiempos modernos ha tenido el significado de exclusión de la religión y de sus símbolos de la vida pública mediante el confinamiento al ámbito privado y de la conciencia individual. Así ha sucedido que al término laicidad se le ha atribuido una acepción ideológica opuesta a la que tenía en su origen”.

Así pues, la laicidad se ha convertido en laicismo: es decir, en una visión de la vida civil en la que se excluye la dimensión pública religiosa de la vida humana. En este sentido la laicidad laicista no asegura, sino más bien obstaculiza, el derecho a la libertad religiosa. Y es que la supuesta neutralidad del Estado con relación al credo de sus ciudadanos es insuficiente, pues los Estados tienen que garantizar la libertad religiosa de esos mismos ciudadanos. De lo contrario, si se subordina la libertad religiosa a cualquier otro principio, “la laicidad tiende a transformarse en laicismo, la neutralidad en agnosticismo y la separación en hostilidad”, ha escrito el profesor Martín de Agar. En este caso, paradójicamente, el Estado supuestamente neutral, pasa a ser un Estado “confesional”, cuya “religión” es la ideología laicista, “hasta con sus ritos y liturgias civiles”.

Como decía Juan Pablo II cuando estuvo en Cuba en 1998, “el Estado, lejos de todo fanatismo o secularismo extremo, debe promover un clima social sereno y una legislación adecuada, que permita a toda persona y a toda confesión religiosa vivir libremente su propia fe, expresarla en ámbitos de la vida pública y poder contar con los medios y espacios suficientes para ofrecer a la vida de la Nación sus propias riquezas espirituales, morales y cívicas”.

Y es que el cuidado del Estado por el bien de los ciudadanos no puede limitarse a algunas dimensiones de la persona, como la salud física, el bienestar económico, etc. “El hombre se presenta frente al Estado también con su dimensión religiosa”, lo que implica que el Estado no impida los actos voluntarios y libres de la persona hacia su Creador. “Esos actos no pueden ser mandados ni prohibidos por la autoridad humana”, ha afirmado Benedicto XVI, que por el contrario tiene el deber de respetar y promover esa dimensión.

El derecho a la libertad religiosa no se garantiza por el mero hecho de no hacer violencia o no intervenir en las convicciones personales, o por limitarse a respetar la manifestación de la fe en el ámbito propio del culto, pues no se debe olvidar que “la misma naturaleza social del hombre exige que éste exprese externamente los actos internos de religión, que se comunique con otros en materia religiosa, y que profese de modo comunitario su religión”, sigue diciendo el Papa. La libertad religiosa no sólo es un derecho del individuo, sino también de la familia, de los grupos religiosos y de la Iglesia misma, como proclamó el Concilio Vaticano II en el Decreto “Dignitatis humanae”.

Se trata, en palabras de Mons. Mamberti, de “coordinar rectamente laicidad y libertad religiosa, tomando la primera como un medio importante pero no exhaustivo para respetar la segunda”, sin reduccionismos que terminen negándola.

* Foto: Estandarte, Virgen de Montserrat, Granada 020607, © atarifa

jueves, 10 de junio de 2010

Hombres sin tradición

Al hilo del pasado discurso del Papa Benedicto XVI a los intelectuales reunidos en Lisboa, De Prada continúa desarrollando su tesis -que comparto- del desarraigo, labor con la que la Nueva Tiranía persigue dominar al Hombre, convertido en un pelele incapaz de explicar el mundo y a sí mismo al quedar desligado de la Tradición, la cultura de la que procede.

Por JUAN MANUEL DE PRADA, ABC, 15 de mayo de 2010

EN su breve discurso a los «cultivadores del pensamiento, la ciencia y el arte» congregados en Lisboa, Benedicto XVI acierta a definir la tragedia más honda de nuestra época, que no es otra sino la ruptura con la tradición, con todo ese acervo de sabiduría acumulada que, revitalizado por cada generación, se entrega a la generación siguiente, para ayudarla a descifrar el mundo. «En efecto -ha señalado el Papa-, en la cultura de hoy se refleja una «tensión» entre el presente y la tradición, que a veces adquiere forma de «conflicto». La dinámica de la sociedad absolutiza el presente, aislándolo del patrimonio cultural del pasado y sin la intención de proyectar un futuro». Y un presente desgajado del acervo cultural que lo explica acaba arrojando a sus hijos a la intemperie; o, todavía peor, los recluye en las mazmorras donde los aguardan los tiranos disfrazados de mesías que saben que los pueblos sin traditio (los pueblos que ya nada tienen que entregar, puesto que nada han recibido) son los más vulnerables a la ingeniería social.

