viernes, 29 de enero de 2010

El 70% de la población mundial no goza de libertad religiosa

En ACEPRENSA, 8 de enero de 2010

El laicismo europeo sigue discutiendo sobre temas más bien accidentales, como el referéndum suizo sobre los alminares, la posible ley francesa contra el empleo del burqa, o la débil sentencia del Tribunal de Estrasburgo sobre crucifijos en escuelas públicas. Entretanto son asesinados cristianos en Irak o en Egipto, sin apenas repercusión en los medios informativos. Y la intolerancia no se reduce, como señala un amplio reportaje del diario francés La Croix, basado en un informe del Pew Research Center’s Forum on Religion and Public Life, una institución muy reconocida en Estados Unidos, titulado Global Restrictions on Religion.

Aunque los Estados con fuertes limitaciones a la libertad religiosa son una minoría, se trata de países con mucha población. Por eso el Pew Forum concluye que alrededor del 70% de los habitantes del planeta está sometido hoy a fuertes restricciones de su libertad religiosa. Esa afirmación es consecuencia de la valoración de parámetros concretos, país por país, en torno a restricciones gubernamentales y a hostilidades sociales interreligiosas. Lo que diferencia al informe del Pew Forum es que se trata de un estudio cuantitativo para llegar a establecer unos índices de limitaciones a la religión.

Respecto de las restricciones gubernamentales, se aplican veinte criterios, en función de leyes nacionales o locales, textos jurídicos o injerencias policiales, que restringen las libertades de enseñar o predicar, prohíben o dificultan las conversiones (75 países), controlan a los grupos religiosos, obligan a registros previos (178 países) o favorecen de modo preferente a una determinada religión. Esas dificultades afectan a católicos, protestantes (sobre todo, evangélicos), judíos, budistas e, incluso, a ciertos grupos minoritarios de musulmanes. Y 43 países tienen una tasa alta o muy alta de restricciones, como: Arabia Saudita, Pakistán, Irán, Egipto, Argelia, Turquía, Indonesia, la Rusia mayoritariamente ortodoxa, la India hindú, la Birmania budista, y los países comunistas Vietnam y China.

Hostilidad social
Las hostilidades sociales por motivos religiosos se producen, sobre todo, en países musulmanes o budistas. El Pew Forum aplica trece criterios que miden las diversas formas de actos hostiles, individuales o colectivos, organizados o espontáneos. El informe precisa que la falta de actos violentos no significa necesariamente que no existan tensiones religiosas. Son 41 los Estados con tasas elevadas o muy elevadas de hostilidad: países musulmanes como Irak, Afganistán, Sudán o Somalia; budistas como Sri Lanka. Además, en 17 países la religión ha estado en el origen inmediato de acciones terroristas.

Las restricciones gubernamentales y las hostilidades sociales no siempre van de la mano. Por ejemplo, los gobiernos de China y Vietnam mantienen muchas restricciones de las actividades religiosas, y en cambio las hostilidades sociales son muy bajas. Por el contrario, en Nigeria y Bangladesh hay muchos conflictos sociales por motivos religiosos, pero moderadas restricciones de origen gubernamental.

Si se entrecruzan las dos clasificaciones, que no coinciden necesariamente, resulta que 64 naciones –un tercio de los países estudiados– tienen una tasa elevada o muy elevada de restricciones a la libertad. Y, como la mayoría de esos países están densamente poblados, el problema alcanza a una gran proporción de habitantes del planeta.

Entre los 25 países más poblados del mundo, los que tienen más limitaciones –teniendo en cuenta ambos índices– son Irán, Egipto, Pakistán e India. Por regiones, Oriente Medio y el Norte de África son las que tienen más restricciones, mientras que las dos Américas son las más respetuosas con la libertad religiosa.

El reportaje de La Croix, se refiere también al último número de la revista de l’association Conscience et Liberté, con sede en Berna, dedicado a extremismo religioso y libertad de religión. Karel Nowak, secretario general de esa publicación, afirma que los extremistas son muy poco tolerantes. Por el contrario, “una mayor libertad religiosa, especialmente de culto y enseñanza, constituye un potente antídoto contra el extremismo religioso. La promoción del derecho a la libertad de religión o de convicciones no es sólo un imperativo moral, sino una obligación pragmática. Es el mejor remedio contra el extremismo y el fanatismo, y un medio esencial para garantizar la seguridad del mundo”.

sábado, 16 de enero de 2010

El mundo sin Fontán

Por LUIS ALBERTO DE CUENCA, Profesor de Investigación del CSIC
ABC, Viernes, 15 de enero de 2010

