martes, 13 de febrero de 2007

La voluntad individual y la masa ciega

Tiempos Modernos
PAUL JOHNSON, 1983

Cuando se examina este año decisivo de 1941, desde el cual la humanidad ha descendido a su difícil situación actual, el historiador no puede menos que asombrarse ante el papel esencial de la voluntad individual. Hitler y Stalin jugaron al ajedrez con la humanidad. En todos los aspectos esenciales, la inseguridad personal de Stalin, su temor obsesivo a Alemania, fueron los factores que lo indujeron a firmar el pacto fatal, y su ilusión —no las de otros— lo mantuvieron en vigencia, como una cortina de falsa seguridad detrás de la cual Hitler preparó su ataque asesino. Hitler, y nadie más, decidió librar una guerra de aniquilamiento contra Rusia, la canceló y la postergó y después la repuso en el centro de su estrategia, para iniciarla en el modo y el momento que él mismo eligió. Ninguno de estos hombres representó fuerzas históricas irresistibles o siquiera poderosas. Ninguno de ellos mantuvo en una etapa cualquiera del proceso siquiera fuese una forma de consulta con sus respectivos pueblos, o por lo menos habló en nombre de cuerpos colegiados autodesignados. Ambos eran individuos solitarios, a quienes nadie aconsejó acerca del modo de dar estos pasos fatídicos; actuaban guiados por prejuicios personales del tipo más grosero, y por sus propias visiones arbitrarias. Sus lugartenientes obedecían ciegamente o estaban dominados por una apatía basada en el terror, y las grandes naciones sobre las cuales gobernaban al parecer no tenían más alternativa que obedecer las órdenes que las llevaron a la mutua destrucción. Vemos aquí precisamente lo contrario del determinismo histórico, la apoteosis del autócrata individual. Es lo que sucede cuando se eliminan las limitaciones morales de la religión y la tradición, la jerarquía y el precedente, de modo que el poder de suspender o desencadenar episodios catastróficos no revierte sobre la benevolencia impersonal de las masas, y por el contrario, recae en las manos de hombres que están aislados en la totalidad misma de sus naturalezas perversas.

9 comentarios:

Marta Salazar dijo...

Alberto, desconocía este blog tuyo!!!

Alberto Tarifa Valentín-Gamazo dijo...

Bueno, acaba de echar a andar, es un viejo proyecto, de cuando me sumergí un poco en la cosa del laicismo, que sigue interesándome, porque me parece una gran amenaza para la libertad y la trascendencia del ser humano.
A ver si soy capaz de poder también con éste.

Marta Salazar dijo...

te pondré un enlace a este artículo!

Alberto Tarifa Valentín-Gamazo dijo...

Gracias, tenía esta anotación desde hace muchos años, de cuando leí el libro; Paul Johnson es un tipo interesante, la verdad; vale la pena leerlo.

Anónimo dijo...

Me parece que la religion va en contra del mensaje que usted publico. La religion es un acto de fe. Cualquiera que ella sea. Que no demanda duda, que no admite razon. Que divide la sociedad en binomios bueno, malo, moral e inmoral, blanco negro, etc. Las sociedades modernas demandan menos actos de fe y mas concensos basados en la razon. Menos accion agitada por pasiones (politicas o religiosas), y mas accion articulada entre los ciudadanos con su estado y viceversa. La necesidad es imperiosa, mas ahora que nunca. La primera potencia habla de un destino manifiesto, de una moral catolica, neoconservadora. Y una sociedad arabe afirma que sus acciones son obra de la mano de Dios. Dos caras de la misma moneda.

Marta Salazar dijo...

yo no sé qué tenga que ver la religión aquí!

Alberto Tarifa Valentín-Gamazo dijo...

Pues quizá sí tenga, y mucho. Porque las cosas no son como dice ruecast. La religión requiere un acto de fe, esto está claro, y es así para preservar la libertad del hombre, de lo contrario sería "obligatorio creer"; pero eso no significa que no sea racional: ES RACIONAL, al menos la cristiana, estudiada y profundizada durante siglos por inteligencias admirables, con las herramientas de muchas ciencias -Teología, Filosofía, Psicología, Historia, Arqueología, Derecho, etc.-.
No hay más que leer encíclicas como Veritatis splendor o Fides et ratio, por mencionar sólo las más recientes, para darse cuenta de que la fe no sólo valora la razón, sino que hot es su mayor defensora.
Hay que recordar que la fe se requiere en todos los órdenes de la vida, nos fiamos de nuestros padres, de los profesores, de los funcionarios públicos, de las leyes de la física, de nuestras percepciones, etc., la mayor parte de las veces sin entender las razones, y pese a que la experiencia nos dice que muchas veces nos defraudan. Y es que creer es necesario para vivir, no se puede estar instalado en la duda, que paraliza, como al burro de Buridán, que murió de hambre por no decidirse a comer de uno u otro montón de paja exactamente iguales.
Acabo, nada hay más matizado que la religión, al menos la católica, que ha rechazado siempre los maniqueísmos; es la religión del "y", nunca del "o" (et, et; non aut aut, dice la sentencia).
Por eso mismo, la religión es la gran barrera para la ceguera, individual o colectiva.

Marta Salazar dijo...

muy divertido lo del burro, ah! ya entendí lo que querías decir, aunque, en realidad, lo que no había entendido (y a él iba dirigido mi mensaje) era a Recuast, saludos y gracias!

Alberto Tarifa Valentín-Gamazo dijo...

Sí, yo también entendí lo que dices, pero me vino bien la aportación de ruecast para exponer un par de ideas.
Gracias a ti.