Esta ruptura con la tradición se nos vende, por supuesto, como una suerte de liberación mesiánica. Absolutizando el presente -por emplear la expresión papal-, los hombres llegan a creerse dioses; y olvidan que las ideas nuevas que les rondan la cabeza (que, por supuesto, son ideas inducidas por el tirano de turno, que ha modelado a su gusto la esfera interior de sus conciencias) son repetición de los viejos errores de antaño, esos errores que sólo a la luz de la tradición se delatan. Porque la tradición nos conecta con un depósito de sabiduría acumulada que sirve para explicar el mundo, que ofrece soluciones a los problemas en apariencia irresolubles que el mundo nos propone; problemas que otros confrontaron antes que nosotros, que otros discurrieron antes que nosotros, que otros dilucidaron antes que nosotros. Y cuando los vínculos con ese depósito de sabiduría acumulada son destruidos, cualquier intento de comprender el mundo se hace añicos, se liga fatalmente a impresiones contingentes, se zambulle en un carrusel de aturdimiento y banalidad. Y así, subidos a lomos de ese carrusel, nos quieren los nuevos tiranos, para que nuestra orfandad sin vínculos con la tradición se convierta en el terreno de cultivo de sus consignas ideológicas, que actúan a modo de implantes emocionales en nuestros cerebros y en nuestras almas.

A nadie se le escapa que en este rechazo de la tradición subyace un aborrecimiento de la verdad; esto es, un intento de negar la existencia de una naturaleza humana objetiva, dotada de racionalidad ética. «Este «conflicto» entre la tradición y el presente -proseguía Benedicto XVI en su discurso lisboeta- se expresa en la crisis de la verdad; pero sólo ésta puede orientar y trazar el rumbo de una existencia lograda, como individuo o como pueblo. De hecho, un pueblo que deja de saber cuál es su propia verdad, acaba perdiéndose en el laberinto del tiempo y de la historia, sin valores bien definidos, sin grandes objetivos claramente enunciados». Quien defiende hoy en Occidente la verdad que puede orientar el rumbo de una existencia lograda, para los individuos y para los pueblos, es la Iglesia católica; quien resguarda el legado de la traición, en medio de las invasiones bárbaras que arrojan al hombre a un laberinto sin salida de ideologías nefastas, es la Iglesia católica; quien no declina en su misión prioritaria de «llevar a las personas a mirar más allá de las cosas penúltimas y ponerse a la búsqueda de las últimas» es la Iglesia católica. Por eso se le niega la condición de interlocutor en un mundo ensordecido por la repetición de viejos errores; en un mundo que quiere a sus hijos arrojados a la intemperie, o todavía peor, recluidos en la mazmorra de los pueblos lobotomizados que han renunciado a su tradición.

domingo, 6 de junio de 2010

Laicismo empobrecedor y discriminatorio

Capítulo de la ponencia presentada por Andrés Ollero Tassara en la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas, el martes 25 de mayo de 2010, titulada La crítica de la razón tecnológica. Benedicto XVI y Habermas, un paralelismo sostenido.

Analizar la dimensión reaccionaria del laicismo nos encaminaría a Regensburg. Resulta obvio que “en el mundo occidental está muy difundida la opinión según la cual sólo la razón positivista y las formas de la filosofía derivadas de ella son universales. Pero las culturas profundamente religiosas del mundo consideran que precisamente esta exclusión de lo divino de la universalidad de la razón constituye un ataque a sus convicciones más íntimas. Una razón que sea sorda a lo divino y relegue la religión al ámbito de las subculturas, es incapaz de entrar en el diálogo de las culturas”[34]. La propuesta laicista, que pretende fundar la comunicación intercultural sobre una incomunicación con las religiones, no parece resultarle demasiado coherente. Benedicto XVI lo tiene tan asimilado que no le cuesta mucho improvisarlo, ya el 11 de mayo de 2010 en pleno vuelo hacia Lisboa, ante periodistas: “una cultura europea que fuera únicamente racionalista no tendría la dimensión religiosa trascendente, no estaría en condiciones de entablar un diálogo con las grandes culturas de la humanidad, que tienen todas ellas esta dimensión religiosa trascendente, que es una dimensión del ser humano. Por tanto, pensar que hay sólo una razón pura, antihistórica, sólo existente en sí misma, y que ésta sería la razón, es un error”.

No tiene la menor duda de que “escuchar las grandes experiencias y convicciones de las tradiciones religiosas de la humanidad, especialmente las de la fe cristiana, constituye una fuente de conocimiento; oponerse a ella sería una grave limitación de nuestra escucha y de nuestra respuesta”. De ahí que haya que mostrar “la valentía para abrirse a la amplitud de la razón, y no la negación de su grandeza”[35].

