miércoles, 10 de diciembre de 2008

Laicidad

Por Andrés OLLERO. Catedrático de Filosofía del Derecho. Universidad Rey Juan Carlos, Madrid

Por 'laicismo' habría que entender un diseño del estado como absolutamente ajeno al fenómeno religioso. Su actitud sería más de no contaminación que de indiferencia o de auténtica neutralidad. Esa tajante separación, que reenvía toda convicción religiosa al ámbito íntimo de la conciencia individual, puede acabar resultando más bien neutralizadora de su posible proyección sobre el ámbito público. Su versión patológica llevaría incluso a una posible discriminación por razón de religión. Determinadas propuestas pueden acabar viéndose descalificadas como 'confesionales' por el simple hecho de que encuentren acogida en la doctrina o la moral de alguna de las religiones libremente practicadas por los ciudadanos. Nada más opuesto a la 'laicidad' que 'enclaustrar' determinados problemas civiles, al considerar que la preocupación por ellos denotaría una indebida injerencia de lo sagrado en el ámbito público.

La Constitución española de 1978 no contiene, ni en su preámbulo ni en su texto articulado referencia expresa alguna a Dios. ¿Hemos de derivar de ello que configura un 'Estado laico'? No es posible ofrecer una respuesta adecuada sin cumplir un doble requisito: ahondar en su regulación de los derechos y libertades fundamentales y determinar qué habríamos de entender por 'laico'1. Este calificativo puede en efecto reenviar a planteamientos tan diversos entre sí como la 'laicidad' o el 'laicismo'.

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8 comentarios:

Isaak dijo...

El catolicismo español se ha servido de la dictadura militar de Francisco Franco para imponerse y autovictimizarse, tras el golpe del estado del 36.

El guante blanco con que la Constitución de 78 trata a una determinada confesión religiosa es producto del miedo puro y duro, al tándem iglesia-ejército.

¿No va siendo hora de que os valgáis de vuestros propios medios y demostréis a la sociedad laica que estáis en lo cierto, sin necesidad de recurrir a la imposición o al terror, ya sea éste de índole divina o humana?

No sois únicos. Existen cientos de religiones, todas igual de indemostrables, todas igual de fantasiosas, cada cuál con sus personajes y misterios, y el planeta tiende a la globalización, a la multirracialidad.

Los ateos no somos pocos, y tenemos todo el derecho a serlo, sin tener que soportar a diario la pugna de creyentes de toda índole por obtener los favores del Estado, que, ése sí, somos todos.

Todos decis que vuestras tradiciones son las verdaderas, que vuestros dioses, los auténticos, vuestros ritos los realmente efectivos.

¿No sois conscientes de cuán ridículos pareceis, todos, desde un punto de vista neutral? Como niños, vamos.

Por cierto, Dios tiene tanto derecho a ser referido en un texto constitucional como lo tiene Supermán o Caperucita Roja. Todos son personajes igualmente ficticios, mientras no se demuestre lo contrario. Y hasta ahora, nadie lo ha hecho.

Saludos cordiales.

Anónimo dijo...

Se pueden responder muchas cosas a este mensaje, pero me quedo con dos detalles que implican una concepción, errónea, de la sociedad en la que vivimos, y una profunda contradicción.

Nuestra sociedad no es una sociedad laica (ni debe serlo). La sociedad la formamos todas la personas, independientemente de nuestras creencias o ideología, y no es una cuestión de mayorías, sino de personas.

Y estas personas, que formamos la sociedad, tenemos derecho a mantener y a expresar líbremente (si así lo deseamos) nuestras creencias e ideologías.

Lo que sí se puede afirmar es que existen elementos cristianos imprescindibles en nuestra cultura para poder entenderla, y que existimos muchas personas que aceptamos los valores y los principios de la religión cristiana y por supuesto nos gustaría que inspiraran las leyes (nada diferente al resto de los mortales que profesan otra idelología)

En segundo lugar, la opinión de las personas no es la que hace algo verdadero o falso, sino su adecuación con la realidad.

No entiendo por qué dices que somos ridículos los creyentes (de diferentes confesiones).

En primer lugar porque ridículas serán las creencias, no quienes las sostienen, que como personas merecen(mos) todo el respeto del mundo.

