sábado, 30 de octubre de 2021

Mary Eberstadt: nuestra cultura secularizadora es una cultura inferior

El pasado 15 de septiembre, Mary Eberstadt recibió el Premio Pío XI que entrega la Society of Catholic Social Scientists para honrar su contribución a una "verdadera ciencia social".

Ensayista y colaboradora de medios generalistas como Time, The Wall Street Journal o The Washington Post, y de publicaciones de pensamiento conservador como National Review o First Things, Mary Eberstadt es autora de varios libros publicados en español, como Gritos primigeniosCómo el mundo occidental perdió realmente a Dios o Adán y Eva después de la píldora, obras donde analiza las consecuencias de la Revolución Sexual en curso, sobre todo a partir de su explosión en mayo de 1968.

The Catholic Thing ha publicado una síntesis del discurso que pronunció al recibir el galardón. Se puede ver también el vídeo completo.

La cruz en medio de la crisis

Pensando en qué compartir hoy, me ha venido a la mente una frase del extraordinario novelista Evelyn Waugh que aparece en un relato encantadoramente informal que dio a un periódico en 1930 sobre las razones de su conversión a la Iglesia católica. Waugh resumió esa decisión trascendental en veintiocho palabras [en inglés]. Dijo: "En la fase actual de la historia europea, la cuestión esencial ya no es entre el catolicismo, por un lado, y el protestantismo, por otro, sino entre el cristianismo y el caos".

Cristianismo o caos: en cierto sentido, la elección entre los dos ha sido continua desde la Resurrección. Pero decir que siempre es así y levantar las manos ante el mundo es eludir la cuestión, sobre todo para los católicos especialmente ahora, en un momento en que muchos están tentados de hacer precisamente eso. Estamos llamados a leer los signos de los tiempos, no a quejarnos de ellos. Así que empecemos por mirar este asunto a la cara y por establecer las características distintivas del caos en este momento : nuestro momento. ¿Qué podemos ver?

Lo primero que vemos es que seguimos viviendo en la época que Matthew Arnold y Henri de Lubac y Alexander Solzhenitsyn y otros clarividentes religiosos analizaron, la edad moderna, cuyo drama consiste en las sucesivas oleadas de secularización que invaden con cada vez más insistencia los territorios que antes se consideraban de Dios, y solo de Dios.

La segunda certeza, igualmente llamativa, es que las formas de caos características de nuestro tiempo son distintas de las que nos precedieron en la historia moderna. Compárese esta época, por ejemplo, con la de Evelyn Waugh. En 1930, el año en que hizo su entrada en la Iglesia, la humanidad ya había pasado por una Guerra Mundial y otra era inminente. En la vida de personas como él, que abarca aproximadamente la primera mitad del siglo XX, el caos tenía una firma diferente. Residía en la guerra, los desplazamientos y las tremendas masacres.

Lo que se mantuvo firme

Sin embargo, a pesar de las masacres, muchos pilares sociales se mantuvieron firmes. Las familias fueron devastadas por las guerras, pero la institución familiar permaneció. La demoníaca antropología nazi tuvo su momento, como también lo tendría la antropología comunista; pero fuera de esos límites malignos, la comprensión cristiana de la Creación y la Redención y su significado seguía prevaleciendo en todo Occidente, dentro de las naciones cautivas del Este y en otras partes del mundo.

La Iglesia católica también se mantuvo firme. En 1930, Pío XI, el visionario que da nombre a este premio, era Papa. Al año siguiente fundaría Radio Vaticano "para anunciar el Evangelio en el mundo", como dijo con júbilo. Aunque el caos empezaba a insinuarse bajo formas innovadoras en algunas iglesias protestantes, la Iglesia católica parecía estar exenta, como señaló Evelyn Waugh cuando citó la naturaleza "coherente y consistente" de la enseñanza católica como la razón predominante de su conversión.

Seis características del escenario actual

Como muestra este breve resumen, aunque solo nos separan 90 años de 1930, parecen más bien 90 años luz. Hagamos una lista rápida del escenario actual.

-En primer lugar, se ha agravado el caos familiar, provocado por un experimento social radical de más de seis décadas de duración. Los vínculos humanos elementales se han derrumbado y eliminado, y la institución de la familia se ha debilitado a una escala nunca vista.


