lunes, 20 de mayo de 2013

Un poco de doctrina social

Por Juan Manuel de Prada, en XLSemanal, sábado 11 de mayo de 2013

Escribía Chesterton que el mundo moderno había sido invadido por las viejas virtudes cristianas que se han vuelto locas. A simple vista, parece tan solo una frase eufónica; pero creo que es el diagnóstico más certero y sintético que se puede ofrecer de nuestra época. Las virtudes se vuelven locas cuando son aisladas unas de otras, cuando son desgajadas del tronco común que les da sustento. Este aislamiento de las virtudes lo podemos contemplar por doquier: así, por ejemplo, la justicia sin misericordia no tarda en corromperse y volverse crueldad; y la misericordia sin justicia acaba degenerando en laxitud y buenismo.


Si analizamos las ideologías modernas (que alguien definió como «herejías cristianas»), comprobaremos que todas ellas son producto de esta escisión de las virtudes cristianas: la libertad sin verdad, la justicia sin caridad, etcétera. Pero la invasión de las virtudes locas no es un fenómeno propio tan solo del mundo secular, sino que extiende también su gangrena en el propio ámbito católico. Benedicto XVI lo denunció en diversas ocasiones, refiriéndose a la «esquizofrenia entre la moral individual y la pública» que aqueja a muchos creyentes, de tal modo que «en la esfera privada actúan como católicos, pero en la vida pública siguen otras vías que no responden a los grandes valores del Evangelio».

Según esta esquizofrenia propia de un mundo invadido por las viejas virtudes cristianas que se han vuelto locas, un empresario podría ser amantísimo esposo y padre de familia y, al mismo tiempo, defraudar el jornal de sus trabajadores. Y así ocurre con muchos; solo que quien defrauda el jornal al trabajador acaba también engañando a su mujer y a sus hijos, tarde o temprano. Sobre este peligro ya advertía Juan XXIII en su encíclica Mater et Magistra, cuando señalaba que «la doctrina social profesada por la Iglesia católica es algo inseparable de la doctrina que la misma enseña sobre la vida humana»; y es que, en efecto, poco sentido tendría defender la vida y la familia si al mismo tiempo no se defendiera una concepción del trabajo que permita a las personas criar dignamente a sus hijos.

El trabajo nos recordaba Juan Pablo II en su encíclica Laborem Exercens es una condición para hacer posible la fundación de una familia, ya que esta exige los medios de subsistencia, que el hombre adquiere normalmente mediante el trabajo. Defender la vida y la familia y, al mismo tiempo, callar ante la depauperación de las condiciones de trabajo es esquizofrénico.

En los últimos años he estudiado mucho la doctrina social de la Iglesia en torno al trabajo, para descubrir que sus enseñanzas han sido olvidadas incluso por los propios católicos. Esto es un triunfo del mundo invadido por las viejas virtudes cristianas que se han vuelto locas; y también una causa evidente de que la doctrina católica sobre la vida humana se haya vuelto ininteligible, incluso inhumana, a los ojos de muchos. Pues, ciertamente, resulta arduo combatir por ejemplo el aborto cuando no se combaten las condiciones laborales indignas que a mucha gente le impiden o dificultan tener más hijos.

Escribía Juan Pablo II en su encíclica Centesimus Annus: «La obligación de ganar el pan con el sudor de la propia frente supone, al mismo tiempo, un derecho. Una sociedad en la que este derecho se niegue sistemáticamente y las medidas de política económica no permitan a los trabajadores alcanzar niveles satisfactorios de ocupación no puede conseguir su legitimación ética ni la justa paz social. Así como la persona se realiza plenamente en la libre donación de sí misma, así también la propiedad se justifica moralmente cuando crea, en los debidos modos y circunstancias, oportunidades de trabajo y crecimiento humano para todos».

El propio Juan Pablo II, en Laborem Exercens, recordaba que es obligación de los cristianos «recordar siempre la dignidad y los derechos de los hombres del trabajo, denunciar las situaciones en las que se violan dichos derechos y contribuir a orientar estos cambios para que se realice un auténtico progreso del hombre y de la sociedad». Y añadía que la mayor verificación de su fidelidad a Cristo la muestra el cristiano en su compromiso con los pobres, que «aparecen en muchos casos como resultado de la violación de la dignidad del trabajo humano: bien sea porque se limitan las posibilidades del trabajo -es decir, por la plaga del desempleo-, bien porque se deprecian el trabajo y los derechos que fluyen del mismo, especialmente el derecho al justo salario, a la seguridad de la persona del trabajador y de su familia». Quien tenga oídos para oír que oiga.