Sin embargo no se afirma lo mismo de los no creyentes, ateos o agnósticos, que también se posicionan ante el hecho religioso. Tan ridículos serían unos como otros, según tan contradictorio razonamiento.

Dios existirá (o no) independientemente de que todos (o ninguno) creamos en Él.

Que Dios le bendiga,

Alberto Tarifa Valentín-Gamazo dijo...

Dejo la respuesta a Isaak en manos de Luis, que es muchísimo más paciente que yo.

Pero, aunque sea pecar de cándido ante la boutade, no me resisto a señalar que muchas personas han dado su vida por Dios; pero nadie por Superman o Caperucita Roja: quizá es porque no son exactamente lo mismo.

Isaak dijo...

En primer lugar, salvo error por mi parte, nunca me refiero a "sociedad laica", sino a Estado Laico. La sociedad es un ente vivo, cambiante, también en materia religiosa, pero el Estado ha de mantener una necesaria neutralidad, laicidad, aconfesionalidad, como queráis llamarlo. Bajo mi punto de vista no existe inconveniente el que el 95% de la sociedad sea confesional, siempre que el Estado no lo sea.

Retiro el adjetivo "ridículo" sin paliativos, aunque evidentemente, Luis, lo ha comentado usted sacándolo un poquito de contexto. Me refería a "parecer ridículo", que no "ser ridículo", y siempre en el marco de que todos los creyentes afirman que su religión es la verdadera.

Sobre supermán, la diferencia es evidente, Cambiaelmundo. A nadie en su sano juicio se le ocurriría afirmar que Supermán existe.

Hay millones de personas que tiene una fé ciega en la existencia de extraterrestres. ¿Qué hacemos con ellos? ¿Incluimos la UFOLOGIA como asignatura en el colegio? Los llamados "abducidos" dan pruebas y testimonios, pelos y señales. ¿Colgamos estatuillas de humanoides cabezones en las paredes del Congreso? ¿Que el próximo presidente de gobierno jure o prometa su cargo ante la miniatura de un OVNI?

Desearía que comprendáis el planteamiento sin considerarlo una ofensa a vuestra fe. Insisto en que el problema radica en la obsesión que os posee por extrapolarlo a los demás. Lo que llamáis "Apostolar", que equivale a "déjame que intente convencerte, por tu bien".

La proporción de creyentes disminuye a pasos agigantados, lo sabéis como lo sé yo. La diferencia estriba en que vosotros lo juzgáis un error, y a nosotros nos parece lógico. Vosotros tenéis "moral", nosotros "ética", y os aseguro que ambos conceptos son, como mínimo, equivalentes en su calidad.

El enfoque social del el giro que es necesario imbuir a la sociedad propugnado por de creyentes y no creyentes es mucho más similar de lo que ambos colectivos imaginan.

¿O creéis, por ejemplo, que todos los ateos somos proabortistas? ¿O que todos defendemos a capa y espada la EplC?

Aflojad la presión en el asunto puramente teológico, y tal vez nos encontremos con más lugares comunes de los que, sensatamente, cabría esperar.

Ah, Cambiaelmundo... para cambiar el mundo, perseverancia y "paciencia" son la clave. Y si ésta última ya te falta para contestar un simple post... ya sabes, controla esa crispación a flor de piel, no le des el gusto a ZP ;-)

Anónimo dijo...

El estado no deja de ser un instrumento de la sociedad, por lo que la expresión estado laico será aplicable si así lo decide la propia sociedad a quien sirve.

Pero en España, lo que la sociedad decidió (habla pueblo, habla), es que no tuviéramos un estado laico, como en Francia, o un estado confesional (como la España franquista) sino uno aconfesional, en el que (art 16.3): "Ninguna confesión tendrá carácter estatal. Los poderes públicos tendrán en cuenta las creencias religiosas de la sociedad española y mantendrán las consiguientes relaciones de cooperación con la Iglesia Católica y las demás confesiones."

Además, (art 16. 1) "Se garantiza la libertad ideológica, religiosa y de culto de los individuos y las comunidades sin más limitación, en sus manifestaciones, que la necesaria para el mantenimiento del orden público protegido por la Ley."

Desgraciadamente el término laicidad no tiene una definición única, si se utiliza como sinónimo de aconfesional como pareces indicar y que en términos generales coincide con lo expresado en la Constitución, entonces estamos de acuerdo con ello.