Que un Papa afirme todo esto no puede sorprender a nadie, pero el propio Habermas no tendrá tampoco nada que objetar; muy al contrario: se cuestionará si es “la ciencia moderna una práctica que puede explicarse completamente por sí misma” y, sobre todo, si “determina performativamente la medida de todo lo verdadero y todo lo falso”, o si “puede más bien entenderse como resultado de una historia de la razón que incluye de manera esencial las religiones mundiales”[36].

El intento laicista de encerrar toda proyección de lo religioso en catacumbas privadas no implica sólo la discriminación de individuos y grupos sino, más allá, un lamentable empobrecimiento colectivo. Para Benedicto XVI, “la religión cristiana y las otras religiones pueden contribuir al desarrollo solamente si Dios tiene un lugar en la esfera pública, con específica referencia a la dimensión cultural, social, económica y, en particular, política”. Le parece urgente, citando a Juan Pablo II, reivindicar esa “carta de ciudadanía”. No duda en parangonar “la exclusión de la religión del ámbito público” con “el fundamentalismo religioso”, porque ambos impedirían “el encuentro entre las personas y su colaboración para el progreso de la humanidad. La vida pública se empobrece de motivaciones y la política adquiere un aspecto opresor y agresivo. Se corre el riesgo de que no se respeten los derechos humanos, bien porque se les priva de su fundamento trascendente, bien porque no se reconoce la libertad personal. En el laicismo y en el fundamentalismo se pierde la posibilidad de un diálogo fecundo y de una provechosa colaboración entre la razón y la fe religiosa”[37].

Será, sin embargo, Habermas quien abordará las inconsecuencias del laicismo con una desenvoltura que no he encontrado en autor católico alguno. Ya ha habido referencias a ello en esta casa en ocasión anterior y yo mismo las he abordado en el libro aquí recientemente presentado[38]. A su juicio, “el Estado liberal incurre en una contradicción cuando imputa por igual a todos los ciudadanos un ethos político que distribuye de manera desigual las cargas cognitivas entre ellos”. La desigualdad surge ante la obligada “traducibilidad de las razones religiosas” y la “precedencia institucional de que gozan las razones” agnósticas, lo que exige a los creyentes “un esfuerzo de aprendizaje y de adaptación” que se ahorran los que no lo son. No bastaría con admitir “manifestaciones religiosas en la esfera público-política”; habría que asegurarse de que “a todos los ciudadanos se les puede exigir que no excluyan el posible contenido racional de estas contribuciones”. Será, por supuesto, necesaria la “traducción institucional de las razones religiosas”, que da por hecho que -en nuestro contexto cultural- “asumen los ciudadanos creyentes”[39].

No le parece tan seguro que los ciudadanos no creyentes manifiesten similares habilidades; más bien apunta “que está lejos de ser evidente en las sociedades secularizadas de Occidente”. De ahí que les invite a “un cambio de mentalidad que no es menos cognitivamente exigente que la adaptación de la conciencia religiosa a los desafíos de un entorno que se seculariza cada vez más”. Sería una de las tareas pendientes de “una Ilustración que se cerciora críticamente de sus propias limitaciones”: ser capaz de comprender la “falta de coincidencia con las concepciones religiosas como un desacuerdo con el que hay que contar razonablemente”. En conclusión, nos dirá: “la ética democrática de la ciudadanía, en la interpretación que yo he propuesto, sólo se le puede exigir razonablemente a todos los ciudadanos por igual” cuando todos, los creyentes y los agnósticos, “recorran procesos de aprendizaje complementarios”[40].

No sólo las confesiones religiosas poco dadas a proponer ensanchamientos de la razón, implícitamente aludidas con no poco escándalo en Regensburg, habrían pues de cambiar de mentalidad.

viernes, 4 de junio de 2010

Conexión entre el adoctrinamiento escolar, la ideología de género y la expulsión de los crucifijos

Grégor Puppinck, director del ECJL, lo ha resaltado en un desayuno de trabajo organizado por Profesionales por la Ética.


REDACCIÓN HO.- Esta mañana ha tenido lugar en Madrid un desayuno de trabajo sobre el tema Las religiones ¿fuera de la ciudadanía europea? Organizado por Profesionales por la Ética, el acto ha contado con la presencia de Grégor Puppinck, director del ECJL (European Center for Law and Justice), una entidad cuya sede principal se encuentra en Estrasburgo y que tiene como objeto salvaguardar y proteger los derechos humanos y las libertades civiles.

