La revista Alfa y Omega reproduce por su interés, y por gentileza de la Fundación Iberdrola, que lo edita, este fragmento de El crepúsculo de Europa I. El espíritu de la cultura europea, de Ignacio Sánchez Cámara. El segundo volumen sobre la decadencia europea, La barbarie interior, ampliará el análisis del problema que el autor describe en este texto.
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Es preciso extirpar la memoria. La Historia, como maestra que es, debe ser destruida. No hacerlo es condenarse a la insoportable condición de epígono, a asumir esa insoportable responsabilidad. Si algo, en un tiempo pasado, hubiera merecido la pena, el bárbaro habría estado allí. De entre los libros antiguos, los más peligrosos son los que contienen mayores dosis de sabiduría. Nada aborrece tanto el bárbaro como la filosofía; nada ama tanto como su adulteración y sus sucedáneos. La excelencia es infamia. Queda suprimida toda palabra esencial, la que revela la presencia del espíritu. El lenguaje del bárbaro debe quedar degradado hasta casi ingresar en la pura animalidad, hasta revestir la condición de mero balbuceo apenas inteligible. El arte se convierte en pura expresión arbitraria, sin norma ni canon, y la vanguardia en coartada. La moral deviene esclava de la inclinación; y la ciencia, de la técnica. La religión es repudiada, pues lo más elevado, lo sagrado, es lo más insoportable para él. Así, desembarazado del ominoso peso de la sabiduría, al bárbaro sólo le interesa su circunstancia inmediata y aquello que facilita el placer de su existencia mediocre y la satisfacción de sus pobres pulsiones pasajeras: el entorno, el juego, la técnica, la salud y un poco de efímera diversión. Lo demás es, para él, tedio o pedantería. Suprimida la grandeza, la educación resulta abolida.
La civilización sólo muere a manos de la barbarie. Poco importa que, como antes, los bárbaros acechen más allá de las fronteras, o que, como ahora, sean el producto doméstico de la propia civilización degenerada.
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