TERCIO DE QUITES
Por Andrés Ollero Tassara. catedrático Ideal Granada, 8 de septiembre de 2011
“Los manifestantes insultaron de forma insistente a todo peregrino que veían, a los que era fácil identificar por su atuendo y sus mochilas” (de la prensa diaria)
No todo lo que encuentra acogida en una plaza de toros merece el calificativo de taurino. Edificios tan singulares y de tan costosa manutención, llamados a cumplir su estricta función en momentos muy señalados, acaban siendo escenario de espectáculos diversos. Inicialmente se trataba de fórmulas parataurinas, entre las que la charlotada gozó siempre de arraigada tradición, sirviendo más de una vez para acercar a la fiesta -a través de la parodia- a los tiernos infantes. Luego acabaron sirviendo para todo: conciertos de rock, mítines políticos, ópera (Carmen, con rejoneo y todo) y hasta Copa Davis. Por último, la oración se volvió por pasiva. En Vista Alegre, aparte de baloncesto o tenis, puede haber hasta toros. Ahora los grandiosos contenedores multiuso, donde juegan los futbolistas del Bayern o el Schalke, se llaman “Arena”; sin necesidad de que llegue a correr la sangre (Mouriño aún no apareció por allí…).
La primera vez que un Papa pisó estas tierras, sus apoderados se habrían conformado con una plaza de toros; les pareció una temeridad pretender llenar el Bernabéu. La parroquia les acabó dando una lección de fe, aun a costa de que más de la mitad tuviera que quedarse fuera. Ahora ya se sabe de qué va el asunto y hay que comenzar buscando un aeropuerto. Madrid ha servido de escenario de vanguardia. A Habermas lo del laicismo secularizador le parece antidemocrático; hay que ir a una sociedad “postsecular”, en la que -para bien de todos- cada cual pueda expresar lo que lleve dentro, sin más condicionamiento que respetar a los que piensen distinto. Más de un millón de jóvenes han demostrado que no se trata de ninguna irrealizable utopía.
Para algunos, bastaría con eso para que la feria se convirtiera en memorable. Sin embargo, a otros les pareció corto el programa y no se privaron de la charlotada. Creo que han dado igualmente una provechosa lección. No basta con que la fe se pasee a cuerpo y que el Retiro se pueble de confesonarios. Ha sido muy importante que todo el universo mundo se entere de en qué consiste y cuáles son en España las maneras de la pretendida “neutralidad” laicista. Su elocuencia merece un particular agradecimiento; al que le guste tan democrático espectáculo que se apunte a la JMJ de Río de Janeiro; allí saben mucho de carnaval. “Durante más de dos horas los policías se limitaron a intentar interponerse -sin éxito- entre manifestantes y peregrinos y a aconsejar a los participantes en la JMJ, muchos de ellos menores de edad, que abandonaran el lugar para no ser agredidos por los indignados”. Al octogenario Habermas le habría dado un síncope comprobar los escasos progresos de más de un no creyente en ese “proceso de aprendizaje” que, con no poco optimismo, les viene recomendando.
Claro que los misioneros del laicismo no están solos. Para “neutralidad” la de algunos medios de comunicación: un cuarto de kilo para cada uno y todos contentos. A mí el asunto me cogió en Alemania, porque justo en esos días (a quién se le ocurre, ¡con un paso de palio en la calle Alcalá!) teníamos en Frankfurt el Congreso Mundial de mi asignatura. Por la mañana me desayunaba con la televisión y el informativo de turno: un minutito de Papa y otro para los antidisturbios observando atentamente a los indignantes. Pura neutralidad. A mi vuelta, releí prensa de esos días. ABC lo plasmó con elocuencia: una mota situaba a la Puerta del Sol en el océano de Cuatro Vientos. Me acordé del chiste de los náufragos que repasaban ansiosamente la carta de marear, en la que se adivinaba una mota similar: si es una isla, estamos salvados; pero como sea una cagada de mosca…
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