-En segundo lugar, y de forma simbiótica, también se ha agravado el caos psíquico de todo tipo. Desde hace décadas, el aumento de las enfermedades mentales está documentado sin lugar a dudas. La ansiedad, la depresión y otras aflicciones derivadas de la desconexión y la soledad se han vuelto endémicas, especialmente entre los más jóvenes y frágiles. El irracionalismo se ha desatado.

-En tercer lugar, está el caos político. Aunque sus causas son múltiples, la disolución del clan y de la comunidad dejan también aquí sus huellas. Por decirlo de forma retórica: ¿cómo podrían las personas sin compromisos y desfavorecidas de nuestro tiempo producir algo más que un lenguaje público trastornado?

-En cuarto lugar, existe un caos antropológico de un orden totalmente nuevo. El mundo occidental está sumido en una crisis de identidad. En su forma más reciente, el pensamiento mágico sobre el género ha dejado el mundo académico y ahora está transformando la sociedad y la ley, un pensamiento mágico tan absurdo que los niños pequeños podrían denunciarlo. En un descenso impactante como nunca antes se había registrado: muchas personas hoy en día ni siquiera saben lo que los niños pequeños saben, es decir, quiénes son. Una vez más, el irracionalismo está desatado.

-En quinto lugar, está el caos intelectual. Fuera de unas pocas instituciones fieles, la educación estadounidense, especialmente la de élite, se ha escondido en un nido de cuco posmoderno durante décadas. Personas que no creen en la verdad dirigen ahora instituciones encargadas de discernirla. Hace poco, un ateo fue elegido capellán jefe de Harvard. ¿Por qué no? Si no hay verdad, no hay contradicciones. En gran parte del mundo académico, el irracionalismo no solo no tiene límites. Es el que manda.

-Sexto, y más relevante: hay un caos de nuevo orden e importancia entre los católicos de todo el mundo occidental. Surge de las personas que quieren transformar la enseñanza de la Iglesia, y de su animadversión contra otras personas que mantienen la verdad de esa enseñanza. Es insoportablemente visible en la vida pública, ya que líderes que ostentan con orgullo la etiqueta de católicos desafían con el mismo orgullo el Catecismo y los puntos clave del derecho canónico, día tras día. El pensamiento mágico también impulsa este tipo de caos. La etiqueta "católico pro-aborto" tiene tanto sentido lógico como "capellán ateo" o "ex hombre". Todos participan del mismo irracionalismo característico. Todos exigen que anulemos a Aristóteles: que creamos en "A" y "No-A" a la vez.

La secularización, causa del caos

Ahora bien, ¿qué podemos discernir hoy mirando este vacío, el vacío cuya existencia se ha convertido en un hecho ineludible de la vida cotidiana y de la vida pública por igual? ¿El vacío que hace que muchos sientan angustia por nuestros descendientes, como nunca habían sentido antes los católicos estadounidenses?

Discernimos una verdad que debería endurecer nuestra fuerza de voluntad. En cada uno de estos casos, el caos ha adquirido una fuerza catastrófica por la propia secularización. En el futuro, por mucho que tarde en llegar la hora de la verdad, esto supondrá un problema para el orden secularizado, y una reivindicación con mayúsculas para la Iglesia.

El aumento del malestar mental y el declive de la religión organizada, por ejemplo, no son fenómenos que ocurran al azar. Las ciencias sociales confirman que las personas con vínculos sociales sólidos tienen más probabilidades de prosperar que las que no los tienen. La fe religiosa confiere esos vínculos. Las ciencias sociales también demuestran que la fractura de la familia y otras formas de aislamiento aumentan los riesgos de ansiedad, depresión, abuso de sustancias, soledad y otras aflicciones. Todas ellas se han visto exacerbadas por el rechazo de Occidente a Dios.


Consideremos una vez más que la generación más alejada de la iglesia en Estados Unidos, los "nones" [término empleado en Estados Unidos para denominar a las personas sin ninguna (none) afiliación religiosa], es también la más afligida mentalmente. Una vez más, la pérdida del Padre con mayúsculas, y la pérdida contemporánea de tantos padres terrenales, se unen en la raíz.

