La opinión –ya antigua- según la cual el ateo puede ser “buena persona” en una sociedad cristiana, se está convirtiendo en el “dogma” según el cual solo el ateo puede ser buena persona en una sociedad democrática. La idea de que la fe en Dios lleva a la intolerancia y al fanatismo, parece confirmarse cada vez que los medios de comunicación informan sobre algún acto de violencia o terrorismo por motivos religiosos.Para ir al artículo
Por la Libertad, contra la dictadura del relativismo, el laicismo y todo lo políticamente correcto. No tengamos miedo, el único verdadero enemigo está dentro: que los buenos no hagan nada.
jueves, 25 de febrero de 2010
El ateo virtuoso. Actualidad de un mito
Interesantísimo artículo del Profesor Tomás Trigo, publicado en ¿Ética sin Religión?, VI Simposio Internacional "Fe cristiana y cultura contemporánea", del Instituto de Antropología y Ética de la Universidad de Navarra (2006), que recogemos de Arguments. Con seriedad, sin dogmatismos, con el sincero deseo de ayudar alguien que cree firmemente estar en la verdad.
jueves, 11 de febrero de 2010
Desayuno con Obama
Aunque suene a Desayuno con diamantes, no tiene nada que ver con la famosa película de Edwuards protagonizada por la sofisticadísima Audrey Hepburn. Se ha escrito mucho sobre el último Desayuno Nacional de la Oración de Washington, por sus innegables implicaciones políticas y religiosas, al que el presidente del Gobierno de España, José Luis Rodríguez Zapatero ha sido invitado como orador: ¿que pinta un político laicista como Zapatero en un acto con tanta carga cristiana? ¿Se trata de una claudicación con tal de lograr la amistad con el todopoderoso Obama y alinearse con lo que le hacen representar como precoz premio Nobel de la Paz? ¿Qué se hubiera dicho en España si el que hubiera sido invitado hubiese sido José María Aznar, anterior presidente, en tiempos de Bush?
La oposición de derecha ha aprovechado para subrayar todas las inconsecuencias de este hecho, mientras el Gobierno lo justificaba como un "respeto a las tradiciones de otro país", y los aliados de izquierda preferían no entrar al tema para no perjudicar al presidente. El tono de los opinadores en medios de comunicación ha sido mayoritariamente irónico y burlón, cuando no directamente satírico, más quizá porque la cosa se prestaba a la befa que porque tuvieran verdaderos reparos que hacer.
Jorge Trias Sagnier, político "de derecha" y frecuente columnista, que estuvo presente en dicho Desayuno, ha escrito un breve comentario en su blog, que traigo a colación porque me ha gustado su tono informativo y ponderado. Poco antes escribió otra entrada en la que explica con más detalle en qué consisten estos Desayunos Nacionales de Oración.
La oposición de derecha ha aprovechado para subrayar todas las inconsecuencias de este hecho, mientras el Gobierno lo justificaba como un "respeto a las tradiciones de otro país", y los aliados de izquierda preferían no entrar al tema para no perjudicar al presidente. El tono de los opinadores en medios de comunicación ha sido mayoritariamente irónico y burlón, cuando no directamente satírico, más quizá porque la cosa se prestaba a la befa que porque tuvieran verdaderos reparos que hacer.
Jorge Trias Sagnier, político "de derecha" y frecuente columnista, que estuvo presente en dicho Desayuno, ha escrito un breve comentario en su blog, que traigo a colación porque me ha gustado su tono informativo y ponderado. Poco antes escribió otra entrada en la que explica con más detalle en qué consisten estos Desayunos Nacionales de Oración.
lunes, 8 de febrero de 2010
Fundamentalismo democrático
«¿Es la corrupción un mal menor que se produce en nuestro sistema democrático, como se suele pensar, o es un rasgo inherente a la propia democracia? ¿Pueden los instrumentos del Estado de derecho acabar con la corrupción política como si de cualquier caso de delincuencia común se tratase? ¿Acaso es la democracia un sistema inmune, inatacable y perfecto que no puede verse dañado nunca por la corrupción?