Don Antonio Fontán, marqués de Guadalcanal, acaba de apagar la luz de su alcoba y se ha marchado para siempre. Esa costumbre humana de morirse, tan arraigada en nuestra especie, ha hecho partícipe de su inútil victoria a mi querido maestro. Llevaba muchos años luchando con su corazón, que le había avisado hacía tiempo de la precariedad de todo. Pero hasta hace bien poco conducía su vida con absoluta normalidad, jugando al golf casi a diario, viéndose con frecuencia con sus numerosísimos amigos de la política, de la cultura, del periodismo, de la universidad, pilotando con mano experta, ayudado de Álvaro Lucas, su amada Nueva Revista, que acaba de cumplir veinte años y cuyo número conmemorativo de esa efeméride pudo tener, por suerte, Fontán entre las manos.

Don Antonio fue muchos hombres a la vez, como el protagonista del apócrifo borgiano «Le regret d´Héraclite», como Fernando Pessoa, pero nunca perdió el control de sus distintas personalidades y las armonizó de tal manera que sus muchas facetas dieron siempre la sensación de configurar un solo rostro, una sola alma, un único espíritu. Fue, por ejemplo, un monárquico convencido que llevó a cabo una gigantesca tarea de futuro en el entorno de Don Juan de Borbón, un político decisivo en los años de la Transición, un extraordinario catedrático de Filología Latina, especialista en temas tan apasionantes como Séneca, Tito Livio y el Humanismo renacentista, un bibliófilo consumado, un espejo de periodistas, un gran concertador de voluntades, un exquisito comensal. Todos los hombres que agrupó bajo el marbete de su nombre fueron buenos, inteligentes, mesurados, analíticos, generosos. En todos ellos aleteaba el espíritu de la ejemplaridad. De todos ellos deja huella en sus discípulos, que son legión, pues pertenecen a ámbitos muy diversos, y hay en sus filas nombres destacadísimos en los diferentes ámbitos cultivados por su profesor.

Fontán fue, ante todo y sobre todo, un liberal. Su liberalismo trascendía incluso el vocablo en su acepción de uso ideológico para ubicarse en el espacio semántico que corresponde al término «liberalidad». Porque don Antonio se ha pasado la vida distribuyendo generosamente sus bienes espirituales y morales por todas partes sin esperar recompensa a cambio. Y él, que creía firmemente en la libertad como principio máximo al que invocar en la dirección de los Estados, creyó también a pie juntillas en la libertad del desprendimiento, del altruísmo, de la filantropía. Y, a partir de ese desapego de lo accesorio, urdió un sistema de alianzas con lo esencial, que incluía la relación con Dios y con la patria y el servicio a los demás. Una voluntad de servicio que culminó en el desempeño de la Presidencia del Senado en el momento en que se aprobó la Constitución de 1978, de manera que su firma aparece en nuestra ley fundamental refrendando la sanción y firma de Su Majestad el Rey, junto a la de Antonio Hernández Gil y a la del entonces Presidente del Congreso de los Diputados, Fernando Álvarez de Miranda (este último cumplió años ayer, el mismo día en que murió Fontán).

Don Antonio Fontán había sido profesor mío de Filología y Crítica Textual Latinas en mi cuarto curso de carrera, allá por los primeros años 70 del siglo pasado. Lo recuerdo siempre con libros que acababan de salir en las cuatro esquinas del orbe y que él conseguía, como por arte de birlibirloque, nada más ponerse a la venta, lo que suscitaba en mí pasmo y admiración a partes iguales. Otro motivo por el que, a mis diecinueve años, decidí adoptar a Fontán como modelo a imitar tiene que ver con el arte. Recuerdo que en aquellos años, o tal vez un poco más tarde, había aparecido en Francia un monumental Watteau de Jean Ferré en cuatro volúmenes que Fontán comentó muy elogiosa y pormenorizadamente en ABC. Me pareció genial que un catedrático de Latín como Antonio Fontán se dedicase a glosar tan colosal monografía artística, pues siempre he creído que no hemos nacido tan sólo para dedicarnos a una sola tarea, sino para desplegarnos como abanicos vivos en diferentes parcelas del saber, como hacía mi profesor de Crítica Textual.

Hace casi sesenta años que Antonio Fontán obtuvo la cátedra de Filología Latina. Siempre compaginó la enseñanza con el periodismo y con la política. Quién no recuerda su etapa como director del diario Madrid en una época en que ese periódico se erigió en portavoz de la futura democracia y pagó un alto precio por ello. Fue en las páginas de ese diario donde me inicié, a los dieciocho años recién cumplidos, en la crítica literaria, y fue en su sede de la calle Maldonado esquina a General Pardiñas donde estreché por vez primera la mano de mi futuro maestro.