La secularización también está detrás del caos familiar actual. Al aceptar el divorcio, la ausencia de padre y el aborto, la humanidad se ha infligido a sí misma heridas cuyas consecuencias apenas han empezado a evaluarse. Solo estamos en los inicios de comprender que lo que empieza en casa no se queda en casa. Los hijos asilvestrados del caos familiar se lanzan a las calles, tratando frenéticamente de sustituir con políticas identitarias los vínculos primordiales de los que han sido privados. La política de identidad es un lamentable intento de alquimia emocional por parte de almas desesperadas por conectarse. Indica la reivindicación tácita de las enseñanzas inflexibles del Magisterio sobre por qué estamos realmente aquí, y qué es realmente lo mejor para nosotros.

En cuanto al caos que asuela a la Iglesia, también hunde sus raíces en la secularización. Se ha convertido en norma hablar de católicos "conservadores" y católicos "progresistas". Pero las etiquetas políticas engañan. La verdadera división católica en nuestro tiempo es entre las personas que tratan de mantenerse como signos de contradicción en este mundo y las personas que capitulan. Es entre los católicos que quieren que las poderosas tendencias seculares influyan y transformen la Iglesia, y los católicos que no. Es entre las almas que creen que el Catecismo es verdadero y las almas que quieren editarlo con un bolígrafo rojo, suministrado por un secularismo desaprobador. La verdadera división es entre los católicos que quieren que las exigencias temporales superen a la Cruz y los católicos que saben que la Cruz no puede ser superada.

No se trata de triunfalismo religioso. (Me gustaría que pudiéramos hacer algo de triunfalismo religioso, pero, como dicen los niños, es demasiado pronto). Se trata de que la secularización está imponiendo costes en un ámbito tras otro, y los creadores de gustos secularizados, dentro o fuera de la Iglesia, se niegan a reconocer este hecho. Y por eso les corresponde a otros, incluidos los académicos presentes hoy, iluminar ese registro en su lugar.

Su trabajo es vital en este momento por dos razones: en primer lugar, porque el caos de hoy causa múltiples formas de sufrimiento que podrían ser superadas solo con que pudiéramos entender sus verdaderos orígenes. En segundo lugar, porque el caos de hoy equivale a una prueba inadvertida de que el cristianismo, y el judaísmo del que bebió, entienden bien a la humanidad.

Laicismo: una cultura inferior

Hay una verdad en medio de las confusiones actuales que lleva demasiado tiempo sin decirse. Nuestra cultura secularizadora no es una cultura cualquiera. No, nuestra cultura secularizadora es una cultura inferior. Es pequeña de corazón. Define el sufrimiento hacia abajo. Considera a las víctimas de sus experimentos sociales no como víctimas, sino como daños colaterales aceptables porque esos experimentos las justifican.


Este es el secreto tácito del laicismo. También es la mayor vulnerabilidad del laicismo.

Esta misión de definir el sufrimiento a la baja puede verse, por ejemplo, en los esfuerzos que reinterpretan los horrores de la prostitución como un anodino "trabajo sexual". Impulsa los intentos de normalizar la pornografía, ignorando los calamitosos costes para hombres y mujeres y el amor. Aumenta la presión para cerrar los centros de ayuda para embarazadas y las agencias de adopción, indiferente a si los bebés y los niños y la gente pobre los necesitan. Blanquea los datos sobre las tasas de suicidio, los trastornos alimentarios, el abuso de sustancias y otros índices de angustia mental entre la población transgénero, y sobre otras poblaciones en las que reconocer el daño humano podría poner en peligro los programas políticos.

Una vez más, el caos desatado en Occidente ha extendido formas agudas de miseria por toda la sociedad. Pero los arquitectos y defensores de un orden social a-cristiano, y cada vez más anti-cristiano, hacen la vista gorda. Les corresponde a los académicos fieles decir la verdad sobre los costes de la secularización, porque los académicos que forman parte del caos no pueden o no quieren hacerlo.

La primera línea de defensa

Para terminar, una cita más que ayuda a resumir la importancia de sus misiones colectivas en el mundo académico. El historiador Christopher Dawson empezó un ensayo titulado El cristianismo y la cultura occidental con esta frase: "La supervivencia de una civilización depende de la continuidad de su tradición educativa".

