martes, 13 de marzo de 2007

La demolición del modelo de sociedad

Hoy el modelo de sociedad vuelve a estar en peligro de una manera más grave y aguda que entonces

Por Josep Miró i Ardèvol, en La Gaceta, el 12 de marzo de 2007

EN los años 80 defender el modelo de sociedad significaba salvaguardar la figura del empresario, proteger el derecho a la propiedad y afirmar el valor insustituible del mercado, para citar tres de los fundamentos entonces cuestionados y ahora asumidos por un consenso incuestionable. Hoy el modelo de sociedad vuelve a estar en peligro de una manera más grave y aguda que entonces. Lo está la vida social y el buen funcionamiento de la economía, la capacidad de generar bienestar y prosperidad. La situación es mucho más apurada, porque a diferencia de entonces las instituciones parecen como aletargadas ante la amenaza, cuando no la niegan en redondo.

La sociedad civil que tanto valoramos no nace de la nada. Para su existencia y buen funcionamiento depende de la red jerarquizada de las instituciones insustituibles socialmente valiosas. Son las infraestructuras sociales donde todo se asienta. De forma parecida a como las infraestructuras físicas articulan el espacio, las sociales articulan la sociedad para su mejor funcionamiento y el de su economía. La cualidad y cantidad del capital humano, la formación y destrucción de capital social, la tasa de progreso técnico y con ella la productividad total, y el Estado del bienestar dependen de ellas. Prácticamente todos los elementos básicos para que un país funcione.

Las infraestructuras sociales no son iguales, sino que por su capacidad generativa y su insustituibilidad se ordenan en tres niveles. El primero está formado por la institución del matrimonio y las generadas por él: la paternidad y maternidad con capacidad educadora, la filiación y fraternidad, el parentesco y su extensión en el tiempo, la dinastía. El matrimonio y sus redes colaterales de ascendentes y descendentes son los núcleos que articulan la sociedad. Son instituciones previas e independientes del Estado, forjadas en la historia, modeladas jurídicamente por el derecho consuetudinario. Por su propia lógica interna y razón de existir, no pueden ser alteradas, sin, al mismo tiempo, trastornar a toda la sociedad. A nadie se le ocurre que una autopista —infraestructura física— sea simultáneamente un circuito de carreras. De la misma manera nadie prudente y mínimamente sabio puede reducir el matrimonio a una simple unidad más de convivencia, como el propio presidente del Gobierno, hombre imprudente y nada sabio, ha reiterado. Esta infraestructura generatriz lo es en la medida que gracias a la alteridad hombre y mujer es capaz de generar descendencia y educarla, y en su estabilidad dar a los cónyuges acompañamiento y atención mutua.

Hay todo un segundo nivel de infraestructuras sociales, estrechamente vinculadas al primero y que dependen de él: son la escuela —la organización para enseñar y educar— y el trabajo organizado, esto es, la empresa. También las confesiones religiosas y la vecindad desde el más próximo al más lejano. Todas ellas son insustituibles y previas al Estado y deben ser autónomas de él. Queda aún un tercer nivel, sustituible e intercambiable, formado por las asociaciones.

Centrémonos en las de primer nivel: el matrimonio y sus instituciones generatrices. De que cumpla sus fines (y no sólo el ser unidad de convivencia, que en todo caso sólo es un medio) depende:

- La viabilidad del sistema público de pensiones, y en una medida importante de la sanidad (por el mayor o menor envejecimiento). La clave es la descendencia.

-La capacidad formadora de todos los ciclos de enseñanza, el mayor o menor fracaso escolar, en la medida en que exista una paternidad educadora, que permita a la escuela dedicarse a instruir.

-La formación del capital humano, relacionada con las dos funciones precedentes.

-La proporción de personas con carácter empresarial en el conjunto de la población. Motivo: el número de familias numerosas (Marshall et alt).

-La tasa de progreso técnico vinculado a largo plazo a la tasa de natalidad (Kremer et alt).

-La visión del largo plazo y la solidaridad intergeneracional, relacionada con la vivencia dinástica (Fisher et alt).

-El matrimonio estable y la red de parentesco bien definida y vivida, estrechamente ligadas a la generación de confianza y de oportunidades, condiciones básicas para generar capital social.

Hay tres factores clave para el desarrollo del bienestar y la riqueza de las sociedades: Las tres “K“. El capital público es una de ellas. Se expresa en forma de infraestructuras físicas y equipamientos. Pero las otras dos son el capital humano, un atributo individual en términos de educación, y formación, y el capital social, un atributo colectivo generado por el conjunto de la sociedad a partir de sus redes primarias secundarias y terciarias.

La políticas y las leyes del periodo Zapatero, sólo tres años, han quebrantando la red primaria, empezando por su fundamento más estricto, la alteridad complementaria hombre-mujer (debería ser de lectura obligatoria la ley denominada Reguladora de la Rectificación Registral de la Mención Relativa al Sexo de las Personas, en realidad una ley que redefine la identidad sexual de acuerdo con la teoría de género), el matrimonio su misión y estabilidad, el concepto y función del ser padre, madre e hijo, la función educadora de la paternidad, la configuración del parentesco, la importancia de la descendencia. En definitiva toda la infraestructura básica está siendo demolida, el modelo de sociedad. Pero en plan serio, serio, eso no parece preocuparle a demasiada gente, empezando por los empresarios y dirigentes. Extraño país.

2 comentarios:

Marta Salazar dijo...

no me mento en el tema Espana, del que no sé nada...

pero en lo de las pensiones, jubilaciones y sistema de seguro de cuidado...

" La viabilidad del sistema público de pensiones, y en una medida importante de la sanidad (por el mayor o menor envejecimiento). La clave es la descendencia".

Como, aunque no haya una implosión demográfica, en todos los países se presentará, cual más cual menos, la transición demográfica, llamo a todos, a cambiar el sistema de reparto por el de capitalización!!!


Y aunque no hubiese ni transición ni implosión, un sistema de capitalización es 1) más justo; 2) más eficiente y 3) hace trabajar el dinero en vez de guardarlo debajo del colchón.

un abrazo! y gracias x este blog!

Alberto Tarifa Valentín-Gamazo dijo...

Desde luego estoy pez en economía; me suena que hace años Chile hizo una auténtica revolución implantando el sistema de capitalización ¿no es así?
En cualquier caso, capitalización o reparto, el problema de la ausencia de descendencia es sintomático de un mal muy grave de putrefacción de la sociedad, con infinitas y desastrosas consecuencias, de las cuales, la eventual crisis del sistema de pensiones es el más fácil de entender y sirve de ejemplo.
Gracias por tus comentarios, eres una auténtica promotora de la blogosfera.