martes, 23 de junio de 2009

Notas sobre "La Ideología Invisible"

Estoy leyendo “La Ideología Invisible. El pensamiento de la nueva izquierda radical” de Jesús Trillo-Figueroa, un ensayo imprescindible para entender de dónde viene, qué es y a dónde nos lleva la ideología de los socialistas que gobiernan España en este momento.

Trillo-Figueroa hace un alarde de conocimiento de autores y textos significativos –a veces con alguna falta de sistematización- con un esfuerzo de divulgación y síntesis, cosa que consigue…, casi siempre. Pero cuando mejores son sus páginas es cuando se suelta y elabora su propio discurso, como por ejemplo, al comentar lo que Enrique de Diego llama “nuevos clérigos” (algunos profesores, periodistas y artistas, pág. 142):
En fin, la característica común de todos ellos es que son buscadores de renta pública. Su interés por lo público se concreta en su interés por la subvención y el gasto público, en su propio beneficio. Es la vieja historia de la cultura subvencionada.
Más adelante, expone su visión de las disyuntivas ética pública-ética privada y espacio privado-espacio público (págs. 187-188):
Otra de las causas fundamentales que, a mi juicio, han conllevado el desprestigio de la política en nuestra sociedad ha sido, sin duda, el intento excesivo de politización de la misma. El socialista Joaquín Leguina, en un viejo opúsculo publicado por la Comunidad de Madrid, "Viejas y nuevas ideas de la Izquierda", a modo de cuasi catecismo de su propio pensamiento ideológico, afirmaba que cada vez más aspectos de la vida cotidiana se convierten en aspectos de dominio público. Según Leguina, “la frase feminista lo personal es político resume la falsa escisión entre lo privado y lo público”.

El socialismo y todas las demás ideologías que conciben la realidad desde la sola óptica de la política consideran que “todo es política”, y esto es radicalmente falso. El gran problema es confundir los dos planos, confundir el plano de lo personal y de lo público. Resulta curioso sin duda que aquéllos que son partidarios de distinguir entre una ética privada y una ética pública –cuando ambas no dejan de ser ética- se empeñen en no distinguir entre esfera privada y esfera pública, pues afirman que todo es política.

La conclusión de los que piensan que todo es política es, en definitiva, que todo es competencia del Estado. Y así eliminan la legitimidad de la existencia de una sociedad civil frente al Estado, e infiltran la maquinaria estatal en todos los aspectos de la vida social, de manera que jamás entienden la diferencia entre la sociedad, el individuo y el Estado. Esta es la explicación más clara de una concepción política totalitaria.

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