Con gran sutileza conceptual y mordacidad polémica, el filósofo Gustavo Bueno analiza las ideas de corrupción y de democracia y trata de establecer su conexión interna. A continuación, hace un estudio exhaustivo de algunos de los casos más sonados de perversión democrática (corrupción no delictiva) que se han producido en España en los últimos años: el proyecto de ley de plazos del aborto, el «complejo de Jesucristo» del juez Garzón, los estatutos de autonomía y la opa hostil a Endesa, así como las leyes de memoria histórica, de matrimonios homosexuales o contra la violencia de género.
Una obra que somete a crítica los principios ideológicos del fundamentalismo democrático, que considera a la democracia como la forma perfecta de la sociedad política, el fin de la historia y el mejor de los mundos posibles.»
El fundamentalismo democrático
La democracia española a examen
Temas de Hoy, Madrid 2010
157×235 mm, 416 páginas, ISBN 978-84-8460-826-4
Primera edición: enero 2010 [en las librerías el 13 de enero]
Con gran sutileza conceptual y mordacidad polémica, el filósofo Gustavo Bueno analiza las ideas de corrupción y de democracia y trata de establecer su conexión interna. A continuación, hace un estudio exhaustivo de algunos de los casos más sonados de perversión democrática (corrupción no delictiva) que se han producido en España en los últimos años: el proyecto de ley de plazos del aborto, el «complejo de Jesucristo» del juez Garzón, los estatutos de autonomía y la opa hostil a Endesa, así como las leyes de memoria histórica, de matrimonios homosexuales o contra la violencia de género.
Una obra que somete a crítica los principios ideológicos del fundamentalismo democrático, que considera a la democracia como la forma perfecta de la sociedad política, el fin de la historia y el mejor de los mundos posibles.»
El fundamentalismo democrático
La democracia española a examen
Temas de Hoy, Madrid 2010
157×235 mm, 416 páginas, ISBN 978-84-8460-826-4
Primera edición: enero 2010 [en las librerías el 13 de enero]
miércoles, 3 de febrero de 2010
Ocupar el lugar de la fe es el error del laicismo (español)
Entrevista a Rafael Navarro-Valls, catedrático de derecho eclesiástico y autor del libro “Entre la Casa Blanca y el Vaticano”/abc /martes 26 de enero de 2010
¿El obispo de San Sebastián, Munilla, será látigo y «cólera de Dios» para los nacionalistas?
No será «látigo» para nadie, sino pastor para todos.
Laicista confeso, Zapatero se integra entre orantes. ¿Confía?
Tengo la esperanza de que se vea como una forma de valorar la Religión. Tal vez ZP tome conciencia de que el Estado necesita de energías morales que éste no puede aportar.
¿Obama es el «Dios» de ZP?
Todos están de paso en la política, sobre todo los presidentes. No sería razonable adorar a quien antes de que se dé cuenta deberá partir.
Benedicto XVI vs Barack Obama. ¿El más poderoso?
El poder político en estado puro reside en la Casa Blanca; la primera autoridad moral de la tierra es el inquilino del Vaticano. Actúan en coordenadas diversas. A la larga, el espíritu acaba imponiéndose sobre la biología: ley de vida.
¿Quién tiene más adeptos, la política o la espiritualidad?
No son incompatibles, pero la espiritualidad, que es la búsqueda del mundo interior, preocupa a millones de seres. A la política se dedica un reducido número, aunque repercuta en la sociedad.
Un lustro después de su muerte, ¿hemos olvidado a Wojtila?
No es fácil olvidar a quien fue calificado de «portavoz planetario de los derechos humanos». Su pronta beatificación es universalmente aplaudida por millones de seres.
La izquierda quiere un «Estado laico». ¿Tiene explicación?