Como estudioso del Humanismo de los siglos XV y XVI, Fontán estampó su firma en una larga serie de publicaciones ad hoc, de las que citaré algunas que recuerdo de memoria, como Humanismo romano, Juan Luis Vives, Españoles y polacos en la Corte de Carlos V (en colaboración con Jerzy Axer) y Letras y poder en Roma. De su última obra en este terreno, Príncipes y humanistas, me ocupé en estas mismas páginas hace unos meses. Reunía trabajos sobre señeros humanistas del Renacimiento europeo, como Dantisco, Vives, Erasmo, Tomás Moro, Maquiavelo, Antonio de Nebrija y Benito Arias Montano. A Fontán le interesaba, sobre todo, la íntima relación que mantuvieron estos primeros espadas de la cultura con los príncipes de la época, ya fuesen papas, reyes, emperadores, prelados, nobles o ministros responsables de la res pública, a los que aconsejaban en sus tomas de decisión, influyendo de forma considerable en su pensamiento político y hasta en su modo de comportarse tanto en público como en privado. Se trataba, por tanto, de unos scholars realmente engagés con el momento histórico que les tocó vivir, como Antonio Fontán, no como esos intelectuales maudits que, a partir del Romanticismo, riñeron con las bases sociales que los vieron nacer y se situaron al margen de la Historia, refugiándose en la autodestrucción.

Cuenta Fontán que, mientras preparaba su tesis doctoral en el antiguo Instituto Nebrija del CSIC, se tropezó con un libro de Walter Rüegg sobre Cicerón y el Humanismo que iba a influir decisivamente en su carrera. Leyéndolo, se produjo el primer contacto de nuestro humanista contemporáneo con sus colegas de otro tiempo, dándole un asidero permanente de buen juicio, serenidad y sabiduría desde donde mirar las cosas con ojos ponderados y prudentes. Príncipe y humanista él mismo, Antonio Fontán tenía que sentirse muy a gusto entre sus iguales. Un fragmento de Hesíodo nos anuncia que «los nobles, sin ser invitados, acuden a los banquetes de los nobles». Si eso ocurre sin necesidad de que medie una invitación, qué no ocurrirá cuando esa invitación existe y por partida múltiple. Ayer, los humanistas del Renacimiento reclamaron la presencia definitiva de Fontán en sus simposios celestiales. Desde entonces el mundo de los vivos se siente huérfano

jueves, 14 de enero de 2010

Ha fallecido Antonio Fontán

Esta mañana, en Madrid a los 86 años tras una larga enfermedad. Como corresponde a una personalidad de su talla, todos los medios recogen la noticia (ver ABC, El País, El Mundo, La Gaceta, por ejemplo).

Antonio Fontán ha sido un Universitario, un Político, un Periodista, así, con mayúscula, en resumen, un Humanista. Senador, ministro, director de periódicos, editor de revistas, ensayista, consejero áulico de infinidad de personas y proyectos, profesor universitario..., era hasta ahora, entre otras muchas cosas, presidente de Nueva Revista, que acaba de cumplir 20 años como referencia de la vida política, cultural y artística.

A pesar de su edad, estaba al día, incluso iba por delante; no hay más que ver, por ejemplo, su perfil en Facebook.

miércoles, 13 de enero de 2010

No hay paz sin ecología humana

Los discursos de los Papas al cuerpo diplomático destacado ante el Vaticano tienen siempre un interés particular, pues se aprovechan para exponer ideas con alcance mundial. Así sucedió también con el último de Benedicto XVI, el pasado 11 de enero, analizado por Antonio R. Rubio Plo, Doctor en Derecho y Analista de Política Internacional:



El discurso del Papa al cuerpo diplomático, en 2010, vuelve a insistir en la importancia de la ecología humana, aspecto subrayado tanto en la encíclica Caritas in veritate como en el Mensaje para la Jornada Mundial de la Paz. Destaquemos algunos incisivos momentos de este discurso. El primero afirma que “Si se quiere construir una paz verdadera, ¿cómo se puede separar, o incluso oponer, la protección del ambiente y la de la vida humana, comprendida la vida antes del nacimiento? En el respeto de la persona humana hacia ella misma es donde se manifiesta su sentido de responsabilidad por la creación. Pues, como enseña santo Tomás de Aquino, el hombre representa lo más noble del universo”. Las palabras de Benedicto XVI son claras.

