viernes, 24 de diciembre de 2010

El Apocalipsis Oculto

Jesús Trillo-Figueroa, ed. Sekotia, 2010

Es una semi novela, una trama sin desarrollar y una edición nejorable para un fin: denunciar la Nueva Tirania de hoy, el gobierno global laicista, cosa que hace de manera clara, amena, profunda, muy documentada... e inquietante; porque es muy actual, una realidad de aquí mismo y de hoy mismo.

Los hechos comienzan en 2009, con motivo del estreno de la película Ágora, y quita la careta a los apóstoles del Nuevo Orden Mundial laicista, además de sacar del silencio y la oscuridad esa otra realidad de rabo y cuernos de los cultos luciferinos.

El Apocalipsis oculto - Una novela de Jesús Trillo-Figueroa


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ISLAM Y OCCIDENTE: Jamón, jamón

Por Narcio Álvarez Quintana, escritor, ex preso político cubano.

La mesa está servida nuevamente. La noticia es simple y nada sorprendente: un alumno musulmán se siente ofendido porque su profesor se refiere al jamón durante una clase para ilustrar una explicación. Éste le aclara que no se trata de una alusión religiosa. Bien aleccionado al parecer, el alumno cuenta la anécdota a sus padres, que se apresuran a denunciar al profesor por un presunto delito de "maltrato de obra con motivaciones xenófobas" .

Es de notar que, en los últimos tiempos, los musulmanes parecen tener los nervios algo tensos, y acusan de xenofobia, de herir su sensibilidad y hasta de blasfemia a quien se atreve a hablar delante de ellos de tradiciones culinarias ajenas a las suyas, de fiestas cristianas o de la presencia de crucifijos en las aulas. Siempre han asistido a clase hijos de padres librepensadores, ateos, judíos o con cualquier otra concepción del mundo, sin que ninguno se molestara por alusiones a la Navidad o a la Semana Santa, a la cría de cerdos, a productos obtenidos de dicho animal, etcétera, ni concediera importancia alguna a éstas u otras cuestiones. No se saque a relucir al franquismo y todas sus parafernalias reales o ficticias, porque durante la transición a la democracia y hasta hace poco nada así sucedía.

Gonzalo Guijarro, portavoz de la Asociación de Profesores de Institutos de Andalucía (APIA), considera que se trata de unas de las nefastas consecuencias de la doctrina del multiculturalismo. Tiene razón, pero eso no es todo. Lo triste es que existe una gran confusión conceptual: muchas personas creen de buena fe que por multiculturalismo se entiende la convivencia pacifica de las distintas culturas. Nada más lejos de la realidad: el multiculturalismo consiste en considerar equivalentes todas las culturas, darles idéntico valor, de modo que es preciso respetar todos sus principios, leyes y costumbres. Por este camino, habrá que respetar la práctica de la antropofagia o del incesto entre los inmigrantes que tengan ambas prácticas por tradicionales.

No hace mucho tiempo se entablaron descabelladas discusiones en el seno de la Unión Europea a propósito de la ablación del clítoris de las niñas. Hubo quien no se limitó a exigir respeto para tan abominable práctica, sino que reclamó que se practicara en los hospitales con el fin de que se observaran las necesarias reglas de higiene. Otros insólitos defensores de semejante barbaridad llegaron a compararla con la circuncisión que en el judaísmo (y en el islam, por si lo han olvidado) se practica a los varones, absurdo explicable sobre todo por la creciente judeofobia europea: pues, a diferencia de lo que ocurre en la clitoridectomía, esa operación no consiste en la eliminación de órgano alguno, ni afecta de ningún modo la salud o la estabilidad emocional y sexual del circuncidado.

Algunos padres que no profesan la religión islámica han manifestado su desacuerdo con la presencia de crucifijos en las aulas. Eso no cambia las cosas. La intolerancia no es un defecto exclusivo del islam. Todos ellos, profesen o no alguna religión, se niegan a aceptar algo establecido desde épocas lejanas y que, quieran o no, es propio de la mayoría de la población española. El caso es que exigen para sí mismos lo que son incapaces de brindar a otros.

La tolerancia, según estas personas, parece consistir sólo en que se respeten sus propios sentimientos, pruritos y reticencias. Ellos no ofrecen lo mismo a cambio, ni en los países islámicos ni, por lo visto ahora, en los restantes: quienes piensan de otro modo no pueden manifestar sus ideas y creencias, so pena de ofender a una minoría que pretende imponer sus leyes en un país que ha acogido a inmigrantes de creencias y concepciones muy diversas. En el caso que ha motivado estas reflexiones, el niño que dio lugar a la denuncia contra el profesor es español por nacimiento, pero no sus padres. Fueron acogidos por una sociedad de credo y organización diferentes a las suyas. Una sociedad a la que pretenden transformar.

Es curioso que, junto a fenómenos semejantes, subsista la discriminación hacia los iberoamericanos en algunos sectores de la población española. Y más curioso aún es que no se haya oído hablar nunca de denuncias de ecuatorianos o de peruanos porque se les llame "sudacas"; o porque, ante alguna injusticia o actitud incomprensible, se les diga que se vuelvan a "su país", posean o no la nacionalidad española; o porque se les considere menos cualificados que los nativos en cualquier materia, o porque las peculiaridades de su español susciten burlas.