Aquí es donde entra la Sociedad de Científicos Sociales Católicos y el resto de la comunidad representada hoy aquí. La academia secularizada ha abdicado de su vocación. Repudia la continuidad. Se burla del patrimonio occidental. En la lucha por aferrarse a la Cruz en medio del caos actual, los académicos contraculturales son la primera línea de defensa. Esto es cierto no solo para los que necesitan su trabajo ahora, sino también para los que vendrán, los que leerán el registro de 2021 en el futuro.

Los académicos del mañana observarán hacia atrás con asombro, y quizás con lástima, el pensamiento mágico de hoy. Necesitarán hechos, cifras, argumentos y pruebas, especialmente sobre los costes humanos del actual experimento de secularización. Encontrarán esa biblioteca en su trabajo colectivo.

Algún día, una civilización reevangelizada contemplará el comienzo del siglo XXI, y tratará de evaluar las consecuencias de su caos. Esas personas del futuro comprenderán, como muchos hoy no lo hacen, que ustedes están diciendo la verdad en el vacío de este tiempo, y dando voz a los sin voz en un momento de enormes desafíos. Es un honor estar con ustedes hoy, y siempre, en esa misma misión.

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martes, 25 de mayo de 2021

El debate sobre la crisis del liberalismo

He estado siguiendo un curso de Aceprensa Forum sobre «Debates candentes en la opinión pública», impartido por uno de mis pensadores de cabecera, Juan Meseguer. Uno de los debates tratados es el de crisis del liberalismo. En su exposición, Meseguer mencionó algunos pensadores liberales, después de advertir que él se refiere al liberalismo como filosofía política que ha cuajado en un sistema político que es la democracia liberal, no como doctrina filosófica o económica.


Le pedimos esa relación de nombres y esta es la lista, con algunas pistas a artículos publicados en Aceprensa sobre la cuestión, que nos ha proporcionado, y que comparto para los interesados en este debate:

1. Algunos nombres relevantes en el debate sobre la crisis del liberalismo:

Patrick J. DeneenRod DreherSohrab AhmariAdrian VermeuleHelena Rosenblatt,  Rustin Reno,  Pierre Manent,  Richard John Neuhaus (†).

2. Estos y otros autores que también intervienen en el debate aparecen citados en los siguientes artículos de Aceprensa:

La difícil práctica del liberalismo (suscritores): Patrick J. Deneen, Helena Rosenblatt, Adrian Vermeule, Rod Dreher, Richard John Neuhaus (†), Rachel Lu, Korey D. Maas…

El debate actual sobre la crisis de la democracia liberal no se agota en la crítica que le hacen los populismos. Otra vertiente, más sutil, examina hasta qué punto el liberalismo político contemporáneo ha distorsionado la tradición liberal, y si es verdad que los creyentes tienen la misma libertad que el resto para proponer su estilo de vida.

Una nueva cultura para las democracias liberales: Patrick J. Deneen

El libro Why Liberalism Failed, de Patrick J. Deneen, profesor de filosofía política en Notre Dame, se suma a uno de los debates más apasionantes que está teniendo lugar en Estados Unidos y otros países: ¿hasta qué punto es compatible el liberalismo con una cultura que no desea seguir los dictados de lo políticamente correcto?

La «opción Benito» y sus críticos (suscriptores): Rod Dreher, Rustin Reno

El contraste entre la enseñanza cristiana y ciertas corrientes dominantes en la cultura y la vida social de Occidente ha dado pie a un debate sobre la actitud que debe adoptar el creyente. Unos sostienen que el actual ambiente hostil exige replegarse. Otros reivindican un cristianismo más activo capaz de regenerar la cultura. Los diagnósticos sobre la situación de la fe cristiana, sobre todo en Occidente, varían. 

Rod Dreher: «La opción benedictina no es huir del mundo, sino ser cristianos contraculturales».

Entrevista a Rod Dreher acerca su libro The Benedict Option -en España, La opción benedictina (Encuentro)-. La obra propone un modelo de vida y supervivencia para el creyente occidental en un mundo postcristiano, apostando por generar una contracultura fuerte que, de alguna forma, marque las diferencias con el resto del mundo.

El alma de la democracia liberal: Richard John Neuhaus (†)

El 20 de noviembre de 2005, en la conferencia de clausura del VII congreso «Católicos y vida pública», Richard John Neuhaus, presidente del Institute on Religion and Public Life y director de la revista «First Things», comentó la idea de sociedad libre en la encíclica de Juan Pablo II «Centesimus annus”», refiriéndose especialmente al experimento de Estados Unidos.

