Artículo de Alejandro Navas, profesor de sociología de la Universidad de Navarra, lunes 30 de mayo de 2011
Nacida en Croacia en 1975, Daniela Matijevic crece en Alemania. Una vez terminada la enseñanza secundaria, se alista en el Ejército, en el cuerpo de Sanidad. En 1999 es enviada a Kosovo, donde pasará cuatro meses. Trabaja de sanitaria, dedicada a labores de rescate, y también de intérprete. Regresa a Alemania, y al cabo de cuatro años de permanencia en el Ejército, abandona la milicia. Marcada por la experiencia de Kosovo, muestra síntomas atribuibles al estrés postraumático: dolores de cabeza, insomnio y dificultades para la concentración. Los diversos tratamientos médicos no consiguen aliviar su sufrimiento. Lógicamente, este cuadro le impide reintegrarse con normalidad a la vida civil. Intenta estudiar Medicina, con la ilusión de llegar a ser anestesista, pero no consigue avanzar. Debe renunciar a su sueño profesional y sigue sin hallar un trabajo estable.
Pasan los años y después de varios intentos por encauzar su vida, Daniela tienta la suerte como escritora. Redacta el borrador de una novela, inspirada en buena medida en su experiencia kosovar. Como es característico en casi todo escritor primerizo, vuelca en su relato gran parte de su propia peripecia biográfica. La editorial le sugiere que convierta la novela en un relato de no ficción, con aire de reportaje. Así lo hace, y en 2010 ve la luz 'Hubiera podido vivir con el infierno'. El libro encuentra un éxito inmediato. Refleja de modo vivo los horrores de la guerra, con escenas terribles. Aparte de los inevitables asesinatos y violaciones de niños, cuenta, por ejemplo, cómo los integrantes de su unidad se vieron obligados a matar un perro y a comérselo, acuciados por el hambre.
La autora se hace muy popular y los medios de comunicación se pelean por entrevistarla. Se convierte enseguida en una visitante habitual de talk shows y magazines. Como escribe el periódico Hamburger Abendblatt: «Posiblemente su libro resulta tan emocionante porque la autora es una mujer, y desde su perspectiva femenina la guerra parece todavía más brutal».
Tanto ruido llama la atención de gente que también estuvo en Kosovo en esa época, que no tarda en denunciar el carácter ficticio de esos tremendos episodios. Además de las fabulaciones, hay en el texto numerosos errores de bulto, como por ejemplo convertir en católica a la población de Serbia. Lo mismo vale para sus alusiones de tipo histórico, que revelan un profundo desconocimiento de la realidad de los Balcanes. Parece que, al final, Daniela no consiguió saltar limpiamente de la ficción a la realidad.
El escándalo debería estar servido, pero las críticas se contienen. En opinión del Frankfurter Allgemeine Zeitung, el diario que se aventuró a denunciar el fraude, este sospechoso silencio se debe a la triple condición de la autora: mujer, inmigrante y lesbiana. Todo el que se atreva a poner en evidencia su montaje se expone, por tanto, al triple reproche de machismo, xenofobia y homofobia: demasiado atentado contra la corrección política. Entretanto, Daniela ha sido desplazada a un segundo plano, no por la verdad, sino por los acontecimientos de Japón y del Norte de África.
La vigencia de esos estereotipos, conformadores de la «corrección política», no resulta exclusiva de Alemania. Se observa de parecida manera en todos los países occidentales. Una especie de ley no escrita indica lo que se puede o no se puede decir. Recuerdo una emisión del programa de TV3, La nit al dia, en la que cuatro humoristas, inconoclastas y rompedores, coincidían en reconocer que ya no hay censura, pero que a la vez no pueden hacer chistes sobre los colectivos homosexuales y feministas: «No puedes hacer chistes sobre ellos, porque luego has de justificar que no estás contra ellos, y te dan toques, y hay una línea editorial.». En cambio, añadían, hace tiempo que no hay problema en meterse con el papa y con los obispos.
Además, empieza a haber leyes que refuerzan ese clima de opinión de mordazas selectivas. Por ejemplo, en esa dirección apunta la 'Ley integral para la igualdad de trato y la no discriminación', que prepara actualmente nuestro Gobierno. El texto del anteproyecto despide un inequívoco tufo censor. Al paso que vamos, atreverse a decir que el rey va desnudo, como en el cuento clásico que adaptó Andersen, puede llegar a convertirse en una gesta heroica.