La inmigración musulmana de la pasada década no criticaba los símbolos religiosos ni las costumbres de los cristianos. Ahora está haciéndose cada vez más agresiva.
Tenemos mucho que aprender sobre tolerancia, porque no tenemos en lo absoluto claro en qué consiste esa virtud. Por lo demás, ha llegado el momento de que el gobierno establezca con claridad los límites de dicha tolerancia, que precise los derechos y deberes de las minorías. No se aduzca que la religión debe ser un asunto privado, porque el menor y los padres del caso del jamón no parecen compartir esa consideración. El respeto y las exigencias que de esta sagrada noción se derivan son un derecho de todos, no sólo de ciertos grupos.

Ha llegado la hora de que España –y el resto de Europa– deje claro qué lugar corresponde a cada grupo en la sociedad. Es tiempo de decir al islam que no tiene derecho a exigir a Occidente lo que no permite en sus países. No debe existir tolerancia con quienes no son tolerantes, ni cabe el respeto al que no respeta. ¿Han venido a crearse una vida nueva? Pues se les ha acogido bien. No pueden pretender imponer sus costumbres ni sus leyes, ni intentar destruir la columna vertebral de nuestro modo de vida. ¿Son ajenos al mundo occidental? Tienen países de sobra en los que imperan sus leyes y costumbres. Si no les gusta nuestro modo de vida, es hora de que, en lugar de intentar modificarlo a su manera, se replanteen su permanencia entre nosotros, que no vamos a sus tierras a imponernos ni a decirles qué deben hacer. Y que no se nos eche en cara la historia de las Cruzadas: podríamos replicar, por nuestra parte, y por sólo citar un ejemplo, con el asedio otomano a Viena.
Creo que vivimos momentos de decisión; y, como creía Oriana Fallaci, hay momentos en la vida donde hablar es una obligación, un deber civil, un desafío moral, un imperativo categórico al cual uno no puede sustraerse.

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jueves, 23 de diciembre de 2010

Feliz Navidad

Un año más, y van seis, todos los que hacemos este blog (o sea, yo) queremos desearos a todos una muy felices y santas fiestas de Navidad.

El motivo escogido es, esta vez, un fresco del claustro de la Colegiata de Alquézar, Huesca, siglos XV a XVI. Esta población, curiosamente, está ligada para mí al verano, pues ha sido punto de partida y llegada de mis tres descensos del río Vero. La otra razón por la que lo empleo es que la foto está hecha por mi hermano Carlos, que es quien, con su familia, me la ha enviado.

Estoy casi seguro de que muy pocos más han felicitado la Navidad con esta pintura:

¡FELIZ NAVIDAD!

© Carlos Tarifa Valentín-Gamazo



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domingo, 12 de diciembre de 2010

"El profesional es sujeto de derechos y debe ser consciente de que puede exigir"

Entrevista publicada en Diario Médico,

OLLERO CODIRIGE EL MÁSTER DE BIOÉTICA Y BIOJURÍDICA

Por segundo año consecutivo la Universidad Rey Juan Carlos, en colaboración con el Colegio de Médicos de Madrid, inicia su máster de Bioética y Biojurídica como título propio de dicha universidad.

Marta Albert, María Dolores González y Andrés Ollero.

Andrés Ollero, profesor de Filosofía del Derecho de la Universidad Rey Juan Carlos y codirector del máster junto con Manuel de Santiago, presidente de la Comisión de Deontología del Colegio de Médicos de Madrid, afirma que este año "se ha mantenido que las clases se impartan la tarde los viernes y la mañana del sábado". Además, durante el curso "se acentúa el análisis de los casos clínicos y los talleres que los alumnos trabajan en casa y que periódicamente se debaten".

María Dolores González, secretaria del máster y exalumna, afirma que desde su experiencia el máster contribuye a "ver la Medicina desde un segundo plano. El teórico hace referencia a la formación técnica del profesional, pero en un segundo nivel estaría la relación médico-paciente, la vinculación del mundo jurídico con el médico, etcétera, ámbitos que el facultativo desconoce".

La dirección del máster no se olvida de los cambios normativos y las implicaciones éticas que han tenido hechos como la entrada en vigor de la nueva ley del aborto.

Mayor protagonismo
Marta Albert, subdirectora del máster, dice que este año "se ha intensificado el módulo sobre objeción de conciencia. El médico se enfrenta todos los días a decisiones no sólo técnicas sino también relacionadas con la ética y el derecho para la que no tiene respuesta".

En este punto, Ollero afirma que "el médico tiende a situarse como objeto de la norma jurídico y no como sujeto activo". Por eso "son importantes los conocimientos en materia jurídica, ya que el médico debe saber qué puede exigir, pues de lo contrario estará sujeto a lo que dispongan los políticos de turno. No se puede ser sujeto pasivo, sino activo, de tal forma que el facultativo forme su propio criterio sobre temas éticos y jurídicos y no los transfiera a otros ámbitos". Albert afirma que "lo que se detecta entre los profesionales es un déficit de conocimiento, pues tiene una visión distorsionada del Derecho. Tienen en el Derecho una fe que luego no cubre las expectativas".

La falta de formación del profesional es algo en lo que coincide María Dolores González, pues es necesaria para "humanizar la medicina y ver de forma más justa la relación médico-paciente".


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