Conservadurismo nacional, la nueva derecha posliberal: Yoram Hazony, Rustin Reno, Rich Lowry

Más próximo a Marion Maréchal que a Marine Le Pen, a Viktor Orbán que a Geert Wilders, el conservadurismo nacional aspira a forjar un nuevo consenso intelectual y político a la derecha. Su ambición, sin embargo, despierta recelos en otros conservadores.

Debate sobre el conservadurismo post-Trump (suscriptores): Patrick J. Deneen, Rod Dreher, Sohrab Ahmari

La derrota electoral de Donald Trump, quien atrajo a su coalición a buena parte de los llamados “votantes de valores”, ha reabierto el debate sobre el rumbo que ha de tomar el conservadurismo. La discusión trasciende el contexto político estadounidense y da que pensar a los conservadores de otros países: ¿a favor de qué y de quiénes posicionarse en el momento actual? 

La ley que sostiene los derechos humanos (suscriptores): Pierre Manent

El lector podría pensar que, a estas alturas, ya está todo dicho sobre el fundamento e interpretación de los derechos humanos. Y que las teorías sobre la ley natural poco pueden decir fuera de los ámbitos académicos herederos de la escolástica. El último libro de Pierre Manent, Natural Law and Human Rights, demuestra que ambos juicios son apresurados.

Aunque algunos de los artículos son solo para suscriptores (recomiendo mucho la suscripción a Aceprensa); los artículos en abierto y los nombres citados pueden servir para abrir el deseo de profundizar en este debate por el alma de nuestra civilización, que parece decaer, al mismo tiempo que se reformula para subsistir y seguir brillando como la creación más lograda de la Humanidad, hasta el momento.

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Foto atarifa CC

miércoles, 17 de marzo de 2021

Dogmatismo y cervezas

O cuando la realidad te estropea un buen prejuicio. 


Artículo de Víctor Bermúdez, profesor de filosofía, en El Periódico de Extremadura de hoy. Los resaltados en negritas son nuestros.

«Cuando comencé la licenciatura, hace treinta años, la Facultad de Filosofía estaba aún repleta de profesores cercanos al Opus, la Iglesia y/o más o menos afectos – algunos – al “antiguo régimen”, así que, rojo y ateo que era uno, acudía a sus clases con la escopeta dialéctica cargada y dispuesto a discutirles todo lo que pudiera. Para mí sorpresa, no solo se podía discutir con ellos, sino que incluso eran ellos los que, a veces, no dejaban pasar ni una sin razonarlo a conciencia

Ya por de pronto, y lejos del autoritarismo que se les suponía, me sorprendió que aplicaran el mismo “soft power” pedagógico que los profesores más jóvenes y “de izquierdas” que yo admiraba. Así, tanto unos como otros minusvaloraban (retóricamente) la jerarquía entre docentes y alumnos, se mostraban cercanos y accesibles (“se enrollaban”, solíamos decir entonces) y declaraban, ante todo, estar abiertos siempre, y en todo, al diálogo. 

Y en esto del diálogo vino mí mayor pasmo. Resulta que aquellos profesores calificados (por la “intelligentsia” estudiantil) de “carcas”, teístas y dogmáticos, se prestaban a dialogar mucho más que aquellos otros que, pese a su apariencia “alternativa” o su furibundonietzscheanismo, se mostraban menos dados a cuestionar sus propios prejuicios (que eran también los míos). 

Las generalizaciones son odiosas, pero no puedo negar que, desde entonces (y hasta ahora), la mayor parte de las veces que he leído o tratado a pensadores tachados a priori de reaccionarios o dogmáticos (esencialistas, apóstoles del derecho natural, teístas jesuíticos, metafísicos olvidados…) he encontrado a tipos que demostraban un exquisito respeto por los argumentos en general (y por los del contrario en particular), amén de rigor y capacidad para asumir todo lo que significa pensar a fondo (con todas sus consecuencias) lo que creemos superficialmente pensar. 