También yo soy un fan del Estado laico, pero siempre que la laicidad se entienda positivamente, no como forma de sustituir las antiguas «teocracias» por modernas «ideocracias». Es un error del laicismo español querer ocupar en las almas de los ciudadanos el lugar de la fe.
¿Qué demoledoras consecuencias tuvo la errónea identificación entre laicidad del Estado y hostilidad hacia la Iglesia?
La política religiosa de la II República no fue acertada, al no aceptar el peso de la Iglesia. La Constitución subsanó ese error estableciendo un punto de equilibrio entre la neutralidad radical de la II República y la sospechosa camaradería de la época posterior.
¿Laicidad es indiferencia o animadversión hacia la Religión?
Régis Debray (que no es una hermana de la caridad) preconiza el paso de una «laicidad de incompetencia» o de combate a una « laicidad de inteligencia», de «mano tendida». Es decir, una laicidad positiva que reconoce el valor social del factor religioso.
¿Es vital enseñar la Religión?
La Religión no está out (fuera) y el agnosticismo in (dentro). La firmeza de las convicciones -a la que la enseñanza de la Religión contribuye- ayuda a difundir principios vitales como la solidaridad, el respeto a la vida humana y la tolerancia.
¿Por qué quieren descolgar los crucifijos?
Porque no reflexionan sobre estas palabras de un Tribunal Constitucional europeo: «No es inconstitucional que los niños desde su infancia -y los hijos de padres ateos- conozcan que hay personas con creencias religiosas y que desean practicarlas».
¿El aborto da carta de naturaleza a la cultura de la muerte?
Para la sociedad secularizada, la vida de «aquí abajo» es la única de la que muchos creen disponer. Una ley de aborto, al eliminar esa «única» vida, contradice la imagen de sí mismo que el hombre «moderno» ha elaborado. Paradoja y ataque a los derechos humanos.
¿El matrimonio es un bien social o un contrato basura?
Es un bien social, pero se convierte en «contrato basura» cuando la legislación se empeña en resaltar sus accidentes y no su sustancia.
Y a la unión gay, ¿se le debe llamar matrimonio?
¿Debe llamarse contrato de permuta al de compraventa?
¿El obispo de San Sebastián, Munilla, será látigo y «cólera de Dios» para los nacionalistas?
No será «látigo» para nadie, sino pastor para todos.
Laicista confeso, Zapatero se integra entre orantes. ¿Confía?
Tengo la esperanza de que se vea como una forma de valorar la Religión. Tal vez ZP tome conciencia de que el Estado necesita de energías morales que éste no puede aportar.
¿Obama es el «Dios» de ZP?
Todos están de paso en la política, sobre todo los presidentes. No sería razonable adorar a quien antes de que se dé cuenta deberá partir.
Benedicto XVI vs Barack Obama. ¿El más poderoso?
El poder político en estado puro reside en la Casa Blanca; la primera autoridad moral de la tierra es el inquilino del Vaticano. Actúan en coordenadas diversas. A la larga, el espíritu acaba imponiéndose sobre la biología: ley de vida.
¿Quién tiene más adeptos, la política o la espiritualidad?
No son incompatibles, pero la espiritualidad, que es la búsqueda del mundo interior, preocupa a millones de seres. A la política se dedica un reducido número, aunque repercuta en la sociedad.
Un lustro después de su muerte, ¿hemos olvidado a Wojtila?
No es fácil olvidar a quien fue calificado de «portavoz planetario de los derechos humanos». Su pronta beatificación es universalmente aplaudida por millones de seres.
La izquierda quiere un «Estado laico». ¿Tiene explicación?
También yo soy un fan del Estado laico, pero siempre que la laicidad se entienda positivamente, no como forma de sustituir las antiguas «teocracias» por modernas «ideocracias». Es un error del laicismo español querer ocupar en las almas de los ciudadanos el lugar de la fe.
¿Qué demoledoras consecuencias tuvo la errónea identificación entre laicidad del Estado y hostilidad hacia la Iglesia?
