Más sobre el laicismo reptante y reptilente que crece entre los hierbajos y amenaza con quemarnos en la hoguera de su fanatismo.
Lo que he encontrado hoy procede de Barcelona y cuenta con testigos oculares de mi más total confianza, la burricie laicista inflama a los jóvenes cachorros de la Universidad de Barcelona con la misma pasión que en el pasado envenenó de marxismo las aulas universitarias. Observen el contraste con el lema que campea en su escudo...
La noticia esta obtenida en Forum Libertas.
Persecución religiosa en la Universidad de Barcelona
Movimientos y asociaciones de estudiantes de la Zona Universitaria incitan al boicot de las celebraciones eucarísticas en las capillas de las diversas Facultades. Un grupo prometió “acabar con la capilla” si salía elegido en las elecciones al Consejo de Estudios.
Por Juan Francisco Jiménez Jacinto
La Pastoral Universitaria (SAFOR Diagonal) ha denunciado la persecución religiosa a la que se está sometiendo a las capillas ubicadas en las Facultades de Económicas y Química de la Universidad de Barcelona (UB) y al propio organismo católico.
El SAFOR Diagonal es el Servicio de Asistencia y Formación Religiosas que promueve la Pastoral Universitaria del Arzobispado de Barcelona en la zona del Campus Diagonal que aúna facultades de las universidades de Barcelona y Politécnica de Cataluña.
El organismo denuncia que varios movimientos y asociaciones de estudiantes de la Zona Universitaria están llevando a cabo varias iniciativas contra la libertad religiosa. La última de éstas ha sido la distribución de carteles por las universidades para incitar a que se acuda todos los miércoles a la Capilla de la Facultad de Química para boicotear la celebración de la Misa.
Este hecho supone un escándalo, no solamente por la iniciativa de esos grupos en sí, sino por el inmovilismo que hasta ahora han demostrado las autoridades universitarias, que no han intervenido en nombre de la libertad de culto.
La promesa electoral de “acabar con la capilla de la universidad”
Un alumno de Económicas de la UB, Juan Miguel Borda, escribió una carta al diario La Vanguardia avisando de las consecuencias del laicismo agresivo que se están dando en la UB. El estudiante explicaba que en las elecciones al Consejo de Estudios de la Facultad, un grupo de personas pertenecientes a una candidatura “irrumpió” en la clase para explicar “lo que harían en caso de salir elegidos”. Al parecer “su gran promesa” consistía “en acabar con la capilla de la facultad”.
Según explica en la misiva el estudiante, el representante finalizó su discurso visiblemente emocionado afirmando: “Las confesiones privadas no tienen sitio en nuestra universidad pública”.
El estudiante reconoce que se asustó al ver en los pasillos carteles que convocaban al debate sobre el tema en los que aparecía una iglesia ardiendo.
“Parece que una religión moderna llamada laicismo se está extendiendo actualmente –constata el autor de la carta-. En mi opinión, imponer el laicismo a todos es igual de aberrante, inquisitorial y tiránico que imponer una sola religión a todo el mundo”.
Borda concluye que el laicismo va en contra de la libertad e “impone su creencia laica igual que el fundamentalismo obliga a practicar su credo”.
El laicismo arremete en la universidad
El SAFOR explica que junto con varios profesores y estudiantes se están llevando a cabo los y trámites oficiales correspondientes “para que toda esta persecución cese”. Al cierre de esta noticia los representantes de SAFOR se están reuniendo con la decana de la Facultad de Económicas y después se dirigirán, como cada miércoles, a celebrar la liturgia de la eucaristía. Se ha pedio puntualidad a los asistentes porque “quizá cerraremos con llave” debido a que “se prevé que haya altercados”.
La asociación afirma que “con todo esto, no queremos crear miedos y temores al asistir a la Santa Misa” y explica que lo que pretenden es “haceros partícipes de una realidad existente, a la cual tenemos que combatir del mismo modo que tantos y tantos católicos han combatido a lo largo de toda la historia de la Iglesia”.
Por la Libertad, contra la dictadura del relativismo, el laicismo y todo lo políticamente correcto. No tengamos miedo, el único verdadero enemigo está dentro: que los buenos no hagan nada.
viernes, 26 de noviembre de 2010
martes, 23 de noviembre de 2010
Laicismo reptante
La gente nos acusa de exagerados, que no hay ninguna persecución, que vivimos en un mundo de libertad inconmensurable, que somos unos paranoicos, etc. Bueno, cada uno es muy libre de pensar lo que quiera, como yo de pensar que sí hay una persecución, si no de la Iglesia -que también-, por lo menos de la fe, de cualquier fe; pero especialmente, en España, por razones obvias, de la cristiana, mejor dicho, de la católica.