Pero si se añade que hay que retirar obligatoriamente los crucifijos de cualquier lugar de titularidad pública, entonces estamos negando una manifestación del sentir religioso de las personas que allí se encuentran, y no coincide con la anterior definición.

La neutralidad no puede coincidir con el sentir de sólo los no-creyentes que no quieren ver ningún símbolo religioso, hay que tolerar las creencias e ideologías tanto de los creyentes como de los no creyentes, y he dicho bien las creencias de los no creyentes.

A pesar de que se nos acusa de intolerancia, nadie ha llevado ante los tribunales el caso de que en un colegio público se quitaran los crucifijos, o que en la sede de fiscalía se retire un belén (manifestación de la fe de algunas personas que allí trabajan y conviven), y sin embargo se ha recurrido a los tribunales para que se retiren, cuando los padres y profesores (con todo el derecho del mundo) se han negado.

Eso es un ejemplo de lo que no es aconfesionalidad y de lo que no es tolerancia.

Finalmente si no se es capaz de distinguir entre Dios y Supermán, o entre el cristianismo y la ufología, pues tenemos un pequeño problema. Y es que como bien decía Chesterton, cuando no se cree en Dios se puede creer en cualquier cosa.

Entiendo que se lleven las cosas al absurdo, pero es que ese mismo absurdo es aplicable a la ideología política o a las ideas filosóficas de las personas, y claro seguro que encontramos ideologías o filosofías absurdas y ridículas.

En cuanto al apostoloado, y siguiendo la definición expuesta ("déjame que intente convencerte, por tu bien"), supongo que toda participación en el foro tiene (al menos) una cierta intención de convencer (con argumentos y por el bien de quien nos lee) por lo que sería aplicable dicha definición a sus intervenciones, y entonces bien pudiera ser un ejemplo de apostol del laicismo.

¿O acaso Ud. y yo hacemos cosas diferentes sino exponer argumentos que creemos correctos y buscar los errores y contradicciones de los argumentos contrarios?

Que Dios le bendiga,

Isaak dijo...

En realidad, se trata de ideas y supuestos simples, muy simples. Se trata siempre, como usted bien sabe, de intentar ponerse en el lugar del otro.

La no exhibición de motivos religiosos en lugares públicos de naturaleza o fines administrativos, educativos, etc., no ha de tomarse ya desde la perspectiva de los aconfesionales, aquellas personas que no profesan religión ni creencia supranatural alguna. Cualquier miembro de otra confesión, teniendo igual derecho al tránsito y recepción de servicios en los edificios, se encuentran abocados a un tratamiento desigual en cuanto a la obligación de "soportar" -bajo su punto de vista- símbolos que pueden resultar ofensivos para sus propias creencias.

Puestos a considerar el ateísmo como una creencia -no creencia, diría yo-, sabe usted que este "movimiento" tiene su logotipo propio, el equivalente a un símbolo. Ateniéndonos a la "aconfesionalidad positiva" del Estado, las organizaciones de ateos estarían en su derecho a exigir la exhibición de tal logotipo junto a Crucifijos o estatuillas de Visnú, pues es el reflejo de sus convicciones en materia teológica.

Créame que a ningún ateo molesta una iglesia o la simple existencia de creyentes de cualquier religión. El llamado fenómeno religioso es real, la gente lo siente, y los que hemos optado por el camino de la lógica y la razón, somos conscientes de ello y no puede ni debe ignorarse, aunque no hallemos forma de comprenderlo. Lo único que se pide es que los espacios que son de todos, se encuentren libres de simbología concreta.

Por último, aclarar lo indicado como "apostolado". Es evidente que este lugar no lo es de apostolado. Si yo entro, comento, leo respuestas, vuelvo a comentar, lo hago voluntariamente.

El Apostolado con mayúsculas, como también usted sabe, es un mandato sagrado, la obligación de todo creyente de proclamar y extender "La Nueva". Esta actitud puede representar un conflicto de intereses y derechos. No seré yo quien niegue a la Iglesia el derecho a "apostolar", pero desde la propia institución habría de tomarse las medidas oportunas para prevenir la actuación de grupos -normalmente matrimonios de mediana edad- organizados en muchas parroquias, que registran los barrios por el sistema "de puerta en puerta", en actitud que llega a ser molesta por insistente, y en algunos casos rayando la hostilidad ante la negativa a permitirles el paso al interior de la vivienda o recibir las explicaciones que se sienten con obligación de dar.