La política religiosa de la II República no fue acertada, al no aceptar el peso de la Iglesia. La Constitución subsanó ese error estableciendo un punto de equilibrio entre la neutralidad radical de la II República y la sospechosa camaradería de la época posterior.
¿Laicidad es indiferencia o animadversión hacia la Religión?
Régis Debray (que no es una hermana de la caridad) preconiza el paso de una «laicidad de incompetencia» o de combate a una « laicidad de inteligencia», de «mano tendida». Es decir, una laicidad positiva que reconoce el valor social del factor religioso.
¿Es vital enseñar la Religión?
La Religión no está out (fuera) y el agnosticismo in (dentro). La firmeza de las convicciones -a la que la enseñanza de la Religión contribuye- ayuda a difundir principios vitales como la solidaridad, el respeto a la vida humana y la tolerancia.
¿Por qué quieren descolgar los crucifijos?
Porque no reflexionan sobre estas palabras de un Tribunal Constitucional europeo: «No es inconstitucional que los niños desde su infancia -y los hijos de padres ateos- conozcan que hay personas con creencias religiosas y que desean practicarlas».
¿El aborto da carta de naturaleza a la cultura de la muerte?
Para la sociedad secularizada, la vida de «aquí abajo» es la única de la que muchos creen disponer. Una ley de aborto, al eliminar esa «única» vida, contradice la imagen de sí mismo que el hombre «moderno» ha elaborado. Paradoja y ataque a los derechos humanos.
¿El matrimonio es un bien social o un contrato basura?
Es un bien social, pero se convierte en «contrato basura» cuando la legislación se empeña en resaltar sus accidentes y no su sustancia.
Y a la unión gay, ¿se le debe llamar matrimonio?
¿Debe llamarse contrato de permuta al de compraventa?
En defensa de Benedicto XVI
Domingo 24 de enero de 2010
Bernard-Henri Lévy (Béni-Saf, Argelia, 5 de noviembre de 1948), conocido en Francia como BHL, es un filósofo y escritor francés. Nació en la Argelia francesa en el seno de una familia judía, se trasladó a Francia en 1954. En 1968 entró en la prestigiosa Escuela Normal Superior parisina donde tuvo como profesores a Jacques Derrida y Louis Althusser. En 1971 inició una etapa como periodista de guerra, cubriendo la guerra de independencia de Bangladesh. De vuelta a París, se hizo popular en 1976 como joven fundador de la corriente de los llamados nuevos filósofos (nouveaux philosophes) franceses, como André Glucksmann y Alain Finkielkraut, críticos con los dogmas de la izquierda radical surgida de Mayo del 68. Se convirtió entonces en un filósofo discutido, acusado de «intelectual mediático» y narcisista por sus detractores, y valorado por su compromiso moral en favor de la libertad de pensamiento por sus defensores] Artículo publicado en Le Point (igualmente por Corriere della Sera, pdf) y reproducido también en El País.
“Desde el momento de su elección, el Papa, que ha retomado de forma irrevocable el diálogo judeocatólico, ha sido víctima de un juicio mediático y ha sufrido la continua manipulación de sus textos.
Habría que dejarse de tanta mala fe, de tantos prejuicios y, para no callarme nada, de tanta desinformación cuando se habla de Benedicto XVI.
A Benedicto XVI no se le puede acusar de haber congelado el proceso abierto por el papa Juan XXIII. Nada más resultar elegido, el Papa ya fue objeto de un verdadero proceso mediático en el que se le tachaba machaconamente de "ultraconservador" (como si un Papa pudiera ser otra cosa que "conservador").
Luego vinieron las insistentes alusiones, cuando no las bromas pesadas, al "Papa alemán" y al "posnazi" con sotana, al que, ni cortos ni perezosos, los guiñoles de la tele apodaban Adolf II (y eso porque, como todos los niños y adolescentes de su edad, fue enrolado en las juventudes del régimen).