Yo aviso, y el que quiera oír que oiga. Hay una ofensiva ensordecedora, que copa la atención periódicamente: la guerra de los crucifijos, la reforma de la ley de libertad religiosa, la casilla de la renta para la Iglesia, etc. Pero hay multitud de operaciones de comando, escaramuzas, acciones de sabotaje, que van minando posiciones y construyendo muros de sectarismo ladrillo a ladrillo, tan imperceptible como sólida y constantemente.
A veces me siento como esos departamentos de las agencias de espionaje que monitorizan los medios de comunicación en busca de mensajes en clave de las agencias rivales. Veamos mi penúltimo descubrimiento: Granada Hoy del viernes 19 de noviembre de 2010, página 31, tres columnas con foto, mitad de abajo a la izquierda: "Córdoba quiere anular las ayudas a grupos de mujeres confesionales". La entradilla dice: "El Consejo Municipal [de las Mujeres] intenta identificar las creencias de las componentes de las asociaciones".
El objetivo es excluir a los colectivos confesionales de las ayudas que reparte la Delegación de Igualdad; para esto, se acordó que en la próxima sesión "se presenten propuestas sobre cómo identificar a las asociaciones de mujeres". En una reunión del pasado 20 de marzo, la presidenta de la Plataforma de Apoyo al Lobby Europeo de Mujeres propuso que las mujeres que pertenezcan a los colectivos que reciban las ayudas "no representen a ninguna Iglesia". Se afirmó la "necesaria laicidad" de todo colectivo femenino que aspire a las ayudas, para lo que hacen falta los mentados mecanismos de inquisición de creencias.
Los reptiles venenosos
serpentean entre los matojos
si no queréis que os muerdan
abrid bien los ojos.
Yo aviso, y el que quiera oír que oiga. Hay una ofensiva ensordecedora, que copa la atención periódicamente: la guerra de los crucifijos, la reforma de la ley de libertad religiosa, la casilla de la renta para la Iglesia, etc. Pero hay multitud de operaciones de comando, escaramuzas, acciones de sabotaje, que van minando posiciones y construyendo muros de sectarismo ladrillo a ladrillo, tan imperceptible como sólida y constantemente.
A veces me siento como esos departamentos de las agencias de espionaje que monitorizan los medios de comunicación en busca de mensajes en clave de las agencias rivales. Veamos mi penúltimo descubrimiento: Granada Hoy del viernes 19 de noviembre de 2010, página 31, tres columnas con foto, mitad de abajo a la izquierda: "Córdoba quiere anular las ayudas a grupos de mujeres confesionales". La entradilla dice: "El Consejo Municipal [de las Mujeres] intenta identificar las creencias de las componentes de las asociaciones".
El objetivo es excluir a los colectivos confesionales de las ayudas que reparte la Delegación de Igualdad; para esto, se acordó que en la próxima sesión "se presenten propuestas sobre cómo identificar a las asociaciones de mujeres". En una reunión del pasado 20 de marzo, la presidenta de la Plataforma de Apoyo al Lobby Europeo de Mujeres propuso que las mujeres que pertenezcan a los colectivos que reciban las ayudas "no representen a ninguna Iglesia". Se afirmó la "necesaria laicidad" de todo colectivo femenino que aspire a las ayudas, para lo que hacen falta los mentados mecanismos de inquisición de creencias.
Los reptiles venenosos
serpentean entre los matojos
si no queréis que os muerdan
abrid bien los ojos.
martes, 16 de noviembre de 2010
Cómo convertirse en un icono progre
Pijoprogres, por Fernando Díaz Villanueva
El mejor y más decoroso modo de ser pijo a la moda hoy en día es ser, al mismo tiempo, un progre de manual. Este axioma podría reformularse a la inversa y seguiría siendo válido: el mejor y más decoroso modo de ser un progre de manual es ser un pijo a la moda. Y no porque todos los progres sean pijos, ni todos los pijos progres, sino porque la fusión de ambas condiciones se ha demostrado una fórmula magistral.
No es casualidad que ya sean legión los que, venidos de un lado y del otro, hayan decidido convertirse en pijoprogres, último eslabón de una virtuosa cadena que ha conseguido, al fin, aunar tranquilidad de espíritu y de bolsillo.
Hace sólo unos años eso parecía imposible. Ser de izquierdas requería la exteriorización de ciertas actitudes, y sobre las opiniones políticas aleteaba amenazador el fantasma de la coherencia. De ahí que los ancestros ideológicos del progre actual, los pelmazos setenteros de Cuadernos para el Diálogo y Temas , se preocupasen tanto de parecer pobres, de ir hechos unos adefesios y, sobre todo, de pasar largas y provechosas horas en compañía de los obreros en tascas del extrarradio, dándole a los callos guisados y al vino peleón.