Mostrar a tus contactos de XING

Aborto y libertad individual

Por JUAN MANUEL DE PRADA
ABC 13 de mayo de 2013

Cada vida humana deja de ser un fin en sí mismo, para convertirse en un medio o instrumento para beneficio de otros

ANDAN los dirigentes del Partido Popular dubitativos en torno a la cuestión del aborto, sobre la que no saben cómo legislar; y, a medida que se suceden las dubitaciones, parece cada vez más claro que, como el Bartebly de Melville, «preferirían no hacerlo». A poco que uno rasca, descubre que todas las disensiones de los dirigentes del Partido Popular evitan un juicio de principios, para aferrarse a razones pragmáticas: hay dirigentes que consideran que, siendo la reforma de la ley de plazos un compromiso asumido por el partido en su programa, su incumplimiento podría enajenarle el voto de una porción significativa de su electorado; y los hay que abogan por aparcar tal reforma, pues sólo acarreará un mayor «desgaste» a un Gobierno que ya tienen abiertos muchos frentes, dando alas a los socialistas. Este duelo de pragmatismos seguramente se resolverá en la solución de consenso o maquillaje que impulsan los «moderaditos» del partido, consistente en volver a la ley de supuestos de 1985, la misma que permitió perpetrar abortos a troche y moche durante los mandatos de Aznar. Ley que, a juicio de los «moderaditos» del Partido Popular, funcionó «razonablemente bien».

He aquí un ejemplo paradigmático de las «soluciones» a las que conduce una acción política que no se asienta sobre principios, sino sobre cálculos de conveniencia. En realidad, el aborto no es sino una consecuencia inevitable de la exaltación de la libertad individual que, como señalaba Benedicto XVI, «es la rebelión fundamental que atraviesa la historia, y la mentira de fondo que desnaturaliza la vida». A esta rebelión le dio forma filosófica el racionalismo idealista, que declaró al hombre autónomo de toda ley moral, erigiéndolo en regla suprema de moralidad; y luego le daría carta de naturaleza política el liberalismo, consagrando una libertad de conciencia desarraigada de todo orden moral objetivo. Una consecuencia inevitable de tal rebelión es la pérdida del sentido de la inviolabilidad de la vida humana, que se considera supeditada a ese bien absoluto de la «libertad individual». Y cuando el bien supremo de la vida es supeditado a la libertad individual, es inevitable que se imponga una consideración meramente funcional y utilitaria de la vida; y todavía más si esa vida humana es todavía gestante, o si avanza hacia sus postrimerías. Cada vida humana deja entonces de ser un fin en sí mismo, para convertirse en un medio o instrumento para beneficio de otros; y así, la verdadera ética de la dignidad de la vida humana es suplantada por una falsa ética de la «calidad» de la vida humana, una calidad que es medida por criterios de utilidad. Sólo si una vida es útil, si es «deseada» por otros en razón de su utilidad, esa vida tiene valor; de lo contrario, podemos disponer de ella a nuestro antojo. ¡Con tal de que nadie nos obligue a abortar, oiga!

El progresismo contemporáneo no ha hecho sino acicalar este concepto de libertad individual con subproductos ideológicos derivados de la «revolución sexual» del 68, otorgando además al Estado la misión de auspiciar, promover y financiar el aborto, que queda así convertido en una suerte de «servicio público». Pero para combatir el aborto de forma no estrictamente retórica o farisaica habría que empezar por combatir, en el plano de los principios, esta concepción perversa de libertad que ha facilitado el eclipse de la conciencia moral. Todo lo demás son ganas de marear la perdiz, que a estas alturas ya está tan mareada y confusa como para aceptar soluciones de «consenso» o maquillaje que, como dicen los moderaditos del Partido Popular, han funcionado «razonablemente bien».