Puppinck ha acudido a España para intervenir como experto en la Reunión de Alto Nivel sobre La libertad religiosa en las sociedades democráticas organizada por el Gobierno español esta misma semana en Córdoba.

Para Puppinck, la discusión de fondo de la reunión de Córdoba era la presencia del Islam en Europa y su futuro. En su opinión, ha prevalecido una tendencia a favorecer el Islam. Sobre el futuro de la sociedad europea, el director del ECJL ha indicado que existe una corriente secularista que evita toda referencia religiosa en nombre de la tolerancia y el pluralismo, pero que pretende alianzas con el Islam:

En Córdoba he percibido que la cuestión de las religiones se plantea en términos de conflicto, de reivindicación de derechos de una minoría frente a una mayoría pero no hay un interés por buscar soluciones ni en buscar el bien común”.

En materia de libertad religiosa, Puppinck ha explicado que el ECJL colabora en el procedimiento jurídico seguido ante el Tribunal Europeo de Derechos Humanos (TEDH) sobre la presencia del crucifijo en un centro público italiano:

Este tema es de enorme trascendencia porque el Tribunal de Estrasburgo ha considerado que la presencia del crucifijo afecta a la educación y a la libertad”.

Para Puppinck, la reciente detención de un clérigo anglicano en Reino Unido, por predicar que la práctica de las relaciones homosexuales es un pecado, tiene mucho que ver con la expulsión de los crucifijos o con la Educación para la Ciudadanía en España.

El ECJL asesora a Profesionales por la Ética en la demanda presentada el pasado 19 de marzo por más de 100 padres objetores ante el TEDH en materia de objeción a Educación para la Ciudadanía. Este procedimiento es seguido con el máximo interés por la entidad dirigida por Puppinck, quien asegura que “en la objeción a esta asignatura está muy claramente en juego la libertad de los padres”.

También ha reconocido que el TEDH no está dando las mismas respuestas para defender los derechos y la libertad de todos los padres, como quedó patente en la demanda de la madre italiana a quien molestaba la presencia del crucifijo en el aula de su hijo:

La Corte de Estrasburgo está más preocupada por que la formación sea plural, democrática y tolerante. La educación de los hijos es un derecho natural de los padres que en Europa está siendo restringido”.

Puppicnk ha explicado que el Tribunal Europeo de Derechos Humanos está trabajando para dar soporte a lo que se ha llamado “nuevos derechos”. Para esta tarea cuenta con el respaldo de otras instituciones europeas, como el propio Consejo de Europa, que propone un nuevo modelo de sociedad no basado en los derechos naturales de la persona sino en una libertad tolerante. En este sentido, ha recordado que el pasado mes de enero la Asamblea Parlamentaria del Consejo de Europa aprobó una recomendación para promover en los distintos estados europeos los “derechos” de los colectivos de homosexuales, como el matrimonio o la adopción por parte de parejas formadas por personas del mismo sexo:

Estamos ante la imposición de una ideología frente a la que se prohíbe discrepar. La realidad de la familia natural y los derechos de los niños quedan sometidos al deseo de los colectivos homosexuales. Existe un proceso de reingeniería social diseñado y dirigido por minorías influyentes muy alejadas de la realidad que quiere hacer prevalecer una libertad sin límites por encima de la naturaleza humana. Se ha tomado una decisión de crear nuevos derechos y además, cambiar la naturaleza humana. El debate es antropológico, no sólo jurídico. Es una lucha sobre la naturaleza de la persona y sus derechos frente al Estado”.

La respuesta implica al ámbito jurídico pero también al intelectual y al político. Se trata de explicar ideas y salvaguardar espacios de libertad para los cristianos:

Es importante llevar al ámbito internacional la defensa de la libertad religiosa y de conciencia porque en los diferentes países estos asuntos a menudo están condicionados por la confrontación política interna y no se resuelven”.

Por último, Puppinck ha expuesto algunos síntomas positivos ante la ofensiva laicista en el ámbito jurídico y político: Europa del Este tiene menos complejos que la Europa occidental a la hora de afirmar su identidad cristiana y está avanzando. Tras destacar que, en el procedimiento jurídico sobre el crucifijo, Rusia está apoyando al Estado italiano para defender la presencia pública del símbolo cristiano por excelencia, se ha referido a la fe como “ventaja” de los cristianos:

Sólo desde la fe es posible entenderse sobre la naturaleza humana. Los cristianos tenemos una enorme ventaja sobre las imposiciones ideológicas: nuestro compromiso con la realidad”.

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