Más tarde le llegó el turno a la manipulación de los textos pura y dura. Por ejemplo, a propósito de su viaje a Auschwitz en 2006, hubo quien pretendió, y a medida que pasa el tiempo y los recuerdos se vuelven más vagos hay quien sigue pretendiendo -y repitiendo igual de machaconamente-, que el Papa se habría referido a los seis millones de muertos polacos como a víctimas de una simple "banda de criminales", sin precisar que la mitad de ellos eran judíos (en este caso, el infundio es apabullante, pues, en realidad, aquel día, Benedicto XVI habló de los "jerarcas del III Reich" que intentaron "aplastar" al "pueblo judío" y borrarlo de la faz de la Tierra -Le Monde del 30 de mayo de 2006-).
Y ahora, tras una visita a la sinagoga de Roma -a la que precedieron otras dos a las de Colonia y Nueva York-, la guinda la ha puesto el mismo coro de desinformadores, que esta vez ni siquiera ha esperado a que el Pontífice cruzara el Tíber para anunciar, urbi et orbi, que ni ha encontrado las palabras apropiadas, ni ha hecho los gestos adecuados, y, por tanto, ha fracasado...
Así que, como el acontecimiento es muy reciente, me voy a permitir poner algunos puntos sobre algunas íes.
Al recogerse ante la corona de rosas rojas depositada frente a la placa conmemorativa del martirio de los 1.021 judíos romanos deportados, Benedicto XVI no hizo sino cumplir con su deber, pero lo cumplió.
Al rendir homenaje a los "rostros" de los "hombres, mujeres y niños" arrestados en el marco del proyecto de "exterminio del pueblo de la Alianza de Moisés", Benedicto XVI dijo algo evidente, pero lo dijo.
Hay que dejar de repetir como loros que -cuando reproduce palabra por palabra los términos de la oración que Juan Pablo II pronunciara 10 años atrás en el Muro de las Lamentaciones, cuando pide "perdón" al pueblo judío pogromizado por el furor de un antisemitismo que durante mucho tiempo fue de origen católico, y lo pide, insisto, leyendo el propio texto de Juan Pablo II- Benedicto XVI hace menos que su predecesor.
Cuando declara, tras una segunda estación ante la inscripción conmemorativa del atentado cometido en 1982, en Roma, por unos extremistas palestinos, que el diálogo judeo-católico entablado por el Vaticano II es ya "irrevocable"; cuando anuncia que pretende "profundizar" y "desarrollar" el "debate entre iguales" que representa el debate con esos "hermanos mayores" que son los judíos, a Benedicto XVI se le puede acusar de todo lo que se quiera, pero no de "congelar" el proceso abierto por Juan XXIII.
Y luego, en cuanto al asunto de Pío XII... Si es necesario, me detendré en el caso de Pío XII, que es enormemente complejo.
Me detendré en el caso de Rolf Hochhuth, autor de la famosa obra El vicario, que abrió, en 1963, la polémica sobre los "silencios de Pío XII".
Me detendré, en particular, en el hecho de que este ardiente justiciero es también un conocido negacionista, condenado varias veces como tal, y cuya última provocación consistió en una entrevista, publicada hace cinco años en el semanario de extrema derecha Junge Freiheit, en la que defendía a David Irving, que niega la existencia de las cámaras de gas.
Por ahora, sólo quiero recordar, como acaba de hacer de nuevo Laurent Dispot en la revista que dirijo -La Règle du Jeu-, que, en 1937, el terrible Pío XII, que todavía era el cardenal Pacelli, fue coautor de la encíclica Con viva preocupación, que sigue siendo, aún hoy, uno de los manifiestos antinazis más firmes y elocuentes.
Por ahora, para restablecer la exactitud histórica hay que precisar que antes de optar por la acción clandestina, antes de abrir, sin decirlo, sus conventos a los judíos romanos perseguidos por los sicarios fascistas, el silencioso Pío XII pronunció unos discursos radiofónicos (por ejemplo, los de las navidades de 1941 y 1942) que después de su muerte le valdrían el homenaje de Golda Meir, que sabía lo que significa hablar y no dudó en declarar: "Durante los diez años del terror nazi, mientras nuestro pueblo sufría un martirio espantoso, el Papa alzó su voz para condenar a los verdugos".