Sin embargo y al revés, con aquellos filósofos y colegas de la “izquierda intelectual”, y con los que comparto más afinidad ideológica, me resulta a veces imposible el diálogo. De entrada, no suelen aceptar hablar seriamente de todo: hay temas y perspectivas relevantes – están de moda, son de las “nuestras” – y otras que solo generan silencio o sonrisas displicentes. De otro lado, consideran los argumentos como “objetos sospechosos” (ocultadores de la realidad, tiranos de la experiencia, “falogocéntricos” dispositivos de poder…), aunque no por ello se priven de usarlos constantemente. Y, por último, muestran, a mi juicio, una profunda incapacidad para asumir (no digamos pensar o cuestionar) la parte más dogmática o axiomática de sus teorías. 

¿Por qué ocurre esto? Lo ignoro. Quizá un teísta o creyente no necesite agarrarse con tanta desesperación como un ateo a sus más mundanas creencias (con Dios como red de seguridad uno se atreve a discutir de todo). O tal vez sea ese injustificable complejo de superioridad moral y filosófica que sufre a menudo el intelectual de izquierdas, y que hace que conciba sus tesis como dogmas de fe. 

El otro día – para muestra un botón –, en un seminario universitario repleto de profesores de lo más iconoclasta (aunque dedicados, todos, a la idolatría más posmoderna) se me ocurrió insinuar que tal vez no teníamos suficientes argumentos para sostener lo que se estaba sosteniendo de modo natural (es decir: porque está de moda y la tribu entera lo mantiene). Y tras la reacción de costumbre (silencio, sonrisas compasivas, incredulidad), uno de los profesores, el más dicharachero, no pudo resistirse: “¡Y qué coño – exclamó divertido –, esto también es cosa de fe!”. Solo le faltó proponer que compartiésemos unas birras. 

Porque esa es otra: en el colmo de la desfachatez y la intolerancia disfrazada de buen rollo, es corriente entre mis colegas de la izquierda intelectual que se aborten las discusiones esenciales con una especie de repentina deflación cordial. Es lo de “esto se arregla con una cervecita”; lo cual viene a decir que la verdad importa un comino, que el diálogo es, en el fondo, banal y que, puestos a vivir en la noche en que todos los gatos son pardos, mejor es estar un poco más ciegos. 

Así que, ya ven, en esta comedia del mundo los dogmáticos son, a veces, los que más razonan, y los anti-dogmáticos los que – místicos sobrevenidos – aborrecen de todo lo que “imponga” esa satánica prostituta (Lutero dixit) que es la razón. Sobra decir que los peligrosos son, hoy, los segundos: te ahogan en cerveza (o en la escolástica que esté de moda) igual que los primeros, en sus buenos tiempos, lo hacían en el agua: para probar, igualmente, tu inocencia».

miércoles, 3 de febrero de 2021

Notas sobre la verdad

Notas tomadas de la ponencia de Pablo Pérez, Decano de la Facultad de Educación de la Universidad de Piura, titulada «Amor a la verdad», durante un congreso sobre la figura de San Josemaría Escrivá.


La verdad va más allá de la corta capacidad de nuestra inteligencia.
No podemos reducirla a lo que entendemos. El corazón y la inteligencia se hacen grandes mediante la apertura, no mediante la afirmación personal. Y cuando en lugar de mirar la realidad con los ojos turbios de nuestras pasiones e intereses inmediatos (o con los de la razón instrumental, que solo cree en los datos materiales y "verdades" científicas) lo hacemos con los ojos clarificados de la búsqueda sincera de lo que es auténtico, verdadero, justo y humanizador, tanto nuestro propio mundo como nuestro entorno inmediato se dilata, mostrando dimensiones escondidas. 

El hombre moderno piensa que su tarea en el mundo, para ser libre, ha de ser informe. Le molesta recibir el sentido de su tarea desde fuera, haber nacido para algo, y no para lo que se le ocurra en cualquier esquina. De esto dice nuestro santo: «Algunos no oyen, no desean oír, más que las palabras que llevan en su cabeza. Y prefieren seguir en su suerte, fuera del Paraíso, antes de volver a su interior aceptando ese árbol* intocable que es la Voluntad de Dios». 

En los primeros pasos de la filosofía en Grecia, cuando la inteligencia humana, admirablemente preclara en algunos hombres de aquella época, supo rectificar algunas creencias religiosas fuera de toda razón, la mente humana pudo dar alguna luz a aspiraciones de los hombres encerradas hasta entonces en unos mitos religiosos que habían sosegado parcialmente sus corazones. 