Es importante que, por el mundo creyente, exista la certeza de que los aconfesos no sentimos la menor necesidad de creer en existencias supranaturales, vivimos nuestras vidas plenamente, con tanto amor y bondad como cualquier creyente -con las lógicas excepciones por ambas partes-. Nuestra única biblia es la conocida de que mi libertad acaba donde empieza la de mi vecino. Ni siquiera existe, entre los ateos, una uniformidad ideológica. Muchos somos antiabortistas, aunque resulte incomprensible que un ateo pueda considerar el aborto como el peor crimen que puede cometerse. Pues es mi caso, por ejemplo.

Son las familias quienes han de educar a sus hijos. En los colegios se adquieren conocimientos y se convive con profesores y compañeros. La EpC es totalmente inadecuada como asignatura, ya que, ciertamente, orienta ideológicamente a quien le es impartida. Pero otro tanto ocurre con la Religión Católica, muchos de cuyos dogmas comparten naturaleza con EpC, aunque distinto signo. Por tanto, una solución justa sería la exclusión de ambas.

Nunca me cansaré de repetir que se trata de convivir manteniendo neutrales los lugares comunes. Simplemente.

Así de sencillo. Y así de difícil.

Que la Fuerza le acompañe. Un saludo.

Anónimo dijo...

Entiendo que esa es lo que ha usted le gustaría, pero esa opción no es coherente con las normas que nuestra sociedad ha adoptado.

No olvide, y a eso no me ha respondido, que la constitución no limita este tipo de manifestaciones de las creencias más que a las consideraciones de orden público, en ningún lugar aparece la distinción ámbito público / privado que tanto aparece en determinados medios, y que usted, implícitamente, también ha mostrado.

¿Qué diferencia hay entre un lugar público uno que no lo es? ¿por qué es inaceptable que en un lugar público se exhiban símbolos religiosos?

Y para entender eso, también hay que ponerse en el lado del otro, que tiene todo el derecho del mundo a exhibir, si así lo desea, dichos símbolos. Nadie coloca un crucifijo para molestar a nadie, sino porque es una muestra legítima de sus creencias.

Yo defenderé que toda persona pueda querer mostrar esos símbolos, o incluso querer que no se exhiba ninguno, pero nunca por imposición.

Yo he visto banderines y símbolos de determinadas ideologías en los despachos de los alcaldes, y todavía no he escuchado a nadie que haya que retirarlos. ¿Acaso no hay que soportar declaraciones de tipo ideológico en espacios tan públicos como los colegios u otras instituciones, como las televisiones y radios públicas? y ¿en qué se diferencia la libertad ideológica de la religiosa para que haya que darlas un diferente tratamiento?, ¿acaso no es público el dinero con el que se pagan gran parte de las campañas electorales, y evidentemente éstas no son nuetrales?

Y es que hay que empezar a comprender que público significa de todos y que todos podemos utilizarlo, con los límites que impone la ley.

Y en cuanto a la ostentación pública de las ideologías, ya sabe cuales son los límites que impone la ley.

Y, evidentemente, si los padres de los alumnos están de acuerdo, yo no impediría que se pusiera ningún símbolo, sea religioso (de cualquier religión), ateo o político, al igual que no impido que en los colegios de mis hijos se celebren fiestas como Halloween o Carnaval, por poco que me puedan gustar.

Eso es tolerancia mientras que impedir la celebración de cualquier fiesta, por un intento de neutralidad, es intolerancia.

Porque impedir la ostentación de símbolos religiosos no es neutralidad, implica un posicionamiento evidente.

La neutralidad ideológica exige que las personas puedan exhibir, o no, si así lo desean, los símbolos de sus creencias religiosas o ideológicas. Eso, y no otra cosa, es lo que recoge la ley.

Es tan sencillo o tan complicado como eso.

Que Dios le bendiga,

Alberto Tarifa Valentín-Gamazo dijo...

No puedo más que estar de acuerdo contigo, Luis.
Gracias.