Y, por ahora, lo asombroso es que todo el peso, o casi, del ensordecedor silencio que se hizo en el mundo entero alrededor de la Shoah recaiga sobre uno de los soberanos de aquel tiempo que: a) no tenía ni cañones ni aviones a su disposición; b) según la mayoría de los historiadores, no escatimó esfuerzos para compartir con aquellos que los tenían la información de la que disponía; c) salvó -sí, él-, tanto en Roma como en otros lugares, a un gran número de aquellos de los que se sentía responsable moralmente.
Último apunte en el Gran libro de la bajeza contemporánea: ya se trate de Pío o de Benedicto, se puede ser Papa y chivo expiatorio.
Bernard-Henri Lévy (Béni-Saf, Argelia, 5 de noviembre de 1948), conocido en Francia como BHL, es un filósofo y escritor francés. Nació en la Argelia francesa en el seno de una familia judía, se trasladó a Francia en 1954. En 1968 entró en la prestigiosa Escuela Normal Superior parisina donde tuvo como profesores a Jacques Derrida y Louis Althusser. En 1971 inició una etapa como periodista de guerra, cubriendo la guerra de independencia de Bangladesh. De vuelta a París, se hizo popular en 1976 como joven fundador de la corriente de los llamados nuevos filósofos (nouveaux philosophes) franceses, como André Glucksmann y Alain Finkielkraut, críticos con los dogmas de la izquierda radical surgida de Mayo del 68. Se convirtió entonces en un filósofo discutido, acusado de «intelectual mediático» y narcisista por sus detractores, y valorado por su compromiso moral en favor de la libertad de pensamiento por sus defensores] Artículo publicado en Le Point (igualmente por Corriere della Sera, pdf) y reproducido también en El País.
“Desde el momento de su elección, el Papa, que ha retomado de forma irrevocable el diálogo judeocatólico, ha sido víctima de un juicio mediático y ha sufrido la continua manipulación de sus textos.
Habría que dejarse de tanta mala fe, de tantos prejuicios y, para no callarme nada, de tanta desinformación cuando se habla de Benedicto XVI.
A Benedicto XVI no se le puede acusar de haber congelado el proceso abierto por el papa Juan XXIII. Nada más resultar elegido, el Papa ya fue objeto de un verdadero proceso mediático en el que se le tachaba machaconamente de "ultraconservador" (como si un Papa pudiera ser otra cosa que "conservador").
Luego vinieron las insistentes alusiones, cuando no las bromas pesadas, al "Papa alemán" y al "posnazi" con sotana, al que, ni cortos ni perezosos, los guiñoles de la tele apodaban Adolf II (y eso porque, como todos los niños y adolescentes de su edad, fue enrolado en las juventudes del régimen).
Más tarde le llegó el turno a la manipulación de los textos pura y dura. Por ejemplo, a propósito de su viaje a Auschwitz en 2006, hubo quien pretendió, y a medida que pasa el tiempo y los recuerdos se vuelven más vagos hay quien sigue pretendiendo -y repitiendo igual de machaconamente-, que el Papa se habría referido a los seis millones de muertos polacos como a víctimas de una simple "banda de criminales", sin precisar que la mitad de ellos eran judíos (en este caso, el infundio es apabullante, pues, en realidad, aquel día, Benedicto XVI habló de los "jerarcas del III Reich" que intentaron "aplastar" al "pueblo judío" y borrarlo de la faz de la Tierra -Le Monde del 30 de mayo de 2006-).
Y ahora, tras una visita a la sinagoga de Roma -a la que precedieron otras dos a las de Colonia y Nueva York-, la guinda la ha puesto el mismo coro de desinformadores, que esta vez ni siquiera ha esperado a que el Pontífice cruzara el Tíber para anunciar, urbi et orbi, que ni ha encontrado las palabras apropiadas, ni ha hecho los gestos adecuados, y, por tanto, ha fracasado...
