Por cambiaelmundo
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La dimensión religiosa del hombre se manifiesta, de un modo o de otro, en la vida social, y en muchas ocasiones lo hace con una especial relevancia, cosa que no deja de plantear algunas dificultades en este mundo plural, globalizado y multicultural nuestro. A veces, esta pluralidad de convicciones genera tensiones, o simplemente parece que complica las cosas, por lo que algunos sienten la necesidad de encontrar un mínimo común sobre el que construir. Sin embargo, esos elementos comunes resultan arduos de identificar y problemáticos en su determinación. En esta época, en la que se embrollan diversas formas de entender la necesaria separación y cooperación entre poder civil y religioso, las palabras de San Josemaría Escrivá, cuya fiesta celebramos hoy 26 de junio, pueden servir de orientación para los ciudadanos que suman a esta condición la de cristianos, y para otras personas que buscan sinceramente el bien común. Será la quinta vez en que tenga lugar su fiesta como santo, tras la canonización de 2002.
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La teoría y la praxis de San Josemaría engarzan con la línea presentada por Juan Pablo II en su encuentro con los jóvenes españoles en Cuatro Vientos en 2003: “la verdad se propone, no se impone”. Las llamadas de Escrivá a secundar a la jerarquía eclesiástica en materia de fe y moral, a implicarse en la defensa del matrimonio y de la libertad de enseñanza, no incitan a la agresividad, sino al diálogo y al estudio; en una entrevista respondía: “Se trata, en una palabra, de comportarse como cristianos, conviviendo con todos, respetando la legítima libertad de todos y haciendo que este mundo nuestro sea más justo”.
Los católicos debemos proponer no imponer; como se espera de cualquiera en una sociedad democrática. “No ser anti nada ni anti nadie” era un lema de San Josemaría, que siempre distinguió, y así lo inculcó en sus hijos espirituales y amigos, entre las convicciones y quienes las detentan. No se puede maltratar a nadie porque piense de una manera distinta. Debe haber libertad para expresar los propios pensamientos, pero sin pretender capitidisminuir al que piensa de otra manera. Porque un cristiano no se siente enemigo de nadie. Hay un ejemplo de esto especialmente significativo en la vida de San Josemaría; le entusiasmaba la idea de impulsar un college en Kenya. Pero se negó rotundamente a que se hiciera bajo las sombras de la discriminación. Si había college, debía estar abierto a cualquier raza, a cualquier religión, a cualquier condición social. Esa es la historia de Strathmore College, el primer centro educativo interracial creado en África.
San Josemaría es un santo para todas las horas, para quienes, ciudadanos de este mundo, ejercitan su libertad de sentirse también ciudadanos de la ciudad celestial, lo cual no les impulsa a desentenderse del mundo en el que viven, sino todo lo contrario, a aportar el signo más, signo que, curiosamente, coincide con la cruz. En 1948 escribía: “Vuestro amor a todos los hombres os debe llevar a afrontar los problemas temporales con valentía, según vuestra conciencia. No tengáis miedo al sacrificio, ni a asumir cargas pesadas. Ningún acontecimiento humano puede seros indiferente, antes al contrario todos deben ser ocasión para hacer bien a las almas y facilitarles el camino hacia Dios”.
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