El hombre moderno quiso repetir la historia, volviendo de nuevo a la Edad Antigua, al pretender sustituir la fe por la filosofía, primero, y después por la ciencia experimental y la técnica**.  Orgulloso de su inteligencia, quiso dar por sentado que estaba de nuevo ante mitos, así quiso considerar a toda la tradición cristiana. Opuso así revelación y ciencia, contrarios imposibles de aceptar, pues la revelación, si es tal, no admite oposición en la ciencia; y la ciencia, si es verdad, no podrá desmentirla. 

Esta oposición sólo puede mantenerse con la negación de toda posibilidad de revelación, es decir, transformándola, como en aquel mundo antiguo, en mera mitología, en creaciones humanas que consuelen y den pseudo sentido a lo que la ciencia no puede responder. Aunque no pocas veces esas creaciones humanas se transforman en supersticiones ridículas. 

La ciencia positiva sustituye a las certezas provenientes de tradiciones compartidas, o de la fe, pero desde el siglo XX ya se han abandonado las certezas modernas, la creencia en el mito del progreso, y el corazón se encuentra sin verdad, y para calmar el sentimiento, el hombre acude a su imaginación, a diversos modos de placer sin otro sentido que el bienestar que producen. Las múltiples formas de mitologías pseudo-religiosas que ha inventado el mundo moderno, son búsqueda de remedios para un corazón sediento, para un sentimiento que busca expresarse. No estamos ante la esperanza de lo amado, sino en el consumo de la droga que calma la inquietud. La consecuencia es una persecución desesperada tras fantasmas, que mantiene al hombre sin rumbo y constantemente activo.
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* Nota: se trata, evidentemente, del Árbol de la ciencia del bien y del mal
** Nota: el autor no niega la separación entre razón y fe, más bien pone en cuestión que aquella sustituya, englobe a esta.
Foto: Nevada sobre el Santuario de Torreciudad, Huesca, España.

domingo, 24 de enero de 2021

Esterilización de incapaces

«La víctima ya no será la persona del incapaz, sino la concebida y no nacida y el plan B pasa por eliminarla» 

Salvo para los esforzados opositores, creo que ha pasado desapercibida la última reforma del Código Penal. Me refiero a la del artículo 156, publicada en el BOE el pasado mes. ¿Qué significa? Pues, muy en resumidas cuentas, lo siguiente: que vuelve a ser delito la esterilización de incapaces que adolezcan de graves deficiencias psíquicas. 

En efecto, hasta tal reforma el artículo 156 preveía que, para no ser delictiva, la esterilización del incapaz la promoviese su representante y la autorizase el juez tras oír al fiscal, recabar el parecer de expertos y explorar al afectado, todo siempre atendiendo al mayor interés del incapaz. En lo sustancial, esta regulación no era nueva: la incorporó el vigente Código Penal de 1995 tomándola del anterior Código de 1973, en el que se introdujo por ley de 1989. 

¿Y por qué se legalizó la esterilización de incapaces? Se partía de que la esterilización voluntaria y libremente consentida, aun siendo una modalidad de autolesión, no es punible, luego tratándose de incapaces los representantes legales suplen su falta de autodeterminación y deciden por ellos. En definitiva: el legislador partía de la premisa de que el representante instaba la esterilización porque se presumía que quería el incapaz y, en todo caso, porque era por su bien. 

Lógicamente aquello llegó al Tribunal Constitucional, que declaró conforme a la Constitución la reforma y rechazó que fuese contraria al derecho fundamental a la integridad física y moral de la persona. Entendió que la intervención judicial garantizaba la esterilización, siempre en supuestos de deficiencias graves, a petición del representante legal y atendiendo al interés del incapaz. Era, por tanto, una medida individual y excepcional, ajena a cualquier tentación de política eugenésica acordada por los poderes públicos. Pero la sentencia no fue pacífica y tuvo los votos discrepantes de dos antiguos magistrados del Tribunal Supremo; uno del siempre recordado José Gabaldón y otro de Rafael de Mendizábal

Con diferente estilo y lenguaje, ambos alertaban de que la Historia muestra trágicos episodios de políticas eugenésicas y, ya en lo jurídico, alertaban de que se trataba de privar de capacidad genésica a una persona, con lesión de un derecho innato: el derecho a la integridad física del incapaz, que es un ser humano. Advertían que se sustituía su voluntad de forma desproporcionada y sin buscar un fin estrictamente curativo, sin que pueda haber justificación en un hipotético fin socio familiar cuando lo que se esconde es otro eugenésico, más lograr la tranquilidad y comodidad –el egoísmo, según Mendizábal– de los guardadores. 