La Iglesia defiende al ser humano en su integridad, no sólo a ese ser humano fuerte, joven y capaz de decidir por sí mismo que nos presentan como modelo a imitar en las sociedades desarrolladas. A ese arquetipo de persona se le suele atribuir, en el marco de la corrección política imperante, una alta conciencia ecológica, que suele ser más teórica que real, y que en ocasiones obedece a imperativos de las modas o una especie de impulso sentimental. A ese mismo arquetipo se le atribuyen deseos de paz para toda la humanidad, aunque esa paz no tenga contornos definidos. Pero la gran tragedia de nuestro tiempo es que algunas buenas intenciones sobre la paz y el medio ambiente transforman su rostro amable en adusto cuando se habla de protección de la vida humana antes del nacimiento. Un lenguaje político y social de corte orwelliano se difunde a través de una poderosa máquina mediática para decirnos que defender la vida supone un atentado a los derechos humanos, derechos que sólo se miden a través del prisma de una acrítica libertad de elección.

Pero es una incongruencia defender la sacralidad del ser humano, por emplear la conocida expresión de Séneca, y al mismo tiempo considerar que ciertos aspectos o edades de la existencia humana son de libre disposición por otros hombres, eso sí con argumentos, o más bien consignas, que nos hablan de felicidad o de libertad. Esto es, sin duda, una manifestación de lo que también señalaba el Papa: “la vigente mentalidad egoísta y materialista, que no tiene en cuenta los límites inherentes a toda criatura”. Se tiende a considerar en la práctica, aunque no se exprese abiertamente, a la sociedad como un agregado de individuos parapetados en sus derechos. Hay quienes ven esta mentalidad como una expresión de liberación, pero no deja de ser un factor que atenta contra la paz social.

Benedicto XVI lleva la protección del medio ambiente al terreno moral, al resaltar que el egoísmo humano hiere a la creación de muchas maneras y, por supuesto, el hombre forma parte también de esa creación, aunque cierto ecologismo panteísta pretenda olvidarlo. Herir al hombre no sólo es hacerlo físicamente sino que también se le hiere al atentar contra sus creencias o convicciones. En los países occidentales ha renacido un anticlericalismo tan virulento que parece del siglo XIX y esto lo denuncia el Papa como otro atentado contra el ser humano y, en definitiva, contra la paz. Señalaba el Pontífice a los diplomáticos: “Lamentablemente, en ciertos países, sobre todo occidentales, se difunde en ámbitos políticos y culturales, así como en los medios de comunicación social, un sentimiento de escasa consideración y a veces de hostilidad, por no decir de menosprecio, hacia la religión, en particular la religión cristiana. Es evidente que si se considera el relativismo como un elemento constitutivo esencial de la democracia se corre el riesgo de concebir la laicidad sólo en términos de exclusión o, más exactamente, de rechazo de la importancia social del hecho religioso. Dicho planteamiento, sin embargo, crea confrontación y división, hiere la paz, perturba la ecología humana y rechazando por principio actitudes diferentes a la suya, se convierte en un callejón sin salida”.

Benedicto XVI presenta muy bien una mentalidad que no quiere dialogar con actitudes diferentes a la suya. Si el diálogo es expresión suprema de racionalidad, y es la racionalidad lo que debía definir a quienes se consideran continuadores de las ideas de progreso defendidas por la Ilustración, no se entiende esta actitud irracional. Si uno está convencido de la absoluta superioridad de sus convicciones, no teme al diálogo ni a la cooperación con otros que piensan de forma diferente. Sin embargo, esa cerrazón de algunos sectores políticos y sociales existe, y unas veces se manifiesta con rabia y otras, con la sonrisa despreocupada de quien no se considera aludido.

Algunos dirán que no se trata de un discurso ecologista, pero el Papa no hace más que defender el aspecto moral de la ecología, de una ecología que tiene rostro humano. Lo hace, incluso, cuando dedica esta observación a la agresiva ideología de género: “Las criaturas son diferentes unas de otras y, como nos muestra la experiencia cotidiana, se pueden proteger o, por el contrario, poner en peligro de muchas maneras. Uno de estos ataques proviene de leyes o proyectos que, en nombre de la lucha contra la discriminación, atentan contra el fundamento biológico de la diferencia entre los sexos. Me refiero, por ejemplo, a países europeos o del continente americano. Como dice san Columbano, “si eliminas la libertad, eliminas la dignidad”. La realidad es que esta mentalidad que, desde Occidente se pretende exportar al mundo entero, da una visión fragmentada, como pasa en tantas ideologías, del ser humano. Da tanta importancia a la igualdad, que identifica absolutamente con la justicia, que no le importa cercenar la libertad en nombre de un supuesto “bien superior”. No se puede dispensar obligatoriamente la felicidad porque la auténtica dignidad humana se resiente. Por desgracia, a lo largo de la Historia siempre han existido esclavos felices.

domingo, 10 de enero de 2010

Una aproximación al Bilderberg Club

Por: David del Fresno, Aragón Liberal, 9 de enero de 2010

Dado el carácter sumamente discreto del Bilderberg Club, lo que a continuación este artículo pretende exponer es tan sólo una breve relación de aquello en lo que coinciden la mayoría de los autores que sobre este asunto han investigado.