Ser izquierdoso consistía, aparte de en profesar un odio africano a los Estados Unidos y al capitalismo, en semejarse a un currela, evitando así cualquier concesión a la moda (burguesa), al buen gusto (burgués) o a la ostentación (burguesa). El Alfonso Guerra de la Transición, Arfonzo, era su santo varón, y la insufrible y repipi Rosa León su modelo de elegancia y compostura femeninas.
Eso, evidentemente, ya es historia. Hoy, lo normal para los apóstoles del Progreso es gastar trajes italianos de mil euros, vivir en lujosos apartamentos de barrios exclusivos y, como principio y motor primero, no privarse nunca y bajo ninguna circunstancia de nada. En nombre del Progreso, claro. El pionero fue el mismo Arfonzo, que pasó de las gafotas cuadradas y la trenca raída al peluco suizo y el terno de alpaca en un pispás. Pero le sobraba osamenta y le faltaba elegancia y hondura intelectual. Por suerte, ahí estaban los protoprogres actuales para enderezar el rumbo, dando a luz una nueva casta que es la que hoy domina esta parte del mundo que aún llamamos España.
Pablo Molina, que ha dedicado varios años al estudio de la clase emergente –ya dominante–, ha encontrado ciertos patrones de conducta que se repiten en toda la población observada. Desde el más humilde gafapasta imitador de Pablo Motos que se pasea arrastrando su ejemplar de Público por las exposiciones de arte de vanguardia con aire de suficiencia hasta la aristocracia del gremio, que se muestra exuberante en la gala de los Goya, todos comparten un interés común: el dinero, la pasta, la guita, el parné, los billetes verdes que todo lo pueden y a todos contentan.
Esa fijación ha obrado la maravilla de que entre la alta progresía española se dé una concentración de capital equivalente a la que, en tiempos, disfrutaban los magnates de la industria pesada vizcaína y los empresarios del textil catalán juntos. Eso es mucho dinero, de ahí que la tele sea suya (en todos los sentidos), que los bancos de inversión les adoren, que los chefs y los diseñadores de postín se los rifen y que hasta la derechona de la que echan pestes caiga rendida a sus encantos.
Pero no son despiadados estraperlistas como los que triunfaban en la posguerra trapicheando con sacos de garbanzos y bidones de gasolina. Nada de eso. Son la conciencia de la sociedad, el tejido sano sin el cual el cáncer del embrutecido egoísmo capitalista se habría extendido ya por todo el cuerpo social. Son necesarios, y así nos lo hacen ver. Si viven a todo trapo es porque se lo merecen, lo que no significa, obviamente, que los demás podamos hacer lo mismo. Ellos, nosotros, simples zánganos que trabajamos para llevar un mediano pasar, son, somos, la verdadera amenaza.
Que se lo digan a Al Gore, que vela por la limpieza de los cielos contaminándolos sólo lo justo con su avión privado para transmitirnos, cheque mediante, la buena nueva. O a Noam Chomsky, incansable batallador anticapitalista que, sin embargo, procura colocar su bien ganado dinerito en los mercados especulativos, para que pase a sus hijas con algún cero de más. O a Ana Belén, santa madre del pijoprogrerío patrio, que lucha denodadamente por un mundo más justo desde su mansión de La Moraleja. La lista es tan larga como un chorizo de Cantimpalo, dicho sea esto sin segundas intenciones.
Pablo, que nunca ha permitido que una prosa coñazo e inaccesible le estropee un buen análisis, da cuenta de todo y de todos. Se pregunta, además, el porqué y el cómo para que usted, o yo, o nuestro respectivo vecino, pueda llegar también, si así le place, a alcanzar la magistratura pijoprogre, que en justicia merecemos todos. Tan sólo debe cumplir una condición: coja sus principios, métalos en una botella y arrójelos al océano, a ser posible el Pacífico.
Pensándolo bien, a mi ya se me han quitado las ganas. ¿Y a usted?
El mejor y más decoroso modo de ser pijo a la moda hoy en día es ser, al mismo tiempo, un progre de manual. Este axioma podría reformularse a la inversa y seguiría siendo válido: el mejor y más decoroso modo de ser un progre de manual es ser un pijo a la moda. Y no porque todos los progres sean pijos, ni todos los pijos progres, sino porque la fusión de ambas condiciones se ha demostrado una fórmula magistral.