¿Por qué al cabo de los años se ha derogado? Por razones de dignidad de la persona y para cumplir con la Convención sobre los derechos de las personas con discapacidad, vigente en España desde 2008 pero hasta ahora ignorada. La reforma afirma que la permanencia en nuestro ordenamiento de la esterilización de incapaces «más de una década después de la entrada en vigor del Tratado internacional …constituye una grave anomalía en términos de estrictos derechos humanos». Bienvenida sea, por tanto, una reforma que da la razón a aquellos solitarios magistrados discrepantes. 

No comparto la idea que la actual mayoría parlamentaria va mostrando sobre la dignidad humana, pero reconozco que ha sido quien realmente ha cumplido con la Convención. Con todo, la ideología pesa, de ahí que la censura que hace la reforma a estos años de incumplimiento tenga cierto tufillo de ideología de género: denuncia que España «siga permitiendo que se vulneren los derechos de las personas con discapacidad por mitos tales como “el bien de la familia”, “la incapacidad de las mujeres con discapacidad para ser madres” o “por su bien”». 

Esto no pasaría de ser una concesión a la retórica feminista, pero hay algo más: repenalizada la esterilización, la eugenesia es contumaz y tiene un «plan B» contrario a la dignidad humana. Ahora la víctima ya no será la persona del incapaz, sino la concebida y no nacida y ese «plan B» pasa por eliminarla. La propia reforma anuncia otra de las leyes de autonomía del paciente y del aborto para favorecer el acceso de los incapaces a los servicios propios de la salud sexual y reproductiva, léase, para abortar. 

En fin, hablando de dignidad, poco ha durado la alegría.

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José Luis Requero. Magistrado. En LA RAZÓN • Martes. 5 de enero de 2021 
Image by Arek Socha from Pixabay

martes, 5 de enero de 2021

LA MATERNIDAD SUBROGADA

La maternidad subrogada o sustituta se refiere a la implantación de un embrión creado por fecundación in vitro en una mujer para que lo geste hasta el nacimiento del bebé, mediante un contrato con ella. 

En la práctica jurídica se denominan padres comitentes a los que contratan la gestación y después adoptarán al niño, y madre gestante o subrogada a la mujer contratada para llevar a cabo el embarazo. Este tipo de reproducción se presta tanto a su aplicación a las familias biparentales de varón y mujer, como a parejas de homosexuales varones o mujeres, mujer sola o varón solo. 

La maternidad subrogada puede implicar a muchas personas
  • La madre genética (la donante del óvulo, que puede ser la madre gestante, o la comitente o una donante ajena). 
  • El padre genético que es el donante de esperma. 
  • La madre gestante, el marido o pareja de la madre gestante. 
  • La mujer o varón comitente que ha encargado el bebé. 
  • La pareja de la mujer o varón comitente. 
¿Quiénes recurren a la maternidad subrogada? Las mujeres pobres que por la gestación consiguen una prestación económica importante. También pueden recurrir a ella las mujeres estériles o no, con pareja o no, un varón o una pareja de homosexuales, con suficientes recursos económicos para conseguir un hijo mediante un contrato con una mujer gestante. 

La maternidad subrogada constituye una forma nueva de explotación de la mujer. En ella subyace una mentalidad mercantilista, pues se paga un servicio (mediante contrato) para que una mujer geste un ser humano para satisfacer el deseo de tener un hijo de quien paga. La mujer gestante se utiliza como incubadora biológica, lo que ya de por sí atenta a la dignidad de la mujer. 

En la maternidad subrogada hay que tener en cuenta los derechos del niño, que se convierte en objeto comercial y que sufrirá las consecuencias de una eventual ruptura del contrato de subrogación. 

Por otra parte, en la maternidad subrogada se impide al niño conocer su origen e identidad genética. Muchos niños cuando llegan adultos desean conocer su verdadero origen genético (sus padres biológicos); esto sólo es posible en el caso de que un juez lo dictamine, por las razones de derecho que lo justifiquen, y siempre que se disponga de muestras de ADN de las posibles personas implicadas.