Antecedentes
Es difícil escribir acerca del Bilderberg con una mínima seguridad de certeza, debido a que se trata de una organización sumamente discreta. Los historiadores e investigadores coinciden sin embargo en que sus orígenes se remontan a los días transcurridos entre el 29 y el 31 de mayo de 1954, cuando se reunieron en la localidad holandesa de Oosterbeck un grupo de notables del mundo occidental, con el fin de estudiar diversos asuntos de crucial importancia para el futuro del planeta.

El anfitrión de aquella sesión inaugural, celebrada en los salones del Hotel Bilderberg, fue nada menos que el príncipe Bernardo de Holanda, personaje estrechamente vinculado a los altos círculos financieros y políticos occidentales.

Si bien desde sus orígenes el mensaje oficial difundido por los mentores del Club fue que se trataba de una entidad meramente destinada a fortalecer la unidad atlántica, a frenar el expansionismo soviético y a fomentar la cooperación y el desarrollo económico de los países del área occidental, lo que parece cada vez más cierto es que ese autodenominado “Bilderberg Club” se ha ido convirtiendo a lo largo de los años en una suerte de influyente grupo de inteligencia compuesto por miembros de casas reales, políticos, empresarios y militares de influencia internacional, de algún modo encargados de consensuar las políticas de los gobiernos de sus respectivos países en aquellos asuntos económicos, políticos y militares considerados de alcance global. Sociedad discreta, no secreta.

Aún cuando el Bilderberg sea probablemente uno de los más poderosos grupos de inteligencia que existen en la actualidad, ello no significa que sea una sociedad secreta: Año tras año sus miembros e invitados celebran una convención durante cuatro días en algún hotel del mundo, para discutir asuntos de índole económica, política y militar.

El común denominador de los hoteles que -según diversos autoresacogen estas reuniones, es que su restaurante cuenta, cuando menos, con tres estrellas Michelín. El coste de la reunión está desde luego acorde con el cargo y posición social de los asistentes, y es cubierto por el Club. No se admite la presencia de periodistas y los invitados no conceden entrevistas acerca de lo debatido.

Estructura interna
Por lo que se refiere a la estructura interna del Bilderberg Club, ésta se articularía, según parece, en tres círculos concéntricos:

a) El primero y más externo: tiene carácter consultivo y estaría compuesto por los miembros asistentes a las convenciones anuales organizadas por el Club, una parte de los cuales serían miembros permanentes, y la otra serían meros invitados.
b) El segundo círculo: tiene un carácter ejecutivo y se compondría de entre 30 y 40 miembros permanentes.
c) El tercer círculo, el más hermético, es el que decide: Se compone de un reducidísimo grupo de miembros, todos ellos pertenecientes asimismo al segundo círculo.

Formato de sus reuniones
Por lo que se refiere al formato de sus antes mencionadas convenciones anuales, estas se articulan en el planteamiento de escenarios de crisis extrema sobre asuntos económicos, políticos o militares de alcance internacional, a fin de tener previstas todas las posibles contingencias.

En la medida que un tema domina la agenda mundial, en esa medida el Bilderberg Club lo somete a estudio y elabora una posible estrategia de respuesta sobre la que cada invitado puede exponer libremente sus puntos de vista ante todos los asistentes. Los oradores intervienen siempre de manera breve (no más de 5 minutos) y muy concreta.

Perfil de sus miembros
La adhesión al Bilderberg se hace por contactos confidenciales, y sus miembros asumen un compromiso de discreción acerca del contenido de los debates y de las decisiones que se toman en sus reuniones, celebradas siempre a puerta cerrada y sin ruedas de prensa ni otro tipo de publicidad.

Por lo que se refiere al perfil de los miembros y/o invitados a sus reuniones, baste citar algunas personas cuyos nombres han aparecido en estudios publicados acerca de este tema, y de las cuales no tengo noticia de que ellas -u otras personas en su nombre- hayan desmentido pública o privadamente su pertenencia al club:

* Nota del editor: como tengo bastante prevención a esto de las listas de nombres de sociedades u organizaciones, en las que, además, suelen abundar los errores, les remito para esta lista concreta a su fuente.