Mostrar a tus contactos de XING

viernes, 17 de mayo de 2013

Los padres y la sociedad deben educar teniendo en cuenta la diferenciación de sexos

Josep Barnils, presidente de la Asociación Europea de las Escuelas de Educación Diferenciada, insiste en no tratar por igual en los centros a chicos y chicas para un mejor rendimiento

BELÉN RODRIGO / CORRESPONSAL EN LISBOA / CHEQUE ESCOLAR

Chicos y chicas tienen ritmos de aprendizaje y madurez diferentes, que crecen a un ritmo distinto. De ahí que la enseñanza diferenciada (aquella que educa teniendo en cuenta dichas particularidades) pretenda que se trate a cada alumno en función de sus características para que los resultados escolares sean mejores. «Debemos tratar a cada niño de acuerdo con sus características», explica a ABC Josep Barnils, presidente de la Asociación Europea de las Escuelas de Educación Diferenciada. Insiste en que no se trata de tener colegios que segregan por sexo, «ese no es el objetivo» sino conseguir que todos los centros, la sociedad y la familia «tengan en cuenta esas diferencias».

Lisboa ha acogido el IV Congreso de Educación Diferenciada, en el que se han reunido centenas de especialistas de todo el mundo para debatir dicha enseñanza. «Ha sido un congreso divulgativo, no científico, y esperamos que de aquí salgan las líneas de formación en todo tipo de escuelas. Pretendemos ayudar a los profesores a través de cursos on-line», explica Josep Barnils.

Diferencias en el aprendizaje
«Un niño de 12 años es un niño, pero una niña de la misma edad es casi una mujer», subraya Barnils. Asegura que entre los 6 y los 10 años comienzan las diferencias en el aprendizaje de chicos y chicas pero cuando es más evidente es entre los 10 y los 17 años. «Con 11 y 12 años tenemos diferencias radicales», añade. Las chicas, por ejemplo, aprenden a escribir muy rápido y leen mejor mientras que los chicos se distraen más en clase. «Es imprescindible tener en cuenta esas diferencias porque de lo contrario los resultados pueden ser los opuestos a los que pretendemos».

El presidente de la Asociación Europea de las Escuelas de Educación Diferenciada pone como ejemplo la campaña de prevención llevada a cabo en EE.UU. para evitar el consumo de las drogas entre los adolescentes usando como lema «La droga es un peligro, aléjate». Entre las chicas, este mensaje funcionó y bajó el consumo, pero con los chicos se consiguió lo contrario. «Se utilizó la palabra peligro y los chicos, a esas edades, lo entienden como un desafío, quieren demostrar que se arriesgan más que sus amigos, y el consumo aumentó». Algo que no hubiese ocurrido si al diseñar la estrategia «se hubiese tenido en cuenta la diferencia de sexos».

Centros de enseñanza diferenciada
A nivel mundial existen 240 mil escuelas en las que chicos y chicas estudian por separado con aproximadamente 46 millones de estudiantes. «Unas cifras basadas en un estudio en el que incluimos los datos de 70 países y que debemos entender como un resultado parcial porque no recoge los datos de países como India, Rusia, China y países africanos en los que se opta mucho por la educación diferenciada». En España «están aumentando poco a poco, aunque no llega al 1% del total de colegios», afirma Josep Barnils.

Lo que le parece más preocupante en este aspecto es saber que hay colegios, en algunas comunidades, «a quienes se les niega la subvención si optan por la separación de sexos y otros no abandonan la enseñanza mixta porque tienen miedo de sus superiores». Asegura que «se puede educar igual basándose en estas diferencias en los colegios mixtos aunque cuando en los centros los alumnos están separados por sexo resulta más fácil conseguir los objetivos». Es decir, no se trata de ser mejor o peor sino que faciliten el trabajo.

En la enseñanza mixta «los resultados también se consiguen pero el esfuerzo es mayor». Recuerda también que los padres que optan por este tipo de centros ((diferenciados)) están convencidos de los resultados, «saben que la disciplina es mejor y no existe acoso escolar. Están mucho más tranquilos, sobre todo con las chicas».

Un informe de la OCDE (Organización para la Cooperación y Desarrollo Económico) demuestra que existe una diferencia entre los resultados escolares de chicos y chicas, siendo los resultados femeninos superiores. «Si en España existe un porcentaje medio de fracaso escolar del 28% el de los chicos es de 36% y el de las chicas de 23%», destaca Barnils. Los chicos, cuando reciben un acompañamiento educativo personalizado y apoyado logran mejores resultados.

Mostrar a tus contactos de XING