Así que, como el acontecimiento es muy reciente, me voy a permitir poner algunos puntos sobre algunas íes.
Al recogerse ante la corona de rosas rojas depositada frente a la placa conmemorativa del martirio de los 1.021 judíos romanos deportados, Benedicto XVI no hizo sino cumplir con su deber, pero lo cumplió.
Al rendir homenaje a los "rostros" de los "hombres, mujeres y niños" arrestados en el marco del proyecto de "exterminio del pueblo de la Alianza de Moisés", Benedicto XVI dijo algo evidente, pero lo dijo.
Hay que dejar de repetir como loros que -cuando reproduce palabra por palabra los términos de la oración que Juan Pablo II pronunciara 10 años atrás en el Muro de las Lamentaciones, cuando pide "perdón" al pueblo judío pogromizado por el furor de un antisemitismo que durante mucho tiempo fue de origen católico, y lo pide, insisto, leyendo el propio texto de Juan Pablo II- Benedicto XVI hace menos que su predecesor.
Cuando declara, tras una segunda estación ante la inscripción conmemorativa del atentado cometido en 1982, en Roma, por unos extremistas palestinos, que el diálogo judeo-católico entablado por el Vaticano II es ya "irrevocable"; cuando anuncia que pretende "profundizar" y "desarrollar" el "debate entre iguales" que representa el debate con esos "hermanos mayores" que son los judíos, a Benedicto XVI se le puede acusar de todo lo que se quiera, pero no de "congelar" el proceso abierto por Juan XXIII.
Y luego, en cuanto al asunto de Pío XII... Si es necesario, me detendré en el caso de Pío XII, que es enormemente complejo.
Me detendré en el caso de Rolf Hochhuth, autor de la famosa obra El vicario, que abrió, en 1963, la polémica sobre los "silencios de Pío XII".
Me detendré, en particular, en el hecho de que este ardiente justiciero es también un conocido negacionista, condenado varias veces como tal, y cuya última provocación consistió en una entrevista, publicada hace cinco años en el semanario de extrema derecha Junge Freiheit, en la que defendía a David Irving, que niega la existencia de las cámaras de gas.
Por ahora, sólo quiero recordar, como acaba de hacer de nuevo Laurent Dispot en la revista que dirijo -La Règle du Jeu-, que, en 1937, el terrible Pío XII, que todavía era el cardenal Pacelli, fue coautor de la encíclica Con viva preocupación, que sigue siendo, aún hoy, uno de los manifiestos antinazis más firmes y elocuentes.
Por ahora, para restablecer la exactitud histórica hay que precisar que antes de optar por la acción clandestina, antes de abrir, sin decirlo, sus conventos a los judíos romanos perseguidos por los sicarios fascistas, el silencioso Pío XII pronunció unos discursos radiofónicos (por ejemplo, los de las navidades de 1941 y 1942) que después de su muerte le valdrían el homenaje de Golda Meir, que sabía lo que significa hablar y no dudó en declarar: "Durante los diez años del terror nazi, mientras nuestro pueblo sufría un martirio espantoso, el Papa alzó su voz para condenar a los verdugos".
Y, por ahora, lo asombroso es que todo el peso, o casi, del ensordecedor silencio que se hizo en el mundo entero alrededor de la Shoah recaiga sobre uno de los soberanos de aquel tiempo que: a) no tenía ni cañones ni aviones a su disposición; b) según la mayoría de los historiadores, no escatimó esfuerzos para compartir con aquellos que los tenían la información de la que disponía; c) salvó -sí, él-, tanto en Roma como en otros lugares, a un gran número de aquellos de los que se sentía responsable moralmente.
Último apunte en el Gran libro de la bajeza contemporánea: ya se trate de Pío o de Benedicto, se puede ser Papa y chivo expiatorio.
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