No es casualidad que ya sean legión los que, venidos de un lado y del otro, hayan decidido convertirse en pijoprogres, último eslabón de una virtuosa cadena que ha conseguido, al fin, aunar tranquilidad de espíritu y de bolsillo.
Hace sólo unos años eso parecía imposible. Ser de izquierdas requería la exteriorización de ciertas actitudes, y sobre las opiniones políticas aleteaba amenazador el fantasma de la coherencia. De ahí que los ancestros ideológicos del progre actual, los pelmazos setenteros de Cuadernos para el Diálogo y Temas , se preocupasen tanto de parecer pobres, de ir hechos unos adefesios y, sobre todo, de pasar largas y provechosas horas en compañía de los obreros en tascas del extrarradio, dándole a los callos guisados y al vino peleón.
Ser izquierdoso consistía, aparte de en profesar un odio africano a los Estados Unidos y al capitalismo, en semejarse a un currela, evitando así cualquier concesión a la moda (burguesa), al buen gusto (burgués) o a la ostentación (burguesa). El Alfonso Guerra de la Transición, Arfonzo, era su santo varón, y la insufrible y repipi Rosa León su modelo de elegancia y compostura femeninas.
Eso, evidentemente, ya es historia. Hoy, lo normal para los apóstoles del Progreso es gastar trajes italianos de mil euros, vivir en lujosos apartamentos de barrios exclusivos y, como principio y motor primero, no privarse nunca y bajo ninguna circunstancia de nada. En nombre del Progreso, claro. El pionero fue el mismo Arfonzo, que pasó de las gafotas cuadradas y la trenca raída al peluco suizo y el terno de alpaca en un pispás. Pero le sobraba osamenta y le faltaba elegancia y hondura intelectual. Por suerte, ahí estaban los protoprogres actuales para enderezar el rumbo, dando a luz una nueva casta que es la que hoy domina esta parte del mundo que aún llamamos España.
Pablo Molina, que ha dedicado varios años al estudio de la clase emergente –ya dominante–, ha encontrado ciertos patrones de conducta que se repiten en toda la población observada. Desde el más humilde gafapasta imitador de Pablo Motos que se pasea arrastrando su ejemplar de Público por las exposiciones de arte de vanguardia con aire de suficiencia hasta la aristocracia del gremio, que se muestra exuberante en la gala de los Goya, todos comparten un interés común: el dinero, la pasta, la guita, el parné, los billetes verdes que todo lo pueden y a todos contentan.
Esa fijación ha obrado la maravilla de que entre la alta progresía española se dé una concentración de capital equivalente a la que, en tiempos, disfrutaban los magnates de la industria pesada vizcaína y los empresarios del textil catalán juntos. Eso es mucho dinero, de ahí que la tele sea suya (en todos los sentidos), que los bancos de inversión les adoren, que los chefs y los diseñadores de postín se los rifen y que hasta la derechona de la que echan pestes caiga rendida a sus encantos.
Pero no son despiadados estraperlistas como los que triunfaban en la posguerra trapicheando con sacos de garbanzos y bidones de gasolina. Nada de eso. Son la conciencia de la sociedad, el tejido sano sin el cual el cáncer del embrutecido egoísmo capitalista se habría extendido ya por todo el cuerpo social. Son necesarios, y así nos lo hacen ver. Si viven a todo trapo es porque se lo merecen, lo que no significa, obviamente, que los demás podamos hacer lo mismo. Ellos, nosotros, simples zánganos que trabajamos para llevar un mediano pasar, son, somos, la verdadera amenaza.
Que se lo digan a Al Gore, que vela por la limpieza de los cielos contaminándolos sólo lo justo con su avión privado para transmitirnos, cheque mediante, la buena nueva. O a Noam Chomsky, incansable batallador anticapitalista que, sin embargo, procura colocar su bien ganado dinerito en los mercados especulativos, para que pase a sus hijas con algún cero de más. O a Ana Belén, santa madre del pijoprogrerío patrio, que lucha denodadamente por un mundo más justo desde su mansión de La Moraleja. La lista es tan larga como un chorizo de Cantimpalo, dicho sea esto sin segundas intenciones.
Pablo, que nunca ha permitido que una prosa coñazo e inaccesible le estropee un buen análisis, da cuenta de todo y de todos. Se pregunta, además, el porqué y el cómo para que usted, o yo, o nuestro respectivo vecino, pueda llegar también, si así le place, a alcanzar la magistratura pijoprogre, que en justicia merecemos todos. Tan sólo debe cumplir una condición: coja sus principios, métalos en una botella y arrójelos al océano, a ser posible el Pacífico.
Pensándolo bien, a mi ya se me han quitado las ganas. ¿Y a usted?
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